Con el estilo clásico de la BBC –trama solvente, estilo
sobrio, interpretaciones sin estridencias- nos llega esta miniserie de cuatro
episodios, cuatro horas que, aún tomándose su tiempo, sin prisas, nos mantiene
pegados a la pantalla hasta su desenlace.
Se trata de un policíaco clásico, un noir como de otra
época: ahora ya nadie roba dinero de verdad, dicen los personajes; su plan para
hacerse con toneladas de dinero en papel parece un acto romántico más que
delictivo.
La trama tiene su epicentro en un almacén de dinero, dinero
físico, que en este mundo de transacciones electrónicas se nos antoja como una
criatura antediluviana, una enorme ballena varada que resulta imposible de
ocultar o de ignorar. Su presencia lo
ocupa todo, obligando a los personajes a gravitar a su alrededor, a vivir su
vida en función de esa enorme masa. Los
tres protagonistas representan las tres actitudes que uno puede tener ante
varias toneladas de billetes de curso legal; tres actitudes después de decidir
robarlos, claro. Los tres quieren
mejorar sus vidas, pero por distintos caminos que parten del robo y concluirán,
claro está, en un enfrentamiento.
La historia empieza por el final, y sólo después, en un
juego de flashbacks y flashforwards, iremos entendiendo todas las implicaciones
y los juegos de poder. Y alguna sorpresa
que los creadores han sabido ocultar para mantener el interés durante los
cuatro episodios.
Jugar con la línea temporal para contarnos un atraco no es
algo nuevo; de hecho, es casi un recurso arquetípico. Recordemos dos ejemplos paradigmáticos:
Atraco Perfecto, con sus saltos temporales perfectamente medidos, perfectamente
estructurados, hizo que Kubrick comenzara a fraguarse su fama de dirigir cine
como un ajedrecista, con una puesta en escena fría, matemática, angulosa; cada
acción tiene una consecuencia, cada movimiento engendra más movimientos, y el
desenlace es el resultado lógico de un primer impulso. El punto de vista de Kubrick es
inmisericorde, no muestra la menor empatía con sus personajes, que parecen
vivir en un plano inferior, un submundo donde les mueven las pasiones, no la
razón. El choque entre los impulsos
animales de los personajes, y la retícula matemática en la que los atrapa el
director, crea una tensión y una fricción extraordinarias, conformando una obra
maestra incontestable del noir.
Tarantino comienza su carrera cinematográfica con Reservoir
Dogs, otro atraco imperfecto contado con saltos temporales. El estilo de Tarantino es opuesto al de
Kubrick, fundamentalmente porque en las más de cuatro décadas que separan ambas
películas ha pasado mucho cine, por ejemplo la nouvelle vague. La visión de Tarantino es posmoderna, está
más interesado en la lógica interna del relato que en su verosimilitud: no le
interesa el cine como metonimia, como espejo y resumen de la realidad; el
relato de Tarantino se explica a sí mismo y en sí mismo, y por tanto la
estructura responde a necesidades
dramáticas. Como dijo Godard, uno de los
referentes de don Quentin: Toda historia tiene un principio, un desarrollo y un final, pero no
necesariamente en ese orden.
El uso que se hace en Inside Men de la alteración temporal está a medio camino de estas dos propuestas,
pero más próximo a Atraco Perfecto en su clasicismo, en su falta de subrayados. Los saltos temporales vienen aclarados con un
cartel que indica el mes en que se desarrolla la secuencia, aunque en realidad
no haría falta porque el relato discurre meridianamente claro. Este pequeño peaje lo debe de pagar por
tratarse de televisión, un medio más permeable a la falta de atención del
público. La claridad estructural, sin
embargo, debemos entenderla como una virtud.
No es, por supuesto, una ficción de los años 50, sino del
2012, y por lo tanto tiene una pátina de posmodernidad, aun en su clasicismo
formal: aquí encontramos al traidor, al jefe, a la mujer fatal, al chapucero…
pero ninguno responde estrictamente al estereotipo, todos van un paso más
allá. La ambigüedad moral está
perfectamente explicitada en la magnífica interpretación de Steven Mackintosh,
personaje principal de la obra, envuelto en una búsqueda de crecimiento
personal que vertebrará la trama y nos llevará hasta un final, no sé si
sorprendente, pero desde luego sí distinto a dónde creíamos que nos
dirigíamos. Y eso, teniendo en cuenta
que la historia comienza por el “final”, tiene mérito.
En resumen: muy recomendable.