23 de octubre - Me paso la mayor parte del día mirándome, literalmente, el ombligo. Tengo un remolino de vello a su alrededor en el sentido de las agujas del reloj. Me pregunto si estaría al revés si viviese en Australia. Mañana tengo que pasar vez en el paro, así que tendré que madrugar. Me acuesto temprano pero da igual, entre la falta de costumbre y los gatos no pego ojo hasta las tantas. Los gatos se pasan media noche maullando afuera, como en medio de un cortejo desesperado, o quizás estén follando, o las dos cosas. Qué extraños me resultan los animales.
24 de octubre - He madrugado para ducharme y afeitarme para ir al paro. Agradezco este tipo de excusas para que mi vida mantenga un mínimo de dignidad, como cuando limpias cuando alguien viene de visita. Al final me liaron más de lo que creía: como se me está acabando la prestación me han pasado a una superior (o por lo menos a alguien con despacho propio) llamada Encarna, que me ha estado hablando durante una hora sobre motivación, sobre cartas de presentación, sobre formatos de currículum y cosas similares. A los cinco minutos he medio desconectado: seguía escuchando lo que me decía pero haciendo un esfuerzo titánico por que sus palabras no hiciesen mella en mi cerebro, expulsando su significado de mi mente para quedarme sólo con el repiqueteo de su voz. Me pareció una mujer con una cara aburrida, y en general creo que trabajar en la oficina del paro debe de ser lo más triste del mundo. Mucho más que estar parado; aunque probablemente me equivoque.
Al final su discurso me ha hecho más daño del que creía, y no soy capaz de comprarme un libro que veo curioseando en una librería. Salgo con la cabeza gacha, pensando sólo en dinero. Y me queda un día largo por delante.
Decido hacer algo de provecho: limpio un poco en casa, pongo orden, tiro un par de revistas viejas (antes recorto un par de artículos salvables que sé que acumularé y acabaré tirando también). Saco la basura y meto cada cosa en su correspondiente contenedor. Esto me hace sentir reconfortado y parte de una cadena inabarcable de solidaridad y bondad. Por la noche me veo La gran evasión. Los gatos siguen a lo suyo.
2 comentarios:
Te diría que me resulta gozoso leer tus textos, pero seguro que harías algún juego de palabras grotesco y malintencionado... o no.
Sencillamente sugerir que te animes a plasmar en papel esto que haces. Al fin y al cabo no resulta tan complicado publicar; si yo lo he hecho...
Jejejeje
Trataré de seguirte aunque añades cosas demasiado rápido para mi.
¿Es par resarcirte por todos los meses en que no actualizaste espantajerías?
Un saludo, viejo... o nuevo.
hola, compadre:
se agradecen los comentarios, y más si son favorables, y más si son tuyos, cuya prosa tengo en gran estima. Sé que publicar es relativamente fácil, pero me falta fuerza de voluntad e iniciativa, que a ti te sobran. No entro ni salgo en cuestiones de calidad, que sospecho que hay cosas tirando a infectas por ahí impresas a la venta. Actualizo esto a rachas, y ahora mismo estoy pasando una racha creativa, que se le va a hacer. Llegarán tiempos peores. un saludo y espero que todo te vaya bien.
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