Fargo Rock City, de Chuck Klosterman (Es Pop Ediciones): el señor Klosterman nos cuenta su personal, y divertidísima, epopeya metalera ochentera, su travesía por el desierto de la adolescencia en el medio-oeste norteamericano en un pueblo de 500 habitantes. El glam metal salvó su vida y su cordura (?), y marcó su gusto como crítico musical, bebedor impenitente y sociólogo de salón. Aunque no seas fan de Mötley Crüe ni de Warrant, es un librillo muy disfrutable (aunque seguro que lo es más si te sabes de memoria los videoclips de Poison), porque esto es más una historia de crecimiento personal que de crítica musical, aunque de todo hay. Si estas apreciaciones parecen confusas es porque a) el libro en sí es tirando a tótum revolútum, y b) porque no estoy para mucho análisis (ya lo advertí). Muy recomendable.
(Un adelanto, aquí)
Pagando por ello, de Chester Brown (Ediciones la Cúpula): cada trabajo de Chester Brown es esperado en esta casa como maná caído del cielo. No sólo es uno de los autores de cómic más personal de las últimas décadas, también es uno de los mejores, de los más importantes. Ya sean obras autobiográficas (donde para un servidor es el Puto Amo), como en obras históricas, o bizarradas como su payaso Ed, la sensibilidad del autor está presente en cada trazo; trazo que ha ido perdiendo el temblor flamígero de los primeros tiempos por una mayor concreción, a medida que sus obras se van haciendo más analíticas (casi bordeando la obsesión). En este pequeño (en formato) tomito, Brown nos narra pormenorizadamente (esta es la clave) su trayectoria como cliente de prostitutas, con unos dibujos pequeñitos y sintéticos, como vistos a través de un microscopio. Hay una frialdad y un autoanálisis casi clínico en toda la obra, que parece brotar de la personalidad fría y desapasionada del autor, que se pasea por estas páginas con su rostro impertérrito como una máscara, como si su vida no estuviera, como así lo está, en una encrucijada vital. Lectura apasionante que hace pensar y meditar sobre la cuestión del sexo de pago, que se complementa con unos apéndices donde Brown profundiza más en las raíces históricas y las connotaciones sociológicas de esto del pagar por follar.
Todo esto que digo puede hacer parecer que es un tocho denso e infumable. Densidad hay: no es una cosita ligera para pasar el rato; pero hay humor si uno lo busca, y una postura tan sincera del autor, uno de los más talentosos del mundo, que hace que no sólo sea un cómic muy bueno, sino que es un cómic Grande.
(Una crítica magistral, aquí).
Pero ¿qué coño estás haciendo?, de David Shrigley (Blackie Books): si de libros difíciles de catalogar estamos hablando (que no, pero bueno), éste se lleva la palma. El señor Shrigley es un artista multimedia, fotógrafo, músico, escultor, cineasta… pero donde más fama ha cogido es en el ámbito de la ilustración. Con su estilo feista, expresivo y concreto, Shrigley crea ilustraciones comentadas con un gran valor icónico, con un humor muy muy especial (que algunos llamarán post-humor, y otros no llamarían humor), obras gráficas que parecen a medio camino entre eslóganes para camisetas cool y delirios de una mente ligeramente enferma, una especie de pop en estado de descomposición. La maravillosa edición de Blackie Books incluye cienes y cienes de ilustraciones, fotografías e instalaciones para hacerse una buena idea de por donde tira Shrigley, con el bonito detalle de que los textos están reescritos por el propio autor de su puño y letra, lo cual no es baladí, pues la tipografía es parte fundamental de su estilo. Si todavía tienen dudas para soltar los 30 napos, pueden echarle un vistazo a la página del autor para ver si es de su cuerda, tal que aquí.
Atentamente: T.
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