El azar ha hecho que la
primera bolsa que llega a mis manos no sea especialmente prometedora, al menos
a priori. Una cuartilla con un listado
de los tebeos que hay dentro, una prevención de mi yo del pasado para
facilitarme las búsquedas, me recibe antes de abrir la bolsa. Algunos títulos me traen buenos recuerdos con
su sola mención, otros ni recuerdo haberlos leído.
Abro la cremallera y huelo
el interior.
Nunca he sido demasiado
olfativo, a pesar de tener una buena pista de aterrizaje. Veo a esas personas que abren los comics
nuevos y lo primero que hacen es abrirlos, meter las narices dentro y respirar
profundamente, y siento envidia, como si me estuviese perdiendo parte del show. Yo soy eminentemente visual: disfruto del
tacto de las páginas, de su textura, del peso del objeto, del sonido de las
páginas al pasarlas y toda la pesca… pero lo que me fascina, lo que sigue
dándome vueltas años después dentro de la cabeza, son los dibujos, la
cuatricromía, las tipografías, los logotipos empresariales, las cabeceras de
las secciones de correo, las líneas cinéticas, los contornos de los globos, las
onomatopeyas… Por eso, aunque adoro el objeto, creo que no sufriré un trauma
cuando los tebeos se conviertan en digitales de aquí a unos años.
Por el bien del experimento,
huelo el interior. El inconfundible
aroma de la tinta de los tebeos está oculto bajo el fuerte olor a papel viejo y
húmedo. Huele a librería de segunda
mano, ni más ni menos: un olor acre que se agarra al fondo de las fosas
nasales, que me evoca humedad e insectos xilófagos. No pone en marcha ningún proceso
proustiano, o nada relacionado con lo
que hay en el interior de la bolsa. Así
que vamos con el contenido.
Encima de todo, tres tebeos
sueltos de “el corredor escarlata”.
Primero: Flash serie limitada 50 aniversario num. 1. He de decir, así, ya de buenas a primeras,
que siempre he sido más de Marvel que de DC, no creo que por una cuestión de
calidad (de hecho, cuando comencé a leer tebeos “en serio” en los 80, DC tenía,
sino una calidad media superior, sí unos highlights mucho más evidentes y que
han trascendido más), sino de presentación: las ediciones de Zinco me parecían
oscuras y pobres en comparación con el cinemascope dolby surround de Fórum, que
se me antojaban irresistibles objetos pop (mentira, eso me lo parecen ahora,
entones simplemente me resultaban más molones).
En realidad los comics americanos tenían el miniformato de Zinco,
mientras que los de Fórum se habían inventado un formato un poco más grande (el
célebre, para toda una generación, “formato Forum”), para lo que ampliaban los
originales americanos. La distribución
de Zinco también era más caótica, al menos en mi ciudad, así que blanco y en
botella: fui un Marvel Zombie, no un DC Addict.
Lo de DC lo viví un poco de
soslayo, un poco sin entenderlo del todo: los multiversos, la Crisis en Tierras
infinitas… lo leí por encima y me pareció indigesto y como si hubiese nacido
viejo.
Y Flash… como concepto me
encanta, el traje clásico rojo también me parece muy grande (no así el prehistórico,
el de la palangana en la cabeza, que bebe, como mucho del material DC de los
treinta y cuarenta, de la mitología clásica), pero nunca he leído demasiado de
él. Cosas sueltas, empezadas in medias
res e inconclusas, como destellos. Así,
obviamente, es imposible meterse en una mitología y un corpus con tanto peso
como el que me imagino posee Flash después de tantas décadas. Pero tampoco me estresa: abro un cómic, lo
leo, aprovecho lo que puedo, y lo que no lo dejo. Había TANTO, que no me importaba perderme
ALGO. Eso cambiaría unos años después.
No recuerdo haber comprado
este tebeo concreto, pero supongo que caí en la trampa fácil de “el número 1”,
y no me atrajo lo suficiente como para continuar comprándola (y con mi
presupuesto exiguo de entonces, para “hacer” una colección, tenía que gustarme
MUCHO). Echo un vistazo al interior y
tampoco me dice gran cosa: supongo que me lo leí una vez, hace más de veinte
años, y no he vuelto a abrirlo desde entonces.
Me llaman la atención un par de cosas que entonces seguro que se me
pasaron por alto: una introducción contextual de Mark Waid, uno de esos hombres
de empresa siempre tan voluntariosos y cargados de datos que ayudan a ver que
todo lo que se hace en el presente es una nueva Edad de Oro (como Raimon
Fonseca en España, vaya). La última
página del tebeo reproduce un poema de Kipling, siguiendo esa moda instaurada
por Moore en su Watchmen de salpicar los tebeos con citas literarias, como para
dar mayor empaque y profundidad (los imitadores, no Moore). En el listado de novedades del mes (octubre
del 90), veo que DC estaba en una época relativamente notable: La Liga de
Giffen y DeMatteis, V de Vendetta, Animal Man de Morrison, Hellblazer de
Delano, etc.
Seguimos con otro tebeo: El
nuevo Flash, especial Legends num.1 (caí otra vez en la trampa). Esta portada sí la “recuerdo”: Flash
corriendo por una pista de aterrizaje a la misma velocidad que unos cazas. Visto ahora, por encima de la iconicidad de
Flash (que sigue funcionando) sólo puedo ver los defectos: demasiado peso de la
figura, lejos del dinamismo que debería de tener (y que tenía, por ejemplo, dibujado
por Carmine Infantino): parece una estatua más que un corredor real (¿se puede
correr con los pies así?). Los objetos
están “mal” dibujados: tienen una fuente real, pero son reduccionistas y
torpes. ¿Tanto cuesta conseguir unas
fotos de un F-15 para documentarse? ¿Los
edificios del fondo no parecen un aeropuerto hecho con piezas de Tente? La cuatricromía con degradados ya anticipa el
futuro coloreado informático, pero vista ahora parece más kitsch que no un
logro técnico.
En el interior de la portada
vemos una primera versión de la portada, con un corredor más coherente (o que
al menos no parece estar flotando en el espacio), así como unos edificios más
creíbles, y unos F-16 copiados de la realidad, no imaginados por un niño.
De la historia en sí no
recuerdo nada: incluye los dos primeros números de uno de los reinicios de la
colección en USA, con guión de Mike Baron (Nexus!) y dibujo de Jackson Guice,
un tipo al que no sé muy bien por dónde pillar: parece venir de esa escuela de
cuerpos alargados y anatomías definidas de Neil Adams, con gestos graves, como
de película sueca. Pero por otro lado
tiene un aire muy hortera, y un acabado anatómico al límite de lo correcto,
como si fuera un buen mal dibujante (o un mal buen dibujante). No debería gustarme, pero me gusta.
Hojeando el tebeo, hay mucha
fisicidad, mucho interés en describir a un Flash “real”, que, por ejemplo, debe
alimentarse constantemente para contrarrestar el desgaste de sus carreras. Supongo que otra herencia del mayor
“realismo” que venía imponiendo Watchmen (con un guiño en una de las viñetas). Hay, por encima del argumento, varias
imágenes que sí me han quedado grabadas en la memoria, como muestra de que, al
menos por entonces, leía los tebeos más icónica que literariamente. (¿Ha cambiado eso con el tiempo? Espero poder
responderme esta pregunta de aquí a unos cuantos posts).
(Continuará).
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