jueves, 10 de julio de 2008

:manuscrito hallado en una botella (de licor café) [37]


21 de noviembre - La magia química hace que duerma del tirón, sin sueños; profundo, oscuro y silencioso como el fondo del océano. Al echar el pis matutino veo que mi glande está mucho mejor; un par de días de higiene íntima han bastado para que vuelva a su saludable y rubicundo estado habitual. Es lo bueno y lo malo de la polla: con tantos capilares es extremadamente delicada, pero también se cura con una rapidez pasmosa. Son cosas que he ido aprendiendo por mí mismo con los años. De mi abuelo aprendí los grandes principios de la higiene en los cuatro años que vivió con nosotros, sólo con observarlo, sin necesidad de que dijera una sola palabra. Aprendí que no hay mejor cepillo de dientes que una manzana; que después de beberse una lata de cerveza hay que arrugarla y después de usar un palillo hay que romperlo. De él aprendí que había algo secreto en la higiene: una vez por semana se metía en el cuarto de baño y salía una hora después, con otra ropa, oliendo a colonia y con el pelo cortado. A simple vista no notabas que se había cortado el pelo; para ello había que fijarse en los pequeños mechones de canas que quedaban pegados en el lavabo. El hecho de que se cortase el pelo a sí mismo me parecía un signo de grandeza que lo elevaba por encima de los demás mortales. Estaba convencido de que los reyes se cortaban el pelo a sí mismos. También aprendí de él a contar los triunfos de la baraja, que la telilla de la leche se aparta soplando, no con los dedos, que no hay nada mejor para dormir que una buena taza de café y que los hombres, en general, respiran más fuerte que las mujeres. Lo único que me quedó por aprender por mí mismo tenía que ver, precisamente, con mi polla. De reojo podía ver cómo se sujetaba para mear y elegir la variante que más me conviniese, y que había que sacudirla al terminar. Por exploradores avanzados supe cómo había que agitarla para que, supuestamente, te diese gusto, aunque tuve que aportar tanto de mi parte que casi lo consideré un hallazgo personal. Fuimos, probablemente, la última generación analógica. Esconder revistas porno debajo de una piedra o dentro del tocón de un árbol para que fuese rotanto por toda la pandilla, suena ahora antediluviano y cándido, como de película de Mickey Rooney. Recuerdo como un momento de revelación cuando comprendí que las mujeres que se pasaban el día en la puerta de su casa calle arriba eran putas (fuese lo que fuese eso). Para mí sólo eran señoras mayores que llevaban faldas una cuarta más cortas que las demás señoras de su edad. Retroactivamente todo adquirió sentido: los aldeanos que se paraban a hablar con ellas, las miradas de desprecio de las demás mujeres, el frío silencio al pasar frente a ellas… Todavía me cuesta considerar a las prostitutas como referentes sexuales, y cuando echo un vistazo a las secciones de relax de los periódicos, no puedo dejar de desconfiar cuando leo lo de “Foto real”. Sin embargo, si alguna vez he necesitado sexo profesional es en este momento. Y las circunstancias también son las más propicias: vivo solo por primera vez en mi vida, y fuera de mi ciudad natal, lo que envalentona a uno para hacer cosas que en otras circunstancias no haría: leer best-sellers en público, pasear con chanclas y bermudas, parar un taxi con un gesto y un silbido o, por qué no, contratar los servicios de una prostituta. Estudiaré la cuestión, pero con prudencia. Dormir bien puede ser contraproducente: de pronto me he sentido optimista y vital, y hoy ya he cometido dos errores de los que me estoy arrepintiendo: he rechazado un trabajo por teléfono (número oculto, con lo que no puedo contactar con ellos), y he borrado el mensaje de Z, en un ritual que simboliza una vida que se ha quedado, definitivamente, atrás. Pero sólo me quedan dos pastillas y empiezo a perder la confianza y el optimismo y la vitalidad. Tócate los huevos.

4 comentarios:

campanilla dijo...

hola!
pues gracias por el comment,
la primera vez que entre en estado de shock con la musica fue con grace, cada vez que lo oigo se me ponen los pelos de punta, jeje.
un abrazo
me pasearé por aquí.
:)

Unknown dijo...

Es fantástico, Toni, a mi edad todo lo que escribes tú o tu compadre del Otro Lado, me "suena" a revival de los '60s, la beat generation, kerouack del ángel subterráneo, etc, o me hace respirar el clima de una caminata nocturna (hoy) por los suburbios de Buenos Aires.Por eso digo que es fantástico lo que haces, porque estás revelando con un relato ajustado, mínimo pero contundente, una vida que parece pasar lejos de nosotros, los tipos mayores (de edad, claro). Y escribes con mucho talento.
Un abrazo enorme, Toni, y dile a Galicia que la amo!!!
Roberto

Piluca-Hebe dijo...

Toni, cuanto más te leo, más me gusta. No dejes de escribir JAMÁS. Un besazo.

toni bascoy dijo...

Caray, que lujo de lectores. Así es imposible dejar de escribir (tranquila, piluca). A mí, campanilla, me pasa lo mismo con el Grace, por eso no puedo escucharlo demasiado. Bienvenida hoy y siempre que quieras pasarte. Roberto, que maravilla de comentario... Kerouac y compañía, para bien o para mal, nos han influenciado a todos los que intentamos juntar dos letras desde entonces... los hayamos leído o no, que sé de casos que no. Y aunque en mi fuero interno me siento más próximo a Kafka, Joyce, Borges, Beckett (con perdón), es cierto que el tamiz beat se siente más, porque quizás la forma es más la de ellos. Supongo que crearon una modernidad que dejó obsoleto a todo lo anterior (como los Beatles en la música), y aún vivimos de sus hallazgos. Si te pasas otro día por aquí, y no te importa, recomiéndame un par de escritores de tu tierra (una compatriota tuya me dió a conocer a Bioy Casares, y aun tiemblo de la emoción con La invención de Morel).Un abrazo enorme, y no dudes de que Galicia también te ama.
Piluca, ya le debo empezar a tratar de usted, como a todos los ilustres veteranos de este vuestro humilde blog. Estoy aquí para satisfaceros, así que mientras sigan entrando aquí a leer mis ocurrencias, no dejaré de colgarlas. Un besito y que todo, pero todo, les vaya bien.