viernes, 11 de abril de 2008

:manuscrito hallado en una botella (de licor café) [14]

4 de noviembre - El cartero llama a la puerta, despertándome de mis ensoñaciones matinales. Cuando estoy recogiendo el correo de encima de la alfombra una viejecilla a la que me he cruzado varias veces por la calle empuja tímidamente la puerta y me saluda. Me dice que están (no sé quienes) vendiendo unos calendarios del Domund para recaudar “un dinerito”. Desde mi posición, todavía agachado con las cartas en la mano, veo de soslayo un enorme calendario de pared que la viejecilla despliega ante mis narices. Durante una fracción de segundo veo la foto de una negra a cuatro patas, mirando con lascivia al objetivo, con el culo en pompa. Durante esa fracción de segundo el universo deja de tener sentido, todas las leyes naturales se desmoronan como el engaño de la ilustración que siempre han sido y comprendo que el mundo está abocado a un caos sin solución. Un pestañeo después veo con claridad la foto, donde una pobre adolescente subsahariana con evidentes problemas de desnutrición mira con ojos desorbitados al objetivo, cargando en sus espaldas, como una mochila, a su bebé, cuya cabeza calva confundí con una nalga. Me reconforta comprobar que el mundo aún tiene una oportunidad, que el que no tiene solución soy yo.
Ya incorporado decido comprarle un calendario, más por congeniar con el vecindario que por otra cosa. La viejecilla recibe la noticia con una alegría desproporcionada. O eso creo yo hasta que me dice que cuesta 20 €. Con el culo temblando voy a por la cartera y le pago con un billetazo que la viejecilla hace desaparecer dentro de su bolso con más velocidad de lo que sus manos artríticas podrían hacer suponer.
Cuando me quedo a solas compruebo el correo, que trae sorpresa: me han vuelto a mandar la carta para la tal Marta Barcia Noya. Alguien ha cruzado una raya con un bolígrafo sobre la dirección, pero creo que como tachón ha resultado demasiado sutil. Una cosa hay que reconocerle al servicio de correos: lo que les falta en pericia les sobra en incompetencia. Decido atajar el problema y meto el sobre dentro de otro sobre que dirijo, sin remite, a la remitente. Dentro, una somera nota explicativa y mis mejores deseos de que su mensaje llegue a su destino. Necesitará toda la suerte que pueda acumular.
El resto del día, sin pena ni gloria.

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