domingo, 30 de enero de 2011

lunes, 24 de enero de 2011

:el pequeño Christian, de Blutch

¿Recuerdan ustedes la serie Sigue soñando (Dream On en el original)? En los créditos iniciales vemos al protagonista, Martin Tupper, creciendo desde que es un bebé frente al televisor, engullendo horas y horas de ficción que, irremediablemente, se le quedarán incrustada en el córtex cerebral y contrapuntarán situaciones de su vida adulta. Ahí radicaba uno de los grandes hallazgos de esta serie llena de aciertos: mostrar como la ficción se inmiscuye en nuestras vidas con un peso específico comparable al de eso que llamamos realidad.

Esto es más evidente cuando eres niño, cuando las coordenadas rectoras todavía son flexibles, los límites están difusos y todo es posible y posee el mismo grado de existencia. Realidad y fantasía se entremezclan en una amalgama compacta difícil de separar. Blueberry puede ser más “real” que ese hermano de tu padre que sólo se pasa por casa en Noche Buena.

Pocas veces he visto representado ese estado de demencia infantil con tanta claridad y talento como en este El pequeño Christian, de Blutch (pseudónimo de Christian Hincker, con lo que aquí conquetea con la autobiografía y multiplica los juegos entre realidad y ficción) . La edición de Norma compacta en un volumen los dos álbumes originales franceses, editados con diez años de separación.

Christian es un niño normal de su época, los años setenta, criado entre tebeos y televisión. Los personajes que desfilan por sus revistas y series favoritas se le presentan en su vida cotidiana en esa suerte de esquizofrenia infantil en la que uno se cree cowboy hasta el punto de jurarlo frente a un tribunal. El primer álbum, con un dibujo en blanco y negro tremendamente plástico y expresivo, se compone de historias cortas, cuatro o cinco páginas, donde vamos entrando en la vida de Christian, su familia y amigos. Lo que al principio se centra demasiado en la dicotomía realidad/fantasía, va dando paso a una certera y deliciosa recreación de la vida de un infante: leer tebeos a escondidas, enamorarse de una estrella de la televisión, la rivalidad con las niñas, el primo ligeramente mayor que te abre los ojos sobre ciertos aspectos, la violencia de los maestros, las diferencias étnicas, los primeros picores... todo engarzado con una naturalidad y una fluidez, un sentido del humor y una hondura que sitúan la obra de Blutch a la altura de otras grandes recreaciones de la infancia, como el Pequeño Nicolás, o la Henriette de Dupuy y Berberian.

Pero es con el segundo álbum aquí incluído donde Blutch da un paso más hacia la genialidad y mejora algo que parecía inmejorable. Físicamente la diferencia es palpable: pasamos del blanco y negro a un precioso bitono, pasamos de las viñetas cerradas a unas sin marco, y el dibujo se hace más límpio, con un trazo más fino y suelto, en un prodigio de dinamismo y búsqueda del detalle preciso que está a la altura de muy pocos dibujantes actuales (en Francia se me ocurre Blain y poco más). Enfrentados a su lectura encontramos otra diferencia crucial: lo que en el primer álbum eran historias cortas que formaban un crisol más temático que narrativo, aquí nos encontramos con que los distintos relatos, salvo el primero, conforman una historia unitaria, concretamente la del primer amor.

Efectivamente, por el personaje de Christian pasa el tiempo con sus consecuencias, y esa indiferencia por las féminas de su edad se ve destruída cuando se enamora de una amiga de veraneo, Catie Borie. Blutch plasma a la perfección, como si le acabase de pasar a él la semana anterior, esos sentimientos del primer amor, esas dudas, esos infiernos, esas recompensas... todo ello narrado con un contagioso sentido del humor, no se asusten.

Como guinda, un final absolutamente desgarrador, plasmado con una sencillez y una naturalidad que acrecientan su valor, y que convierten al conjunto en algo muy hermoso, muy real y muy grande. Porque este es uno de los cómics más grandes que se publicarán este año, no se dejen engañar por el tono y la aparente modestia de lo que narra. Blutch sólo sabe hacer grandes obras, y esta es de las mejores.

martes, 18 de enero de 2011

:DeLillo en el punto omega

Don DeLillo es uno de los escritores vivos más importantes. Importante por lo que está diciendo y cómo lo está diciendo.
Su última novela, Punto omega, es un texto breve, pero esconde entre sus escasas páginas un misterio insondable, una sabiduría rumiada, amasada, destilada durante décadas por la mente de DeLillo. Ha depurado su estilo hasta un punto en que las palabras, simplemente, le obedecen. Todo lo accesorio ha desaparecido del texto, concentrado en trasmitir la información de forma pura, como una fórmula matemática.

Un personaje anónimo, apollado contra la pared de una sala de exposiciones del MoMA, ve día tras día la proyección de la pieza de Douglas Gordon "24 Hour Psycho", que consiste en la ralentización de la famosa película de Hitchcock desde los 24 fotogramas por segundo de rigor, a 2 fotogramas por segundo, para que dure 24 horas. Esta ralentización consigue alterar la sensación de tiempo y espacio del espectador, destruye sus conceptos espaciotemporales.
Como una imagen especular, Richard Elster, un antiguo asesor de guerra del Pentágono, se retira al desierto en busca de espacio y tiempo. Un joven cineasta lo visita para tratar de convencerlo de hacer un documental sobre su experiencia y sus reflexiones sobre la guerra de Iraq. Sólo un plano de él sobre una pared.

La hija de Elster los visita y se crea una extraña sociedad que parece funcionar como una familia, hasta que algo inesperado y devastador sucede y todo se desmorona.
La relación entre las dos partes, museo y desierto, se nos aclara al final del libro. Bueno, "aclarar" quizá no sea la palabra, porque la novela se cierra manteniendo gran parte de su misterio, sin desvelar esas partes esenciales que permitirían ver la foto completa.
"Si lo revelas todo, si desnudas todos tus sentimientos, pidiendo comprensión, pierdes algo fundamental para tu noción de ti mismo. Necesitas saber cosas que los demás no saben. Lo que los demás no saben es lo que te permite conocerte a ti mismo."

viernes, 7 de enero de 2011

:un genio llamado Bernie Krigstein

¿Bernie Krigstein un artista flamenco? Tampoco es eso, pero sin duda utiliza elementos compositivos que pueden retrotraerse a los pintores flamencos clásicos.
Escogemos, casi casi al azar, esta tira de cuatro viñetas que forma parte de una página de tres tiras de Krigstein ; aislamos, pues, el elemento estructural básico horizontal, que a su vez forma parte de un elemento vertical más complejo: la plancha.
Es cierto que un cómic incluye un elemento plástico que no suele aparecer en la pintura: los bocadillos. Esta información verbal aparece aquí en la parte superior, bien aislada, bien diferenciada, sin estorbar a la lectura de la imagen. Uno puede limitarse a leer los textos y sobrevalorar las imágenes inferiores sólo para hacerse una idea espacial, para completar la información. Pero si uno se detiene en las imágenes y las analiza, la riqueza y sabiduría compositiva de Krigstein recompensará con creces el tiempo dedicado.

La composición se estructura mediante líneas diagonales que dirigen nuestra mirada, que la conducen a través de las distintas viñetas y en el paso de una a la siguiente, conformando un todo unitario, una continuidad fluída. Estas líneas maestras (resaltadas en amarillo en la imagen inferior) crean una dinámica interna, hacen que la imagen no sea monótona, estática, aburrida. La composición vibra y fluctúa, y al mismo tiempo se nos aparece clara, sencilla en sus formas.
La lectura de la primera viñeta comienza con el bocadillo, sigue en el rostro compungido del personaje de la izquierda, y la diagonal en la solapa de su compañero nos conduce hasta el personaje de la segunda viñeta. Nuestra mirada asciende para leer lo que éste dice, y después leemos lo que contesta el otro personaje; la diagonal de la cama, de nuevo, nos lleva a descender y pasar a la tercera viñeta: allí nos encontramos con las piernas del mismo personajes, ayudando a formar la imagen que se nos ha escamoteado en el paso entre viñetas: el movimiento de incorporarse. Ascendemos por la diagonal de la manga hasta la cara, dónde vemos como su expresión ha cambiado y ahora hay enfado en su gesto. Pasamos a la siguiente viñeta, dónde este mismo personajes responde a su propia pregunta, y el gesto curvo de su brazo cierra la composición como un paréntesis, la imagen simétrica y complementaria del brazo de la primera viñeta (resaltados con líneas azules en la imagen inferior). Estos paréntesis delimitan la imagen general, sirven de márgenes compositivos, como ocurría en muchas pinturas flamencas, como en el celebérrimo Descendimiento de Van der Weyden (1436). Las similitudes no se quedan ahí, también en la estructuración mediante diagonales reales (pliegues de la ropa, miembros...) e imaginarias (miradas).

La lectura de ambas obras, también es similar: de izquierda a derecha, algo habitual al ser de una cultura occidental, y con dos elementos que puntuan el principio y el final de la lectura: en el cuadro de Van der Weyden las dos mujeres con turbantes blancos; en el caso del cómic, la cabeza con sombrero y la mano que abofetea (remarcados con equis rojas en la imagen inferior). En ambos casos, estos elementos son el principio del primer paréntesis y el final del segundo; son, pues, los elementos que abren y cierran esta unidad narrativa. La expresión de preocupación del personaje con sombrero termina con la bofetada que recibe en la última viñeta. Una unidad significativa comienza y termina.
Fijémonos también en como este personaje, que aparece en inferioridad con respecto al otro, en la composición también se sitúa en una posición inferior, para resaltar el poder que su compañero posee sobre él: su rostro es el único que aparece por debajo de la línea de flotación, por así decirlo: de la línea que comprende a la mayoría de los rostros (resaltado con una línea blanca en la imagen inferior).
Valga todo esto como modesto homenaje a la riqueza del trabajo de un genio como Bernie Krigstein, con una obra breve e inserta en el cómic de género para público juvenil, pero no por ello menos fascinante y llena de sabiduría.