domingo, 22 de febrero de 2009

:manuscrito hallado en una botella (de licor café) [55]


Última parada, discoteca outlet: aquí sólo quedan los restos saldados por los que nadie ha mostrado interés en la temporada alta. Hacemos un corro a modo de fuerte defensivo para separarnos de las baratijas. Con nuestros trajes parecemos exactamente lo que somos.
Rafaela se me pega, creo que más huyendo de Jota que por interés hacia mi persona. Jota, despechado como un adolescente, se muestra indiferente y socarrón: dice, a todo el que lo quiera oír, que está saliendo con una arqueóloga; con una carcajada añade: le interesa sobre todo el homo erectus. Seppuku sexual. Rafaela y yo nos miramos y nos reímos de él sin disimulo, con las despreocupación que otorga el alcohol. Nada une más que el desprecio compartido. Comprendo que he ganado la batalla de las afinidades justo cuando alguien propone dejarlo por hoy y que nos vayamos a dormir. Fantástica idea para las cinco de la mañana. De camino a los coches me apuro en buscar rincones de Rafaela que mirar de reojo, hallazgos a través de su traje pantalón. Pero como en los Phoskitos, sólo encuentro siga intentándolo, hay miles de regalos. Una nueva batalla se libra dentro de mí, entre mi instinto reproductor y mi balcón con vistas al jardín romántico. Y de entrada intuyo cual va a ganar.
Nos separamos en los mismos grupos en los que hemos venido, por algún tipo de camaradería impostada que a estas alturas ya no tiene sentido. Dejamos a las chicas en casa primero y Damián y yo tenemos una conversación de machos mamíferos en edad de apareamiento: chabacana y básica, muy básica. Me pregunta por Bea, y yo le hablo de Rafaela llamándole Bea mientras pienso en Z. Un lío, vaya.
Y en esto ya son las ocho y tengo que afeitarme y ducharme para no llegar simplemente a tiempo. Me alegro de que sea una hora tan intempestiva, porque por un segundo se me pasa por la cabeza llamar a Z, y lo que mi sentido común no es capaz de rechazar lo hace mi sentido del decoro. Me alegro de que vivamos en una sociedad tan reglada, porque mi pensamiento se está volviendo tan abstracto que la mayor parte del tiempo no sé ni lo que estoy pensando. Supongo que la falta de sueño me hace soñar despierto. Fin del día.

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