
La primera noche me meto en una refriega en la que sé que llevo la razón, y me quito la camisa para darle una paliza a un tipo mucho más grande que yo. Pero estoy musculado y bien definido, y no tengo miedo al dolor, lo que sé que me da ventaja. Estoy fuera de mí, y le parto la crisma al grandullón y no paro ni cuando está en el suelo, sin sentido y con la cara reventada. La segunda noche me meto en una pelea que no me incumbe, ya envalentonado en una especie de continuidad. Parecen conocer mi reputación por la noche anterior y casi tengo que perseguir a un par de tipos, que trastabillean y al final se caen al suelo y los apalizo sin compasión ni defensa.
Así como antes de follar ya había soñado que follaba, y la verdad, se parece bastante, tengo que decir que ya sé lo que es romper narices, reventar pómulos, despellejar frentes y astillar dientes con mis nudillos. Y es mejor que los sueños húmedos, porque no tienes que limpiarte después los calzoncillos.
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