Un par de series británicas que me he visto
recientemente.
En un extremo, el melodrama policial Broadchurch. Primera tanda de 8 episodios (que no tengo ni
idea de cómo piensan continuar), siguiendo la costumbre inglesa de temporadas
cortas. El punto de partida no es
especialmente novedoso (de hecho, desde la ya lejana Twin Peaks casi parece un
lugar común al cual las ficciones televisivas seriadas vuelven una y otra vez):
en una pequeña ciudad aparentemente idílica aparece un niño muerto, y la
posterior investigación policial deja al descubierto la podredumbre subterránea
de muchos de los ciudadanos.
La trama se va desvelando poco a poco, sin olvidar
ninguno de los ángulos (convecinos, policía, prensa...), repartiendo mierda
para todos por igual. Como viene siendo
canon en estos casos, los sospechosos del crimen se van sucediendo en los
episodios, hasta llegar a la resolución del misterio, más o menos
imprevisible. El gran acierto en este who did it continuo, en esta yincana de
presuntos asesinos, es que esas subtramas-callejón-sin-salida en realidad están
preparando, temática y moralmente, el verdadero final, la verdadera resolución
del crimen. Chapeau.
Tanto detrás de las cámaras (o del guión), con Chris
Chibnall, como delante, con David Tennant (y otros), encontramos relaciones con
esa institución británica que es el Doctor Who, que no tiene que ser, por sí
mismo, ni bueno ni malo, pero es así.
La realización es modélica, con un uso de los filtros
y los objetivos exquisito, y con ese tono tan británico que encuentra la media
sonrisa hasta en los lugares más insospechados.
En el otro extremo del cuadrilátero tenemos la
producción HBO pero de alma inglesa Hello Ladies. Se trata de una comedia perpetrada por
Stephen Merchant, el gigantesco partenaire de Ricky Gervais en sus mejores empresas. Como en sus trabajos conjuntos, aquí la
comicidad es, mayormente, a costa de sus protagonistas, sumergiéndose en la
vergüenza ajena y las situaciones incómodas como un cochino en un charco de
lodo.
La cosa va de Stuart Pritchard, un empresario
informático inglés mudado a Los Angeles y que dedica todas sus energías en
intentar ligarse a toda moza despampanante que se le ponga a tiro. El cuerpo desgarbado de Merchant sirve para
evidenciar esa torpeza social, esa continua ineptitud imposible de ocultar con sus 2,04
metros de desesperación sentimental.
El resto de los personajes
principales (una eterna aspirante a actriz, un divorciado que se niega a asumir
el fracaso de su matrimonio...) no se quedan atrás en cuanto a patetismo. El único personaje que parece moverse con
soltura por entre los entresijos sociales es, paradójicamente, Kives, un sátiro
paralítico que suele conseguir lo que ansía (básicamente ser follado) quizás
por andarse sin dobleces e ir de cara.
Si uno gusta de las
situaciones que se alargan hasta lo incómodo, y la gente que se engaña a sí
misma para intentar alcanzar algo cercano a la felicidad, esta es su serie.