Estos son los cómics que más me han gustado en el
2015. Normas: obras publicadas en España en el 2015, ni recopilatorios (esto me
lo pasaré por el forro un par de veces) de obras antiguas, ni obras publicadas
en el extranjero. Normas arbitrarias, sí, pero es lo que hay. Y lo que hay es
lo que sigue, un top-ten con siete no-ganadores, y los tres medallistas.
Después, un gran pelotón a los que les agradecemos la participación. Al tomate:
Sangre americana (2015) / C.A.U. (2015), de Benjamin
Marra: incluyo aquí de forma tramposa los dos tomos que le han sacado Autsider
al macarra de Marra y me quedo tan ancho, porque lo de Marra no es una obra
concreta, un título en especial, una colección en particular: es una forma de
hacer cómic, y así como en los listados de los mejores cómics de la historia
siempre hay uno que se llama "Crumb", porque Crumb es su obra y su
obra es Crumb, algo parecido pasa con Marra, salvando las distancias. Puede
acabar incluyéndose, por error, en este revival ochentero irónico que nos asola
(y desola), pero lo suyo es mucho más, hay mucho que rascar en estas epopeyas
de violencia y sexo bien/mal dibujadas, anti-basura autoconsciente que los de
Autsider han cubierto con la pátina lujosa de un catálogo de exposición
subvencionada, en dos preciosas ediciones. Ellos entienden. Ellos saben.
Hit emocional (2015), de Juanjo Sáez. Qué maravilla
encontrarse de nuevo con el Juanjo más vital. Su obra es como un monólogo libre,
sincero, como un niño corriendo cuesta abajo. La excusa aquí son sus páginas
publicadas en el Rock de Lux sobre sus canciones favoritas, pero el resultado
es una autobiografía desde la música, parte fundamental de la vida del autor,
donde esas páginas son lo de menos, y las menos, de una obra vital y
contagiosa. Una obra importante.
La casa (2015), Paco Roca. Este tío me ha ido ganando
con el paso de los años. Como casi todo el mundo, lo "descubrí" con
Arrugas, y supongo que estaba yo en una época un poco grinch de mi vida, pero
no me pareció para tanto, y los parabienes que le caían de todos lados me
dolían como insultos personales hacia mí. No supe ver lo importante que esa
obra fue en su momento, por la apertura de fronteras que suponía, por poner a un
autor (que no me parecía un genio, y además sonreía y parecía feliz hablando de
su obra en público, horror) en los medios generales, un, por mucho que me
pesara entonces, embajador de nuestro pequeño país en ese gran país de la
cultura seria y elevada. Así de tonto era yo entonces. Sus siguientes obras sí
me gustaron, ese mérito he de reconocerme: me tocaban la fibra con su aparente
sencillez (un estilo depuradísimo, invisible), y con unas temáticas que ahora
sí me emocionaban. La casa sigue en esta línea de excelencia, sigue engordando
una carrera que no baja del notable alto ni queriendo, con un estilo más apresurado
y fluido, supongo que por la necesidad imperiosa de exorcizar ese dolor y esos
recuerdos. Me cogió este libro por sorpresa, me parecía demasiado próximo a su
anterior obra, y por el formato y el dibujo creía que era un divertimento, una
obra menor dentro de su trayectoria. Nada más lejos de la realidad. En pocas
ocasiones llegará Roca tan alto y tan profundo. Perdona, y sobre todo, gracias.
¡García! (2015), de Santiago García y Luis Bustos. A
falta del tomo segundo que concluya la obra, y que por ahí dicen que incluso
sube el nivel y la intensidad de este, no puedo evitar meter este precioso
tomito en el top-ten porque, básicamente, es uno de los diez cómics que más he
disfrutado este año. Un agente durmiente del pasado franquista es reactivado en
el presente, en nuestro presente, ahora, en un mundo de ebullición política muy
similar al que vivimos, con lo que la visión, y los métodos expeditivos y en
blanco y negro del agente García, contrastarán con la realidad multicolor, por
así decirlo, del mundo que se encuentra en su despertar. Mucho humor y mucha
acción en una trama perfectamente construida y dosificada por Santiago García,
y dibujada como los ángeles por Luis Bustos (y por Manel Fontdevila en los
flasbacks).
Last Man 5 (2015) de Balak, Sanlaville, Vivès. Porque
uno no puede llegar a todo lo que se publica, esta obra me había pasado
desapercibida, a pesar de estar metido en ella Vivès, uno de los autores más
interesantes de los últimos años. Lo bueno de llegar tarde a ella es que me he
metido un atracón de cinco tomos de este delirio que mezcla artes marciales y
culebrón con una trama que no da pausa y un dibujo acertadísimo en su fluidez.
Pese a jugar con referentes "menores", una obra mayor y, a falta de
llegar a la conclusión, una de las mejores series que se están publicando en la
actualidad.
El árabe del futuro (2015), de Riad Sattouf. Otra
obra en curso, esta autobiografía del gran Sattouf, de nuevo mirando a la niñez
y juventud, en este caso la suya. Divertido (mucho) y emotivo, aparentemente
ligero y menos transcendente que otras autobiografías enmarcadas en los países
de oriente medio, muestra sin embargo toda la problemática de aquellos países
desde una perspectiva y una voz convincentemente infantil.
Otoño (2015) de Jon McNaught. Por fin se publica a
este autor en castellano, por fin alguien se ha atrevido con una de sus
preciosas filigranas, otra de sus historias sin apenas historia. Influido por
Chris Ware, directa o indirectamente, McNaught resalta la belleza del objeto
que es el libro en sí, juega con su materialidad, con su textura y su diseño,
todo ello integrado en una obra que parece desprender silencio, calma, sosiego.
Se centra, como Ware, en el paso del tiempo, en cambios minúsculos, en el paso
de las horas y los minutos, un día en la vida de gente corriente, anodina, casi
anónima, fijándose y centrándose en los pequeños detalles, en los pequeños
movimientos que suceden como milagros entre las viñetas. Más cercano a la
poesía que a la narrativa, McNaught es un autor necesario, de los que limpian
los ojos.
Los medallistas:
3. Chapuzas de amor (2015), de Jaime Hernandez. Lo
del Xaime es para investigarlo. No se me ocurren más autores que hayan
mantenido una obra durante tantos años (décadas) como es su gran epopeya Locas,
de la que este tomo es el más reciente capítulo, no solo manteniendo el nivel,
sino subiéndolo con cada apuesta. Ya hace mucho que Hernandez ha alcanzado la
excelencia, ya solo le quedaba quitar, no podía añadir nada a su estilo ni a su
concepto narrativo. Y eso es lo que viene haciendo de un tiempo a esta parte:
quitando poco a poco lo accesorio hasta que lo que queda es pura esencia,
diamantes; cada página, cada viñeta, cada bloque de tinta, cada línea, cada
elipsis, tiene su razón de ser, y no podría ser de otra forma. Sí, hace tiempo
que Hernandez ha alcanzado la perfección, y ahí se mantiene, con sus personajes
que están más vivos que la mayoría de la gente que vas a conocer en tu vida.
2. Bahía de San Búho (2015), de Simon Hanselmann.
Siendo coherentes, si el primer tomo de las aventuras de Megg y Mogg nos había
robado el corazón, este segundo no podía ser menos, cuando lo que Hanselmann
ofrece es más de lo mismo: es decir, más páginas de la misma maravilla.
Eliminado el factor sorpresa que supuso el primer recopilatorio, en este
disfrutamos con los adorables (sí) personajes, con la maravillosa técnica de
Hanselmann, y con su extraña facultad para capturar el momento actual mediante
las desventuras escatológicas, psicodélicas y surreales de una pandilla de freaks
de Tasmania. La vida es exactamente esto.
1. Aquí (2015), de Richard McGuire. A este hombre ya
se le adoraba en esta casa desde hace tiempo, por su primer Here, por sus
contados cómics, por sus ilustraciones y portadas, por sus animaciones, por sus
diseños, por sus juguetes... Este segundo Here no se limita a ampliar el
primero, a convertir aquellas pocas páginas en blanco y negro en un tomo en
color. No ha inflado aquel hallazgo, para que nos entendamos. Un autor con tan
poca obra y tan arriesgada no podía dedicar tanto tiempo de su vida a una obra
derivativa. Este segundo Here amplifica el primero y alcanza cotas que en aquel
apenas se intuían, e introduce muchos otros elementos; uno de ellos, la
emoción: el primer Here era un experimento clínico, este segundo es una gran
novela, y el tiempo amplificado en sus cientos de páginas permiten a McGuire
jugar más a las repeticiones, a las rimas, a los personajes y situaciones
recurrentes. Esto crea momentos cargados de humor, otros de tensión, y otros de
emoción, como ya he indicado. Con pocos cómics he llorado en mi vida, y este es
uno de ellos. La fragilidad de la vida humana, el parpadeo que dura una
civilización, lo diminuto de nuestros dramas, contado desde un rincón, una
esquina que se forma en el vértice de este libro, aprovechando la forma del
continente para introducir el contenido. Una obra mayúscula, irrepetible, única
y perfecta.
No están en el top-ten, pero son la pera:
La formidable invasión mongola (2015), de Shintaro
Kago. Una historia paralela de la humanidad desde la mente desquiciada de Kago.
Unas manos-caballo (no me pregunten) cambian por completo el devenir de la
historia humana. Hilarante.
Orgullo y satisfacción (2015), VV.AA. Siguen ahí, mes
a mes, a lo tonto, publicando a algunos de los mejores autores españoles, que
con el tiempo se han ido apartando de la actualidad sociopolítica (aunque esa
sigue siendo la excusa) para volver a sus temas recurrentes y sus series y
personajes. Aquí brilla Paco Alcázar, Manel Fontdevila, Alberto González
Vázquez, Luis Bustos, las Pacheco o Albert Monteys... No sé que más se puede
pedir por un euro y medio.
¡Universo! (2015), de Albert Monteys. Y hablando de
Monteys, si el desmantelamiento de el Jueves ha servido para que este tipo se
haya desatado y comience a hacer lo que de verdad le apetece, para mí ya está
bien. Lo demuestra mes a mes en Orgullo y Satisfacción con el muy disfrutable
El show de Albert Monteys, y ya en ¡Universo! llega a su cénit, dando rienda
suelta a una de sus pasiones, la ciencia ficción, con historias autoconclusivas
dibujadas que ni te lo puedes creer, con humor y poso, eso tan grimoso de
"te deja pensando".
Submun-dos (2015), de Kaz. Otra ración, otro tocho
impepinable de Autsider. Si te leíste el primero, no tengo nada que añadir que no
sepas ya. Si no lo leíste, que te den.
Todo el mundo tiene envidia de mi mochila voladora
(2015), de Tom Gauld. Para sonreír con batín de seda y pipa de brezo, junto a
la chimenea. Gauld tiene una extraña facilidad para concentrar en cuatro
viñetas tantas referencias cultas sin resultar pedante, que parece una ducha
templadita de autoestima con final feliz. No tengo ni idea de lo que significa
lo que acabo de escribir, pero el cómic me ha gustado mucho y me he reído un
montón.
Fragmentos del mal y Hellstar Remina (2015) de Junji
Ito. Dos por el precio de dos. Dos idas de bola de Ito, tienen que estar aquí y
aquí están.
Julie Doucet cómics 1986-1993 (2015), de Julie Doucet.
Rompo mi propia norma de no incluir recopilatorios de obras antiguas porque
Julie Doucet fue uno de mis primeros amores en esto del cómic adulto, allá en
los lejanos años noventa, una época de pedidos por correo y leer con el
diccionario al lado. La recopilación de Fulgencio, modélica, perfecta...
pimenteliana, o sea. El contenido: el Big-Bang, ni más ni menos.
Cráneo de azúcar (2015), Charles Burns. Ay, quería
que esta obra estuviera en el top-ten, y muy arriba, pero se ha caído hasta
aquí porque me ha parecido que los hallazgos de los dos primeros tomos se han
descalabrado un poco, solo un poco, en esta resolución. Demasiados fuegos de
artificio para una obra que apuntaba a grande y se ha quedado en mediana.
Mediana a nivel Burns, es decir, muy grande.
Las migajas (2015), de Peeters y Al Rabin. Obra
primitiva de Peeters, con aspecto de divertimento y resultado divertido. Un no
parar de situaciones absurdas, como si los Hermanos Marx se hubiesen colado en
una obra de Chejov.
Zanardi (2015), de Pazienza. Sigo cagándome en mi
norma: otra recopilación, otra obra maestra, otra maravilla que no está en el
top-ten porque no es actual, ya ves tú qué tontería.
Por sus obras le conoceréis (2015), de Jesse Jacobs.
Una cosmogonía hecha cómic, o viceversa. Una maravilla.
Silvio José rescatado (2015), de Paco Alcázar.
Alcázar es de lo mejor que hay en este país, así en general, y hasta que ha
recuperado a su Silvio José en las páginas de Orgullo y Satisfacción, esto era
lo que quedaba de su personaje más carismático, las migajas finales. Cotejando
páginas primerizas con las últimas podemos ver que el personaje, el autor y la
obra han evolucionado, y sí, han mejorado. Nuestro tiempo será estudiado por
los arqueólogos del futuro, si tienen luces, en estos tomos, no en los
periódicos.
El hombre sin talento (2015), de Yoshiharu Tsuge. Una
obra autobiográfica muy amarga, labrada desde cierta apatía y, como su propio
título indica, desde la modestia. Porque aquí no solo hay talento, hay genio.
Jupiter's Legacy tomo 1 (2015), de Millar y Quitely,
por Quitely, claro.
Rituales (2015), de Álvaro Ortiz. Mira que sus dos
obras anteriores, laureadas y celebradas, me habían dejado tibio. Pero con esta
me ha ganado, la he disfrutado hasta el último trago: donde antes veía
artificio e influencias demasiado claras, ahora veo fluidez y sinceridad. No
tengo ni idea de cómo va a superar este listón el bueno de Ortiz, pero espero
que él sí lo sepa.
Oh diabólica ficción! (2015), de Max. Otra maravilla
del maestro Max, otro de los elegidos (como ya he dicho en referencia a Jaime
Hernandez), que va a más con el paso de los años. Solo que el culo inquieto de
Max le obliga a cambiar continuamente, siempre empezando, como si cada viñeta
fuese la primera que dibuja en su vida, pero con toda su vida, y la sabiduría
que ha adquirido, plasmada en ella.
Lose (2015), de Michael
DeForge. Recopilatorio de su monografía Lose, donde podemos apreciar su
evolución gráfica y temática, hasta llegar a ese compost, a ese estado en
descomposición que parece su dibujo actual, todo hueso y cartílago.
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