:espantajería

miércoles, 16 de enero de 2019

:repaso al 2018: cómic

Mi personal revisión de lo mejor del 2018 en el mundo del cómic. Ahí va mi top-ten:


10. ¡Universo! Vol. 1 (2018) Albert Monteys: recopila en un tomo los cinco primeros números editados digitalmente por Panelsyndicate (ha salido hace poco el sexto), por lo que uno puede pegarse un atracón analógico y descubrir uno de los mejores cómics de ciencia ficción del momento, y también uno de los más divertidos, y también uno de los más tristes, etc. Además, se me olvidaba, Monteys dibuja como quiere.
9. Nejishiki (2018) Yoshiharu Tsuge: salido de un universo paralelo, Japón, leyendo este recopilatorio de Tsuge que abarca distintos años y períodos de su trayectoria, podemos intuir a qué altura y profundidad se puede llegar hilvanando una viñeta tras otra. Tercera obra de este autor publicada por aquí, y tercera obra monumental.
8. Gus 4 (2018) Christophe Blain: fin de trayecto, conclusión de otra obra mayor de Blain. Pongan aquí todos los epítetos superlativos que se les ocurran para describir el trazo del francés, su capacidad para captar el movimiento, el detalle revelador, la pura gracia, y ya tenemos la reseña. Supongo que, cuando esto se recopile en un tomo, integral, se podrá apreciar mejor su grandeza, aunque solo sea por la anchura de su lomo.
7. Siete sitios sin ti (2018) Juan Berrio: qué poco se prodiga Berrio, tendría que haber un Berrio cada mes del año, cada mes de la vida, para poder entenderla mejor, la vida, con sus rimas asonantes, sus reflejos, sus entrecruzamientos. Si dibujar es clarificar, dejar a un lado lo superfluo, entonces Berrio tiene que ser uno de los mejores dibujantes que tenemos.


6. Pantera (2018) Brecht Evens: apabullante en lo gráfico, aterrador en su contenido, con ese aspecto de cuento infantil, Evens plasma en colores casi fauve, un recordatorio de lo que es la infancia: un cúmulo de temores, de misterios, de metamorfosis sin pausa.
5. La blusa (2018) Bastien Vivès: es Vivès un habitual de estas listas, porque por aquí se le aprecia, cuando vuela ligero y cuando se pone grabe, y sobre todo cuando se queda entremedias, como aquí. Otra clase de narración del ya-no-tan-joven prodigio francés, que parece acariciar con su trazo lo que representa.
4. El método Gemini (2018) Magius: monumental obra esta, una historia nada edulcorada, más bien amarga, de la mafia neoyorkina de los setenta; por lo que es inevitable hacer referencia al Scorsese de los grandes frescos, con lo que ello implica: movimiento continuo de la historia, violencia desatada, personajes cruzándose laberínticamente en esta hoguera que Magius dibuja como un tebeo de Disney donde el lumpen hablase con acento murciano. Hay aquí muchas decisiones arriesgadas, y todas, todas, funcionan a la perfección. Una experiencia eléctrica.


3. Unreal City (2018) D.J. Bryant: esta recopilación de historias cortas parece compilar, valga la redundancia, varias de las propuestas más excitantes del indie de los años noventa, germen de mucho de lo mejor que vivimos ahora en el mundo del cómic y la novela gráfica y todo eso; heredero, Bryant, de Clowes, Burns y compañía, su obra, lejos de ser derivativa y referencial, parece estar inventando algo nuevo con la gramática de antaño, y el disfrute es similar al de antaño, aunque uno no sea ya el de entonces, lo cual me parece un logro.


2. Röhner (2018) Max Baitinger: geometría y física, ideas hechas diseño (en el sentido de dar forma a algo), humor esquivo, Tati y Keaton pasados por el filtro de Becket, convertido todo en pinturas de Patrick Caufield. La obra de Baitinger, además de conjugar en mi mente todos estos, y muchos otros nombres más, da un nuevo sentido a la línea clara, y supone, para un servidor, la mayor sorpresa en viñetas del año (porque el número uno sí me lo esperaba).


1. Lo que más me gusta son los monstruos (2018) Emil Ferris: impepinable pódium, aquí y en la mayoría de las listas de lo mejor del año. Creo que desde la última obra de Chris Ware no había tanta unanimidad en que estamos ante una Obra Mayor; una narración poderosísima, tan atractiva en lo formal que puede distraer, sino fuera porque cada trazo tiene su sentido y su función. Apabullante, a la espera de que salga el segundo volumen que cierre la historia.


Fuera del top-ten, pero también recomendables: Last Man 9 (2018) Sanlaville, Vivès, Balak, se acerca el final de esta serie, que no deja de dar vueltas sin aburrir; En la cocina con Kafka (2018) Tom Gauld, otra recopilación deliciosa de chistes de una página, para reír de medio lado; El gato del rabino 6 (2018) Joann Sfar, el culo inquieto de Sfar vuelve a una de sus series más reconocidas, con otro capítulo maravilloso; Ulna en su torreta (2018) Izu Toru, el manga más adictivo que he leído este año, decir que es desconcertante es quedarse corto; Giant Days (2018) Allison, Treiman, Cogar, una maravillosa sit-com en viñetas, de lo más divertido y mejor dialogado que hay ahora mismo; El show de Albert Monteys (2018) Albert Monteys, recopila sus historietas “autobiográficas”, muy muy divertido; Pulse enter para continuar (2018) Ana Galvañ, ciencia ficción hecha aquí y ahora; Soppy (2018) Philippa Rice, deliciosa; The Black Holes (2018) Borja González, uno de los cómics españoles que más ha dado que hablar este año, y no es para menos: muy solvente, muy serio; Mi experiencia lesbiana con la soledad (2018) Kabi Nagata, si la sinceridad es una virtud, esta obra es de un virtuosismo casi insoportable; Belleza (2018) Kerascoël & Hubert: una delicia gráfica y una historia cercana al cuento moral clásico, pero con la crudeza de las versiones sin edulcorar; Criminal 7 (2018) Brubaker, Phillips: el noir de este año, se ha hecho esperar, pero ha valido la pena; Prison Pit 6 (2018) Johnny Ryan: este es un poco trampa, porque aún no se ha editado en español, pero lo incluyo porque es una de mis series favoritas de los últimos años, y este es el demoledor y nihilista final; El hombre garabateado (2018) Lehman y Peeters: una narración sobre el poder de la narración, y lo dibuja Peeters, para mí ya vale; Coleguis (2018) Matt Furie: desopilante; Poochytown (2018) Jim Woodring: otra virguería de Woodring, no hay nada más que decir; Yo, loco (2018) Altarriba, Kim: un thriller narrado con la sequedad y el virtuosismo del mejor polar; Alan y Martha (2018) Guibert: pequeña, en dimensiones, digresión en la biografía que de Alan está realizando Guibert, una maravilla al alcance de pocos; El tesoro del cisne negro (2018) Paco Roca, Guillermo Corral: Roca sigue sin agotar su hiper-capacidad narrativa, de hecho depurándola, y aquí poniéndola al servicio de un thriller de despachos que no decae, instruye y deleita; Rey Carbón (2018) Max: llega Max a una pureza narrativa y de trazo tal que ya no necesita ni palabras, ya que su dibujo es puro lenguaje. Me parece que no se dice lo suficiente: Max es un genio.


miércoles, 2 de enero de 2019

:repaso al 2018: cine


Aquí volvemos, un año más, con mi listado de lo mejor del año recién terminado, capítulo cinematográfico.
Echando la vista atrás, me ha parecido un año realmente potente, y eso que no he podido ver alguna película a la que le tengo ganas y que, con bastante probabilidad, entrarían en este listado (las últimas obras de S. Craig Zahler, Vermú, Strickland o Noé, por ejemplo). Pero, de lo visto, aquí os dejo mi top-ten, con un pequeño comentario sobre la marcha, seguido de un anexo de otras películas que he disfrutado y que os recomiendo.

10. November (2017) Rainer Sarnet: una película extraña y cargada de una religiosidad muy marciana para nuestros estándares y latitudes, plásticamente asombrosa.
9. The Rider (2017) Chloé Zhao: ya se habla, a raíz de esta película, de una especie de nuevo-neorealismo, o algo así. Como sea, a medio camino entre el docudrama y actores no-profecionales interpretándose a sí mismos (o a avatares suyos), Zhao consigue algo realmente emocionante sin rozar siquiera el melodrama. Bellísima y dolorosísima película.


8. Jusqu’à la garde (2017) Xavier Legrand: caramba, hablando de dolor… Prefiero no dar muchos detalles sobre esta cinta, solo decir que llega a unos niveles de intensidad, sobre todo en el último acto, que alcanza puro terror sin abandonar el realismo. La interpretación infantil del año, y los adultos no se quedan atrás.
7. Lazzaro felice (2018) Alice Rorhwacher: una de las películas más laureadas del año, y no sin razón; desconcertante, imprevisible, cargada de sentido sin subrayados, y de un preciosismo formal apabullante. Gran cine.
6. The House That Jack Built (2018) Lars von Trier: descenso a los infiernos, literal (pero literal), de un asesino en serie; quizás la película sobre un asesino psicópata definitiva (o la versión de von Trier de eso), con momentos descacharrante y patadas en los ojos, alternándose durante dos horas y media. Bravo, claro.
5. The Ballad of Buster Scruggs (2018) Joel y Ethan Coen: miedo le tenía yo a esta película, porque se estrenaba directamente en plataforma digital (no tengo prejuicios, pero la verdad, pocas GRANDES obras han sacado hasta el momento), y porque lo último de los hermanos me había dejado frío friísimo. Pero esta me ha encantado; un puñado de historias enclavadas en el western, tocando muchos lugares comunes y muchos tonos, pero siempre con el toque Coen. Solo por la historia protagonizada por Zoe Kazan, no por nada la más larga del film, ya valdría la pena. Pero el resto también está a gran altura, con unos Coen aplicando su refinadísima gramática a dos horas de puro disfrute.


4. Hereditary (2018) Ari Aster: hay varios novatos en este top-ten, lo cual me congratula. Aster, después de unos cortos que, cuando menos, son interesantes, debuta con una película muy madurada y cargada (quizás sobrecargada) de significantes y de simbología; parece que quiere abrumar con cada plano, con cada encuadre, con cada fotograma, por si no tuviera la oportunidad de volver a rodar. Pero a mí me ha gustado, no podía ser menos, por la forma (simetría, matrioskas, fotografía hiperdefinida, elegancia con momentos de desbarre a lo Ken Russell…) y los temas (el infierno familiar, sectas satánicas…). Vaya, que espero con ganas lo siguiente de Aster.
3. Under the Silver Lake (2018) David Robert Mitchell: como un basurero, Mitchell parece pasar con su camión por las calles de la cultura pop y arramblar con todo para volcarlo en en su película, un detritus en el que se descomponen Pynchon y Altman, Clowes y Hitchcock, en un viaje gozoso, lleno de callejones sin salida, en una búsqueda que, desde el principio, intuimos destinada al fracaso. Como siempre, lo importante es lo que el protagonista irá descubriendo mientras tanto, como que las revoluciones puntúan en el hit-parade.


2. Mandy (2018) Panos Cosmatos: una experiencia alucinógena como no había visto en años. Da igual el argumento (aunque no sea baladí, ojo) sino el viaje audio-visual. Un diseño de producción, una puesta en escena, un ritmo, unas dinámicas, unas interpretaciones… una película que no parece de este mundo, como quizás apunta el último plano. Es de ver y no dar crédito.


1. El hilo invisible (2017) Paul Thomas Anderson: si este ranking fuera una carrera de caballos, ganaría esta película por dos cuerpos de distancia. Lo que ha hecho Anderson en esta obra es tan apabullante en todos los sentidos que casi no te la puedes creer. Es absolutamente per-fec-ta. Un clásico instantáneo, una película de referencia, una obra mayor, etc, etc, etc. Si Anderson se casca un par de películas más de este nivel, estará en el olimpo acompañando a los más grandes. Así de buenas es, no exagero ni un pelo.

 

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Ahora ya, en plan telegráfico, alguna película más que me ha gustado en este 2018, sin ningún tipo de orden ni concierto: The Florida Project (2017) Sean Baker, muy natural y ligera, y muy dolorosa; The Square (2017) Ruben Östlund, otra patadita de Östlund; Selfie (2017) Víctor García León, divertidísima y muy vigente; Downsizing (2017) Alexander Payne, imperfecta y, la verdad, incluso floja por momentos, pero lo de los diminutos es algo que me encanta; Algo muy gordo (2017) Carlo Padial, un making of de la nada, muy divertida; The Day After (2017) y La cámara de Claire (2017) Hong Sang-soo, dos capítulos más de esa gran película que es la obra de Sang-soo; Cuerpo y alma (2017) Ildikó Enyedi, muy poética y melancólica, pero en bien; Noche de juegos (2018) John Francis Daley y Jonathan Goldstein, caramba, mi comedia mainstream del año, menudas risas; Dhogs (2017) Andrés Goteira, muy interesante ópera prima, muchas ganas de ver qué nos seguirá ofreciendo cuando gane en madurez y afine un poquito más; La enfermedad del domingo (2018) Ramón Salazar, mucha sencillez y elegancia; Braguino (2017) Clément Cogitore, un vistazo a la frontera de la civilización para ver meridianamente qué es la civilización; Undir trénu (2017)  Hafsteinn Gunnar Sigurðsson, ligera y bien dibujada comedia negra; El mundo es suyo (2017) Alfonso Sánchez, divertida actualización de la picaresca ibérica; Isle of Dogs (2018) Wes Anderson, un ejercicio de caligrafía, prácticamente sin historia, de una preciosidad casi insoportable; Dogman (2018) Matteo Garrone, durísima y contenida película, minimalista en su tragedia, profundísima; Los Increíbles 2 (2018) Brad Bird, virtuosismo narrativo, pura dinámica; Cold War (2018) Pawel Pawlikowski, como su nombre indica, una propuesta fría, antidramática, que llega a conmover precisamente por eso; Cam (2018) Daniel Goldhaber, interesantilla y muy zeitgeist y todo eso; Den skyldige (2018) Gustav Möller, un poco predecible, pero grato thriller reducido a un solo espacio y prácticamente un personaje, más allá del ejercicio de estilo, trepidante; An Evening with Beverly Luff Linn (2018) Jim Hosking, otra marcianada de Hosking, muy divertida y enrarecida; Todos los saben (2018) Asghar Farhadi, otra gran puesta en escena de Farhadi, con una capacidad sobrehumana para plasmar un drama coral, con entradas y salidas constantes, sin que decaiga ni pierda interés; Roma (2018) Alfonso Cuarón, preciosismo formal pero con un fondo paternalista que me impide emocionarme y dejarme impresionar; The Other Side of the Wind (2018) Orson Welles, deja entrever una película perdida que es puro años setenta, casi free jazz; Ayudar al ojo humano (2017) Velasco Broca, Julián Genisson, Lorena Iglesias, sobre todo las aportaciones de Broca, pero disfrutable en su conjunto.


lunes, 16 de julio de 2018

:los ojos de Georges

En Pensar/Clasificar, de Georges Perec, en el capítulo "Consideraciones sobre las gafas", leo:
"Hay varias cosas que sin duda no haré. Es muy improbable que un día vaya a la Luna, que viaje en submarino o que aprenda chino, saxófono o ergódica, aunque tenga muchas ganas. Tampoco es muy probable que un día me vuelva oficial en actividad, estibador en Valparaíso, apoderado de un gran banco, cajero, explotador agrícola o presidente de la república.
En cambio, es casi seguro que un día, como al parecer lo hace un tercio de los franceses, llevaré gafas. Mi músculo ciliar, que gobierna las modificaciones de curvatura del cristalino, perderá poco a poco su elasticidad y mis ojos ya no serán capaces de acomodarse. Dicen que eso ocurre en todos los adultos a partir de los 45 años, y yo tengo 44 y medio...".
Me produce una profundísima tristeza saber que, poco después de escribir esto, se le diagnosticó un cáncer terminal inoperable y murió en apenas un mes, con 45 años, solo cuatro días antes de cumplir los 46, sin llegar a usar nunca gafas.

lunes, 26 de marzo de 2018

:Garden, de Yuichi Yokoyama


Garden no se aparta de las premisas estética y narrativas habituales de Yokoyama: personajes asexuados, inexpresivos, en constante movimiento, una extensión del Desnudo bajando una escalera nº2 de Duchamp desplegado en viñetas; pero lleva esa premisa a sus máximas cotas de precisión y maravilla. Un número indeterminado de personajes anónimos, que son multitud y, por tanto, son uno, se cuelan por una grieta del muro que cierra un jardín, el Garden titular, que bien podría ser un continente o un planeta, ya que su extensión es infinita y los prodigios que allí se tienden, innumerables.
A partir de ahí, Yokoyama deja que los personajes, ejes de coordenadas en movimiento, trayectorias, vectores mas que seres humanos, avancen con la inercia del ímpetu que les posee: la curiosidad. Solo dos propiedades los caracterizan: la curiosidad y la culpa; la primera se percibe en su deseo de ver, la segunda en el recelo a no ser vistos, por miedo al castigo: Garden, como el jardín del edén, castiga la curiosidad, las figuras han entrado ilegalmente en él, y se esconden de los vigilantes que lo recorren, o lo que ellos creen que son vigilantes, ya que ese continente parece deshabitado a pesar de estar repleto de edificaciones y estructuras complejas, que uno imaginaría llenas, si no de residentes, sí al menos de encargados de su mantenimiento. Pero el jardín parece una extraordinariamente enrevesada máquina de movimiento perpetuo que no necesita causa ni razón: existe porque sí.
No hay más argumento que este: Yokoyama libera su obra de esa necesidad de contar y se queda con la esencia: el movimiento congelado en viñetas, una especie de cubismo dinámico, en constante avance. No hay trama, no hay personajes tal cual, ya que son cambiantes y anónimos, no hay principio ni final. Comienza in medias res y termina tres veces, es decir, el fluir se divide en tres afluentes.
¿Es pues, Garden, legible? Por extraño que parezca, resulta fascinante, una lectura absorbente que, al igual que sus protagonistas, no puede detenerse. Yokoyama despliega una sucesión de espacios a cual más extraordinario, un planeta extraterreste que produce una sensación constante de maravilla, como el Cuarto Mundo de Kirby o Las ciudades oscuras de Schuiten y Peeters, pero despojado de la necesidad de contar algo. Privado del argumento, liberado del peso de la historia, el autor se recrea en la plasmación de extraordinarias mecánicas y de lugares asombrosos. Y no solo nosotros, como lectores, nos sentimos impresionados por lo inusual de lo que aparece ante nuestros ojos, los propios personajes también se ven superados por los prodigios de los que son testigos, y de hecho no dejan de reiterarlo: el asombro ante lo que ven, la maravilla de lo que perciben les impulsa a seguir en su avance, a no detenerse, a ver lo siguiente. La obra no es más que una cartografía, una descripción del mundo y sus maravillas, como un Marco Polo múltiple. En un momento dado unos aviones que sobrevuelan el jardín sueltan al aire, como pasquines, fotografías aéreas que, convenientemente reordenadas, se convierten en un mapa del territorio, una cartografía en tiempo real, donde los propios personajes se ven fotografiados, capturados en su movimiento clandestino. La obra es, pues, una cartografía de sí misma, un espejo borgiano que se retroalimenta y repite hasta el infinito.


Los diálogos, escuetos, desapasionados, casi mecánicos, no hacen más que reforzar lo que vemos: los personajes señalan lo que observan, se complacen y refocilan en su propio asombro, se recuerdan que tengan cuidado ante el eventual peligro, como una mente colmena que necesita, continuamente, reforzar sus conexiones, en lo positivo y en lo negativo. Estos subrayados, lejos de ser reiterativos, intensifican la sensación de maravilla, pues, por un lado, nos hace empatizar con los personajes, pues su asombro y el nuestro nos unen; y por otro lado hace que nos detengamos: las palabras son pequeños baches, hitos que impiden que el fluir de la narración se vuelva un paisaje borroso e indeterminado. En los cómics sin diálogo se corre el peligro de dejarse llevar, de pasar las páginas de forma automática. Yokoyama pisa el freno y nos hace avanzar al paso. Las viñetas son fotografías como las que realiza uno de los personajes, quizás el único que podemos reconocer a lo largo de toda la obra: una figura de vestimenta rallada que se parapeta tras una cámara fotográfica. Cada flash de su cámara cristaliza uno de estos momentos, los congela y hace reales, deja constancia de su existencia, y cuando esas fotografías se positivan se convierten en recordatorio de lo sucedido. Si no fuera por ellas, podríamos considerarlo todo como un elaborado sueño, pues la lógica que lo sustenta (su falta de funcionalidad, su transición de espacios cerrados, casi amnióticos, a otros inabarcables, las maquinarias sin finalidad…) parece onírica.

lunes, 15 de enero de 2018

:repaso al 2017: cine

No ha sido un año espectacular cinematográficamente hablando, para mi gusto. Afortunadamente, no hay que vivir en la ola del presente, y la historia del cine está ahí, bla bla bla. Pero vamos con el ranking de lo que más me ha gustado de este año pasado (más alguna cosita del 2016 que no se estrenó hasta el 2017). El pelotón del 10 al 4, y después, sí, el pódium de los tres medallistas.

-Bamui Haebyunaeseo Honja (2017) Hong Sang-soo. Sigue en plena racha Sang-soo, añadiendo metraje a una obra que parece una película eterna, que nos va entregando por capítulos. Otra maravilla, incrustando en la ficción partes de su vida, como no podía ser de otra forma debido a su modus operandi de ir escribiendo el guión del día al levantarse cada mañana, antes de ir al set de rodaje, mientras los demás desayunamos y miramos el facebook.


-Fe de etarras (2017) Borja Cobeaga. Me he reído bastante con esta película, con una premisa muy buena y un desarrollo sin estridencias, de perfil medio, pero tampoco con descalabros. Todo muy bien, todo correcto, no se me ocurre ninguna pega.
-Thelma (2017) Joachim Trier. El Trier se mete en pantanos fantásticos (con una carga metafórica evidente y poderosa, pero fantástica) y sale muy airoso, aún más, sale victorioso, con una película febril y concreta. Muy bien interpretada, además.


-Colossal (2016) Nacho Vigalondo. Otro, Vigalondo, que se marca una metáfora fantástica para explicar lo más miserable, y tiene la facultad y el talento para que una premisa tan potente (e inverosímil) se mantenga ahí durante hora y media, sin caerse de la mesa, bien erecta y juguetona.
-La región salvaje (2016) Amat Escalante. Si a Lovecraft le hubiese interesado el sexo, y fuese un director de cine actual mexicano, podría haber rodado algo así.
-Madre! (2017) Darren Aronofsky. Mira que el tipo este me carga, pero esta película le ha salido tan desmesurada, tan absurda, tan evidente, tan subrayada, que me lo he pasado teta. No tengo muy claro si es una comedia involuntaria o no, pero me he reído mucho. No quiero resultar cínico: la he disfrutado.
-Okja (2017) Joon-ho Bong. Sobre el papel esta película no tendría que interesarme, pero por el currículum del director le eché un vistazo y, oh sorpresa, peliculón. Nada melifluo ni complaciente, nada maniqueo ni panfletario, no es un ghibli de serie B en carne y hueso. Muy buena.

Y el pódium, los ganadores, los elegidos, los afortunados que pasarán a la historia de este humilde blog…


3- Lady Macbeth (2016) William Oldroyd. Primer largo del amigo Oldroyd, y menudo primer largo. Puesta en escena elegante y concisa, sin aspavientos, sin veleidades de primerizo. Al grano. Y aquí hay mucho grano. A pesar de tener base literaria no peca de verbalizar el drama, y los silencios y el encuadre de la cámara le bastan al director para transmitir todo el desasosiego y claustrofobia de esta mujer del siglo XIX.


2- Brawl in Cell Block 99 (2017) S. Craig Zahler. Ya en Bone Tomahawk se intuía que en Zahler había madera de gran narrador, de cineasta, pero me alegra confirmar con este segundo largo, que esa intuición no era errónea. Aquí se marca otra película larga y agónica, otra tortura visual en la que el protagonista (aquí más individual y concentrado que en Tomahawk) sufre lo indecible, y nosotros con él. Sádica, seca, frontal, dura… La película parece ir descendiendo capas de infierno hasta un final hiperbólico, casi insoportable. Si no ha quedado claro por lo dicho, la disfruté como un marrano.


1- A Ghost Story (2017) David Lowery. Película que ha polarizado las opiniones, como toda obra importante. Y como toda obra importante ha creado su propia gramática, su propia estructura, su propia poética y su propia forma para contar lo que, como todo, ya se ha contado mil veces. Hipnótica y maravillosa rareza, concita en su recuadro achaflanado el dolor y el terror, la belleza y la extrañeza de la vida, a pesar de estar protagonizada por un muerto, por una sábana con dos agujeros.


No están entre los diez, pero me han gustado:


Suntan (2016) Angyris Papadimitropoulos, otra patada en las partes blandas desde Grecia; La fille inconnue (2016) Jean-Pierre y Luc Dardenne, siguen los belgas en buena forma; One More Time With Feeling (2016) Andrew Dominik, o el elefante en la habitación de Nick Cave; Personal Shopper (2016) Olivier Assayas, una historia de fantasmas por watsapp; O Ornitólogo (2016) Joao Pedro Rodrigues, nos mete en unos meandros de los que es difícil salir una vez se han ollado; Silencio (2016) Martin Scorsese, otra clase magistral del maestro; Better Watch Out (2016) Chris Peckover, divertido y elegante, futuro clásico de noches de terror para todos los públicos; The Little Hours (2017) Jeff Baena, comedia con monjas y brujas, qué más añadir; The Meyerowitz Stories (2017) Noah Baumbach, movidas de neoyorquinos; Brigsby Bear (2017) Dave McCary, como Room más El show de Truman; Good Times (2017) Ben Safdie, Joshua Safdie, un título anodino para una película nada anodina; Creep 2 (2017) Patrick Brice, si te gustó la primera, supongo que te gustará la segunda, como a mí; Wind River (2017) Taylor Sheridan, un thriller clasicorro pero bien, muy bien; The Killing of a Sacred Deer (2017) Yorgos Lanthimos, un poco en cuesta abajo, pero al menos la primera hora a mí me descolocó; The Trip to Spain (2017) Michael Winterbottom, que cada vez que se junta con Steve Coogan y Rob Brydon me recuerda la alegría de vivir.

viernes, 20 de enero de 2017

:repaso al 2016: cómics


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Y ahora toca repaso a los cómics que más he disfrutado el pasado 2016. Como siempre, pelotón del 10 al 4, más mi top-3 particular e intransferible.
-Hail Satan (2016)/Melancolía (2016) Simon Hanselmann: este año dos (¡2!) tomos con las aventuras de la bruja, el gato, el búho, el hombre lobo, cara moco y demás. Cada vez más amargas (¿o soy yo?) pero igual de certeras. Lo de Hanselmann, ni lo duden, no es flor de un día: su obra, a base de ir acumulando páginas, se está convirtiendo en una clarividente crónica de la vida aquí y ahora.


-Chiisakobee (2016) Minetarô Mochizuki. Con un dibujo tan elegante y esencial que no parece que haya una mano humana detrás, Mochizuki nos ofrece una narración donde cada transición entre viñetas parece un milagro.
-Todos los hijos de puta del mundo (2016) Alberto González Vázquez. Recopilando sus obras en El Mundo Today y Orgullo y satisfacción, así, en un tomo, son el reflejo desopilante de nuestras miserias. O sea, que te ríes mucho y sientes vergüenza, todo junto. Menudo putada.


-Tokyo Zombie (2016) Yusaku Hanakuma. Fantástica edición de esta obra absolutamente impredecible y pionera de lo brut y del dibujo feo-bueno que tanto se estila últimamente por occidente. Acojonante.
-El árabe del futuro 2 (2016) Riad Sattouf. Sigue Sattouf con sus crónicas autobiográficas, con su humor habitual, sutil, que aporta ligereza a una historia que parece ir creciendo sola. Qué ganas de que siga...
-El tercer submundo (2016) Kaz. Más real que la realidad, el submundo de Kaz ya tiene tres tomacos como tres soles. Quien diga que es surrealista no tiene ni idea de qué es la vida: la vida es submundo, solo que sin gags. Por que sí, submundo es lo más gracioso que pueden leer ahora mismo.
--> -Paul en el norte (2016) Michel Rabagliati. Otro que sigue con sus crónicas personales, estas más ficcionadas a través del alter ego de Paul. Para mí es como reencontrarme con un viejo amigo, así que siempre tendrá un hueco en mis listas y en mi agenda.

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3. Intrusos (2016) Adrian Tomine. Tengo tantos años que aún recuerdo cuando Tomine era una joven promesa, con sus fanzines autoeditados, cuando no paraban de llamarle el Carver de los cómics... Y bueno, con Carver sí que comparte una característica: da lo mejor de sí mismo en los relatos breves. Y esto es Intrusos: una recopilación de historias cortas donde Tomine, ya un virtuoso, se permite cambios de estilo para aproximarse a cada relato desde la óptica más idónea. Y le sale impecable.

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2. Beverly (2016) Nick Drnaso. Por fin, después de seguirlo por la red durante años, los Fulgencios publican un tomo de Drnaso. Una recopilación de relatos breves donde no sobra ni un trazo, ni una línea de diálogo, donde todo está tan reducido a su esencia que casi parece un esquema: el manual de instrucciones del fin de la civilización occidental.

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1. Paciencia (2016) Daniel Clowes. Clowes es, sin duda, uno de los dos o tres mejores y más grandes autores de cómic en activo. Así que cada obra suya debería ser recibida y leída como un acontecimiento cultural. Aquí no solo no defrauda las expectativas, sino que nos sale con una de sus obras más grandes, más complejas, más personales. Una filigrana espacio-temporal con una carga emocional arrebatadora. Deja un poco de lado su cinismo habitual (quizás la edad y los achaques...) para abrir su corazón en páginas, viñetas, que ya son historia del cómic.

Me encantaron, pero no están en el top-10...
Aluvión Junji Ito (2016) Junji Ito. No hay otra forma de decirlo: aluvión de obras de este maestro de lo desasosegante. Bienvenidas sean, incluso las primerizas, cuando aún no dibujaba espléndidamente y daba unos pocos bandazos.
La luna al revés (2016) Blutch. A la altura de Bluth hay muy pocos autores en activo. Aquí tira por su vertiente más surreal, con una obra más que notable.
Jamilti y otras historias (2016) Rutu Modan. Bueno bueno. Gran dibujo para unas historias que se partan en todo momento del lugar común.
Last Man (2016) Blak, Sanlaville, Vivès. Sigue la mejor obra de acción europea del momento.
Philémon integral (2016) Fred. Edición como dios manda de un hiperclásico europeo. Ya era hora.
María lloró sobre los pies de Jesús (2016) Chester Brown. Otra vuelta de tuerca en la mente obsesiva de Brown. Absorbente.
Juliette (2016) Camille Jourdy. Ligero y precioso. Vale, parece una película de media tarde, pero alguna lectura agradable tenía que recomendar.
Dibujos secuenciales (2016) Richard McGuire. Otra pequeña (de tamaño) maravilla del maestro McGuire. Hay tanto y tan concentrado, tan variado y tan esencial en este tomo que sería ridículo tratar de explicarlo. Pues eso.
--> Heavy 1986 (2016) Miguel B. Núñez. Fantástica crónica de crecimiento y madurez. Odio la palabra entrañable, así que no la diré.