Esperamos a nuestros enemigos agazapados, conteniendo el aliento. Son cuatro meses ya, y si no fuera por el Coronel, sería muy difícil mantener el entusiasmo y la tensión de los primeros días. Sólo nosotros sabemos que hay una guerra en curso; el resto de los ciudadanos siguen con sus vidas: en el bar de abajo las putas juegan al parchís mientras esperan nuevos clientes, y el resto esperan nuevas ofertas de teléfonos móviles o lo que sea. Todos estamos esperando algo.
El Coronel va de cuarto en cuarto dándonos ánimos con pequeñas arengas. Hoy nos dice que prefiere enemigos con armas automáticas que con semiautomáticas, porque con estas últimas tienden a apuntar mejor; sin embargo el miércoles nos dijo que reconoceríamos a nuestros enemigos sólo porque nos apuntarán con sus armas. No comento nada sobre estas contradicciones, porque los ánimos ya están bastante bajos: el Coronel ha perdido más de quince quilos la última semana. Si no llevase siempre el mismo pasamontañas, creo que ni lo reconocería.
El Coronel va de cuarto en cuarto dándonos ánimos con pequeñas arengas. Hoy nos dice que prefiere enemigos con armas automáticas que con semiautomáticas, porque con estas últimas tienden a apuntar mejor; sin embargo el miércoles nos dijo que reconoceríamos a nuestros enemigos sólo porque nos apuntarán con sus armas. No comento nada sobre estas contradicciones, porque los ánimos ya están bastante bajos: el Coronel ha perdido más de quince quilos la última semana. Si no llevase siempre el mismo pasamontañas, creo que ni lo reconocería.
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