Lo prometido es deuda: aquí está la segunda recopilación de las aventuras de ese insigne escritor y pensador que es D.H. Lawrence. Por qué he elegido a este tipo de entre todos los intelectuales que han sido y son, cuando sólo me he leído un par de libros suyos, y uno creo que ni lo entendí, es uno de esos misterios que la humanidad, en su limitación, nunca llegará a desvelar, como por qué los extraterrestres construyeron las pirámides en Egipto en vez de en Salou, que tiene mucho mejor clima y contacto por carretera. Misterios y más misterios.
Espero que disfruten esta segunda entrega, que algunos capítulos les despierten esa sonrisa de niño inocente que aún cree en la magia, y otras les hagan pensar en lo fútil y absurdo de la existencia, como si en su lecho de muerte su amada esposa le reconociese que lleva cuarenta años sintiendo asco y sólo asco por su alitosis, una alitosis que nadie le ha comentado que tenía y por la que será recordado por todos sus conocidos. Sí, usted sólo será aquel señor al que le olía la boca a pozo negro, se siente. Con ese pensamiento expirará su último (y fétido) aliento y dejará este mundo con una mueca de angustia y nausea. Qué mierda de vida.
Y sin más, les dejo con este festival de virtuosismo gráfico y chascarrillos a costa de minorías con pocas posibilidades de querellarse con éxito. Nos vemos.
sábado, 2 de abril de 2011
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