Y encima estoy aquí para hablar de otra película de exorcismos, que como ya he dicho no son santo de mi devoción. Siento que suele ser más fácil desmenuzar lo que a uno le deja tibio que lo que a uno le apasiona, porque las pasiones son difíciles de verbalizar, de articular; esas las suelo dejar para mi tumblr (el logo con el pajarito lo tienen ustedes en la barra de la derecha, siempre a un clic de distancia), para relámpagos en forma de fotografía, para exabruptos no más largos que una frase. Eso no quiere decir que este blog esté compuesto de referencias que ni fu ni fa, si ustedes son seguidores saben que no; pero a veces el ramalazo criticón me puede y así va la cosa.
Vale, haré un breve recuento de cositas que he engullido estos días, para sentirme un poco menos culpable. Estoy leyendo a muchas mujeres, grandes escritoras que me han reportado muchas horas de placer solitario (ya saben a lo que me refiero): lo último de Amélie Nothomb (o supongo que penúltimo, porque a la velocidad que da a luz esta mujer novelas seguro que ya tiene otra como mínimo), Viaje de invierno, me ha resultado una lectura muy satisfactoria para la playa. En la tumbona, al sol, con el ruido del mar como único acompañamiento, supongo que uno tiende a ser más condescendiente, pero aún así el libro se lee con un entusiasmo que no decrece (gracias al McGuffin de la primera página), con el habitual estilo de Nothomb, esquivando la petulancia a base de frases lapidarias e inteligencia. No suele tener novelas malas esta mujer, pero si las tuviera, ésta no sería una de ellas.
Más: A.M. Homes. Escritora con una buena trayectoria a sus espaldas pero a la que me he acercado ahora. Me he leído un par de libros y sí, muy bien, esta tipa sabe escribir. De hecho sabe escribir muy bien. Nada que pueda añadir yo a los alagos y análisis de las contraportadas de sus libros. Como una especie de Raymond Carver con más frases subjuntivas, esta señora deja en pelotas a la América suburbana. Una América que, sinceramente, no sé si existe o es un mito, pero en su voz suena de lo más verosímil.
Más: no quiero resultar pesado, pero lean ya todo lo que puedan de Joyce Carol Oates. A esta ya me la conocía, pero gracias al éxito de la extraordinaria La hija del sepulturero, se están sacando más libros suyos en castellano. Bienvenidos sean, todos ellos joyas sin escepción de una escritora que está muy por encima de la excelencia, una señora que juega en las ligas mayores. No estoy exagerando: esta mujer es un clásico vivo, y por las fotos, además, tiene pinta de ser una mujer adorable.
Y ahora sí: hablemos de exorcismos. No había yo escarmentado con la muy mediocre La posesión de Emma Evans que me dio por ver otra de chica endemoniada (curioso que casi siempre sean jovencillas adolescentes que comienzan a descubrir la vida y el sexo; quizás esa metáfora ya esté empezando a estar un poco manida. Sólo es una opinión), El último exorcismo. A los mandos de la nave, pues ni idea. El único nombre que me suena de los créditos es el de Eli Roth, productor en este caso, un tipo que disfruta con el género terrorífico y que a mí al menos me hace disfrutar con chorraditas tan graciosas como Cabin Fever o Hostel.
El asunto lo comienzo a ver reticente, pero a los pocos minutos me siento gratamente enganchado a la trama. El formato es de falso documental, con todo lo que ello conlleva: cámara en mano, insertos de entrevistas, apelaciones a la cámara, elipsis mediante el apagado de la cámara... (prometo un texto sobre este subjénero al que le estoy dando vueltas). Debido a la forma y a la temática, uno piensa en El Proyecto de la Bruja de Blair, que no fue el primero en utilizar estos recursos, ni quizás el que logró mejores resultados artísticos, pero sí fue el primero que lo petó y como referente se ha quedado. Pero la película que nos ocupa, aún recurriendo a las formas del falso documental, se permite pequeñas licencias, como el uso puntual de la banda sonora para recalcar momentos de tensión. No busca, pues, una pureza estilística, sino un espectáculo, conseguir una película con ritmo, una película que mole. Y lo logra sin que la tensión decaiga, con una trama modélica pero con sorpresillas, unos personajes carismáticos y con un casting muy acertado... y un retruécano final que te deja con mal cuerpo un par de días.
Ah, ¿qué no saben de que va? Pues va de un predicador de la América profunda, un pelín tramposillo pero bienintencionado, que por circunstancias vitales se ha acabado dedicando, además de a su congregación, a realizar falsos exorcismos por todo el país. Él no cree en las posesiones diabólicas, que considera arrebatos de ignorantes para exteriorizar problemas psicológicos. Así que acepta que un par de personas le acompañen a un último paripé de exorcismo para que lo graben y dejar constancia de su tesis... pero claro (sin “pero” nunca hay película), la cosa esta vez parece más real de lo habitual. Y aquí lo dejo.
El casting, como ya he dicho, muy bueno. Mención especial para la chiquilla endemoniada, que ya da miedo cuando está “normal”, y para el chaval que hace de su hermano, que aparece muy muy poco, pero cuando lo hace transmite muy muy mal rollo.
En resumen, una película modesta, que seguramente pasará desapercibida, pero muy inteligente, bien construída, y que habla de muchas cosas con aparente liviandad (ese retrato de la América profunda es inmisericorde...). Recomendable si te va este palo.