Ahí vamos con
las películas que más he disfrutado este 2015. Como siempre, películas de este
año, más alguna del 2014 que no se han estrenado hasta el 2015 y por tanto
incluyo en la lista. Si no podemos ser flexibles con estas tonterías, apaga y
vámonos. Como es habitual en mis repasos, dentro del top-ten hay un pelotón de
7 que me cuesta posicionar, y las tres primeras, que sí, están por ese orden
porque en ese orden me han gustado y he hecho el esfuerzo (de nada) de
analizarlas y puntuarlas dentro de mi corazoncito. Afuera llueve, vamos allá.
Pelotón, sin
orden de ningún tipo:
Whiplash
(2014) de Damien Chazelle. Sí, ya parece antigua, pero se estrenó en el 2015.
Sí, ya lo ha dicho todo el mundo, es el "Karate Kid del jazz", pero
me logró mantener en tensión todo su metraje, los conflictos están bien
planteados, y las interpretaciones son de aúpa.
Mistress
America (2015) de Noah Baumbach. Este tipo ya solo debería hacer películas con Greta Gerwig, porque las demás le salen como acartonadas. Esta es fresquita,
ligera, y tiene un largo acto de comedia de puertas ambientado en una casa que
es de lo más gracioso que he visto este año.
Slow West
(2015) de John Maclean. Este año (y el 2016 parece que apunta a que seguirá
así) marca una vuelta al western. Esta película es eso, una del oeste,
modernita y rarita, siempre cerca de la impostura pero sin caerse nunca por ese
pequeño barranco, lenta (el título no miente), pero no aburrida, con pequeños
grandes detalles, con un humor muy particular, y con un acto final antológico,
un tiroteo filmado con gran hermosura.
Ex machina
(2015) de Alex Garland. Poca ciencia ficción de calidad he visto en pantalla
grande este año. Esta pequeña obra de cámara se salva, y llega a un digno
notable aunque los giros se vean venir como si una señal de tráfico fluorescente
los anticipase. Tiene un toque philipdickiano
no demasiado obvio, y los actores están muy bien. Y las actrices mejor.
It Follows
(2014) de David Robert Mirchell. Vale, me he tragado el hype hasta el fondo. Me la vi con ganas pero con la mosca detrás de
la oreja por tanto consenso. Por una vez estoy de acuerdo con las alabanzas: un
nuevo giro al slasher, sí, una
película realmente inquietante. Vale que en el páramo del segundo acto pierde
algo de fuelle, y en general se la nota descompensada, como si necesitase un
nuevo re-montaje... Pero tiene algunos de los mejores momentos del cine de
terror que he visto en años, y una atmósfera general muy lograda. Y no comete
la estupidez de sobre-explicar.
Force Majeure
(2014) de Ruben Östlund. Ja, menuda película, menuda patada en los mismísimos
al concepto de familia, del amor y de todo lo que se le pone por delante. Qué
divertida por momentos, y qué mensaje más incómodo y que bien/mal se queda uno
después de verla.
Schneider vs.
Bax (2015) de Alex van Warmerdam. Soy fan de Warmerdam, en general, y cuando
las películas le salen bien, las disfruto como un cochino. Esta me ha gustado
mucho, aunque sigue con su estilo (particularísimo) sin aportar ninguna
novedad: autoconsciencia, acción rodada con tiralíneas, historia que comienza
in media res para desconcertar al personal, giros raros, y una extrañeza que no
se va diluyendo a pesar de su ya larga trayectoria.
Y el top tres,
las medallas, los jefes de este año:
3. Bone
Tomahawk (2015) de S. Craig Zahler. Otra muestra de que el western vuelve con
fuerza, esta vez mezclado con otro género que no quiero adelantar para los que
no la hayan visto (solo les advierto que mejor que tengan las pupilas
curtidas). Una película desesperantemente dolorosa, una persecución acuciante,
angustiosa (como una revisión de Centauros del desierto), en la que nos
arrastramos por los pedregales y los matojos acompañando a los protagonistas en
busca de... del puto infierno, no les voy a engañar. Buf.
2. The Duke of
Burgundy (2014) de Peter Strickland. Este director ya nos venía avisando de que
la iba a liar, y lo ha hecho con esta película buñueliana embebida en LSD. Una historia de dominación y placer con
vuelta de tuerca (no digo más), bellísimamente rodada, como un artefacto salido
de otra época. Una cosita extraña, que se refleja en sí misma, atípica y
difícil de catalogar (¿Viridiana + Picnic en Hanging Rock?). Un peliculón,
vaya.
1. Mad Max:
Fury Road (2015) de George Miller. Poca sorpresa aquí. Yo también me rindo ante
la machada de Miller, una oda al dinamismo, a la acción desenfrenada, al
bizarrismo 2000 AD. Una película que hay que verla (y oírla) para creerla; una
superproducción con sentido: todos esos medios son necesarios para contar esta
historia, para sumergirnos en ese mundo absolutamente loco que no da respiro
desde el segundo uno. Vista por segunda vez... pues sí, hay un pequeño bajón en
la (por otro lado casi insoportable) tensión hacia el final del segundo acto,
supongo que una exigencia de los consejeros médicos de la Warner para evitar
infartos en la sala, porque esta película es como el mayor y más aparatoso
accidente de tráfico jamás rodado. Parece como si el cine se hubiera inventado
solo para hacer algo así.
Y ya fuera del
top-ten, pero disfrutables:
Hits (2014) de
David Cross, por defecarse en la mismísima boca de los modernitos de Brooklyn;
Inherent Vice (2014) de Paul Thomas Anderson, porque parece que cada vez se la
sopla más todo; Réalité (2014) de Quentin Dupieux, porque aunque ya se repite,
a mí me sigue divirtiendo; Near Death Experience (2014) de Benoît Delépine y
Gustave Kervern, por ver a Houellebecq en pantalones de ciclista durante una
hora y media; Les combattants (2014) de Thomas Cailley, porque es una historia
de amor divertida y, finalmente, conmovedora; When Marnie Was There (2014) de Hiromasa
Yonebayashi, porque Ghibli hace maravillas aun sin Miyazaki; Queen of Earth
(2015) de Alex Ross Perry, porque es preciosa y desgarradora, y Elisabeth
Moss borda el papel de loca del coño; Creep (2014) y The Overnight (2015),
ambas de Patrick Brice, la primera por inquietante, la segunda por hilarante
(la escena de micropene vs. macropene en la piscina es para mearse); Goodnight
Mommy (2014) de Severin Fiala y Veronika Franz, porque aún siendo tramposa
tramposa, deja un mal cuerpo que dura unos días (eso para mí es un acierto,
apunto); Negociador
(2014) de Borja Cobeaga, porque trata un tema peliagudo con un humor muy
personal, muy sutil, y con una limitación de elementos que, en lugar de
empequeñecerla, la hace más grande; Cop Car (2015) de Jon Watts, porque, aunque
la modestia no tiene porque ser una virtud, si logras una buena historia con
tan pocos mimbres, a mí me tienes medio ganado; Youth (2015) de Paolo
Sorrentino, porque Sorrentino es Sorrentino; The Salvation (2014) de Kristian
Levring, otro western atípico (por su nacionalidad) pero clásico en sus formas,
y con un arranque (los 20 primero minutos) antológicos; Victoria (2015) de Sebastian
Schipper, por el alarde técnico del plano secuencia de dos horas, pero también
por lo que cuenta en esas dos horas; The Wolfpack (2015) de Crystal Moselle,
porque sí; The Lobster (2015) de Yorgos Lanthimos, porque un Lanthimos a medio
gas y un poco redicho sigue estando por encima de la mayoría; Sicario (2015) de
Denis Villeneuve, porque no cuenta nada nuevo, pero lo parece.
2 comentarios:
De todo lo que pones y he visto, me ha gustado Mad Max y Salvation. La de Tarantino...demasiado Tarantino, yo le metía un buen tijeretazo. Whiplash me pareció buena y Ex-machina sobrevalorada ( temas muy, muy trillados ya). Sicario me deja indiferente. Me fastidia que no pongas Star Wars jajajaja.
Jajjajajjaja, no la he visto... todavía
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