Los blogs se están muriendo, ya lo saben ustedes.
Como los dinosaurios, se están extinguiendo poco a poco, no de un plumazo, y
están siendo sustituidos por equivalentes más pequeños, adaptables y peludos
(vale, la metáfora no es perfecta, pero ya me siguen). Este mismo blog ha
pasado en poco más de un lustro de las 155 entradas en 2008 a las 5 en 2015, y
tres de ellas eran un resumen del año anterior.
Este año, me temo, va a ir a por los mismos
derroteros. A medida que pasan los años y uno va contando las canas (por ahora
las puedo contar con los dedos de las dos manos, pero están ahí, en mitad de la
maraña) apenas queda tiempo ni energías para colgar aquí elucubraciones más o
menos estructuradas, y mis laberintos mentales acaban en formatos más extensos
y perdurables (o eso quiero pensar).
Acercándose como un tiro la mediana edad, eso sí, me
estoy volviendo más conservacionista (que no conservador) y ya no solo acumulo
papel y demás materiales que van tomando poco a poco nuestra casa, sino también
listados, inventarios donde voy archivando todo lo visto y leído, todo lo
disfrutado o sufrido, un vaciado de una escultura que sería, tras pulir y
retocar, el paso del tiempo sobre mi persona, eso tan rimbombante que suele
conocerse como vida.
Lo importante, ustedes me entienden, no es necesario
dejarlo por escrito; las películas que he visto en el 2015, tampoco, pero me
hace gracia tenerlas así, todas juntas, un recordatorio de horas pasadas y, la
gran mayoría, olvidadas. Les prometo que algunos títulos de hace apenas unos
meses ya no me remiten, salvo IMDB mediante, a ningún recuerdo. Absolutamente a
ninguno, como si me los hubiese inventado en un arranque de autosabotaje a mi
yo futuro, a este perplejo yo que teme sufrir los primeros achaques de demencia
senil prematura. De las más memorables,
de las que no solo recuerdo su título sino que todavía me conmueven y mueven
hasta el teclado, les hablaré en breve. Después, de mis comics del 2015, y
alguna otra cosa que se me ocurra. Como un Tiranosaurio mirando para otro lado,
ignoraré ese resplandor en el horizonte y seguiré a lo mío mientras este
hábitat siga siendo habitable; cada vez más raquítico y esquelético, casi como
una pieza de museo arqueológico, pero aquí seguiremos.
P.D.: la foto que acompaña al texto no la he elegido yo; o no yo solo. Tras releer el texto buscando errores sintácticos, lo primero que he pensado es lo que lleva por título este post, y lo segundo, que parece el texto de un señor aburrido y mayor. Poniendo esas palabras en el buscador de imágenes del google, "señor aburrido y mayor", esta es la quinta imagen que me ha sugerido el hijo de perra. No tengo ni idea de por qué; ambos señores han llegado a una edad respetable, de eso no hay duda, incluso impensable para sus estilos de vida. Pero dudo que se hayan aburrido demasiado. Misterios de los algoritmos.
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