1. Existe este extraño
fenómeno pop: las películas de grandes estudios que nos llegan de dos en
dos. Ya saben: después de años sin
rodarse un western de alto presupuesto, de pronto un año se ruedan dos biopics
sobre Wyatt Earp, otro año tocan dos superproducciones de meteoritos
acercándose a la tierra, o dos películas sobre terremotos, o dos películas
sobre submarinos, o dos películas sobre ladrones de coches albinos, o lo que
toque.
Este curso
cinematográfico le ha tocado el turno a Alfred Hitchcock, con el producto HBO
titulado The Girl, y con Hitchcock, que me temo se ha llevado toda la
publicidad debido al plantel de estrellas que lo puebla.
2. No existen los finales
felices, sólo los fundidos a tiempo.
Toda ficción comprende un pedazo de realidad, una fracción temporal de
las vidas de unos personajes. Pero
sabemos que toda historia de amor, tras el y
fueron felices y comieron perdices y fundido a créditos, incluye momentos
amargos y sinsabores. Lo sabe por
ejemplo Haneke, que en su Amour comienza donde las demás historias de amor suelen
terminar.
Una oportunidad
perfecta para apreciar esta impostura de los falsos finales felices se nos
presenta con el visionado conjunto de Hitchcock y The Girl, exactamente en ese
orden.
3. Hitchcock, la
película, se centra en el período en que Hitch preparaba y rodaba Psicosis, un
film a la postre tremendamente exitoso, pero que le supuso un gran riesgo
económico y personal llevarla a cabo.
Hitchcock, la película, es un producto con una pátina hollywoodiense almibarada
que convierte la oscuridad de Hitch en poco más que caprichos. Un sobreactuado Anthony Hopkins, maquillado
como un villano de Dick Tracy, da vida a un Hitch de chichinabo, cuyos únicos
problemas parecen ser cierta tendencia a comer y beber de más, y a encapricharse
con sus actrices. Los responsables de la
película se esfuerzan en crear una historia de amor entre el director y su
esposa y colaboradora, Alma Reville, con un juego de celos cruzados que termina
con un Hitch claudicando a sus caprichos y aceptando que su esposa es su
verdadero amor. Vaya paparrucha.
La película
concluye con un Hitchcock hablando a cámara, como en su célebre serie
televisiva, preguntándose cuál será su próximo proyecto. Un cuervo se posa en su hombro, un guiño a
cualquiera que sepa dos palabras sobre cine de que Los pájaros será su
siguiente obra maestra. Y así concluye
esta película fofa, llena de estrellas desaprovechadas, de personajes que van y
vienen sin aportar nada, una película falsa y mentirosa como sabrá cualquiera
que haya profundizado un mínimo en la personalidad del director británico.
4. Y The Girl
comienza exactamente donde Hitchcock termina, ya que es una crónica de las
vicisitudes del rodaje de Los pájaros (y en menor medida de Marny la ladrona,
su siguiente proyecto). Aquí, con un
menor despliegue monetario, pero con la sobriedad de los productos HBO, si se
nos presenta a un Hitch oscuro, obsesivo, sádico, inseguro, caprichoso y, por
todo ello, complejo y humano.
Absolutamente obsesionado con Tippi Hedren, la destruye física y
mentalmente para reconstruirla a su gusto, como un Pigmalión psicópata. La relación con su esposa, estupendamente
interpretada por Imelda Staunton, resulta mucho más dolorosa y creíble con sólo
un par de escenas, con sólo un par de miradas, que en toda la película de
Hitchcock. Al tratarse de una tv-movie
el acabado no es tan almibarado, y hay momentos de verdadera desazón, de una
crueldad y un sadismo impensables en un producto Hollywood para el gran
público. Toby Jones hace un trabajo soberbio
encarnando a Hitchcock, demostrando que, teniendo menos nombre que otros divos,
tiene un talento interpretativo de primer nivel.
Esta película, que
puede parecer una coda de la primera, es en realidad la demostración de la
falsedad de aquella, de lo impostado de su final feliz. Deja con el culo al aire a Hollywood.