Su tía abuela había perdido a su primogénito en un viaje a Lyon. Desde entonces, casi cada noche, hasta el día en que murió, soñaba con él. Pero no eran pesadillas, sino sueños reconfortantes en los que veía a su hijo crecer, día a día, hasta convertirse en adulto.
En sus sueños, su primogénito entraba como empleado en una frutería, y cuando moría el dueño llegaba a un acuerdo con la viuda y se quedaba con el negocio. Al despertar podía recordar hasta el importe exacto del alquiler que pagaba por el local. Nunca cuidó ni se interesó por sus demás hijos. Siempre mostró un desapego por ellos que los demás percibían como antinatural. En general se la consideraba una mala persona, con todo lo que ello implica.
Cada mañana, mientras se vestían, le contaba a su marido lo que su primogénito había hecho esa noche, con todo detalle: qué había comido, qué ropa se había puesto, cómo le iba el negocio. Aquel era el único momento de verdadera alegría que ella se permitía compartir con alguien. El otro era íntimo: el instante en que conjuraba la presencia de su hijo cuando se acostaba y esperaba a quedarse dormida.
En sus sueños, su primogénito entraba como empleado en una frutería, y cuando moría el dueño llegaba a un acuerdo con la viuda y se quedaba con el negocio. Al despertar podía recordar hasta el importe exacto del alquiler que pagaba por el local. Nunca cuidó ni se interesó por sus demás hijos. Siempre mostró un desapego por ellos que los demás percibían como antinatural. En general se la consideraba una mala persona, con todo lo que ello implica.
Cada mañana, mientras se vestían, le contaba a su marido lo que su primogénito había hecho esa noche, con todo detalle: qué había comido, qué ropa se había puesto, cómo le iba el negocio. Aquel era el único momento de verdadera alegría que ella se permitía compartir con alguien. El otro era íntimo: el instante en que conjuraba la presencia de su hijo cuando se acostaba y esperaba a quedarse dormida.
El marido la escuchaba pacientemente cada mañana, sin interrumpirla, mientras se vestían. Pero un día, cuando ella hizo un pausa para subirse una media, él le abrió la cabeza con la palangana de mármol, matándola en el acto. No supo decir por qué lo había hecho, pero en realidad sólo el juez acertó a preguntarle la razón, y probablemente sólo por exigencias de su cargo.
2 comentarios:
Algunas mujeres pueden llegar a ser una auténtica pesadilla, yo soy en cambio tu fan incondicional en la sombra...
Pd: y después quieres que te escriban comentarios, ¿estás seguro? :) un saludo!
Es increíble la velocidad a la que circula la información hoy en día. Todavía me acuerdo cuando pedíamos un disco a la Discoplay y tardaba un mes en llegarte a casa, y ahora, sin embargo, alguien se tira un pedo en Bangladesh y antes de que se disipe el olor, un tipo de Soria ya se está partiendo el culo. Y esto viene a cuento de... ni idea, pero gracias por el comentario. Estoy en uno de esos días del mes en que me gusta que me digan que voy bien conjuntado. Por cierto, a Under le huelen los pies; es parte de esa magia que desprende que no se puede disfrutar via on-line. Al tiempo. Un saludo!
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