[Continuación] Paso la primera criba con facilidad, junto con otros 49 aspirantes. Un monitor trajeado y amanerado nos dice que el haber pasado a la siguiente fase ya supone un triunfo, pero nadie le cree. Esto es el equivalente a extra sin frase en Friends. Nos instalan en un barracón prefabricado, mixto, austero, terriblemente caluroso. Sólo con apretar un poco para cagar ya estoy empapado de sudor. Recuerda al decorado de un campo de concentración de una película de los cincuenta: se impone el compañerismo, el optimismo y la esperanza. Ya llegará la cruda realidad. Por lo de ahora ya se intuyen los traidores y las primeras bajas. El horario es estricto: entrenamiento físico de 6:00 a 8:00; ducha, desayuno y descanso hasta las 9:00; de 9:00 a 13:00 seminarios formativos; almuerzo hasta las 13:30; clases de interpretación corporal hasta las 15:00; de 15:00 a 18:30 interpretación vocal; de 18:30 a 20:00 pruebas de cámara o sesiones fotográficas; cena ligera hasta las 21:00, y una hora libre hasta que apagan las luces y cierran el agua a las 22:00.
En la litera de encima se acuesta una rubia menuda de pechos desproporcionados que, antes de que apaguen las luces, asoma la cabeza y me mira detenidamente con sus ojos azules, sin pestañear, en silencio, durante unos segundos eternos. Después desaparece y al rato la oigo roncar como un pequeño felino.
A la mañana siguiente, después del desayuno nos dividen por seminarios, según nuestras necesidades más perentorias. Existen seminarios como “Contrabando de marfil: Julia Roberts”, “Decadencia rentable: Robert de Niro” o “Ambigüedad sexual: Keanu Reeves. A mi me mandan a (la primera en la frente): “Depilación selectiva: Chuck Norris”. Nuestro tutor, un profesional capilar de contrastada maestría (logra que Nicolas Cage parezca casi humano) llamado Ren García, nos hace partícipes de los diez principios capitales del universo capilar, una especie de diez mandamientos de la depilación. Cuando nombra el cuarto me mira directamente: “No ha existido, ni probablemente existirá en toda la historia del cine, ninguna estrella con la espalda peluda”. Efectivamente, como desarrolla más tarde, con pelo en la espalda sólo se puede ser un villano carismático o el contrapunto cómico/tierno. Pone como ejemplos a la mona Cheeta (creo que es un chiste pero nadie se atreve a reírse), y a Chuck Norris. ¿Cuál es la diferencia entre el Chuck de Operación Dragón y el Chuck de Desaparecido en combate? Simplemente, la espalda depilada. Nos ha dejado sin argumentos. Al final aplaudimos y salimos comentando la jugada con admiración. En un aparte me recomienda una cera depilatoria y se ofrece voluntario para dejarme la espalda suave como el culito de un filipino (sic). Me dice que puede ser muy doloroso si no se sabe hacer, y que Ren es el diminutivo de Renato, aunque no logro establecer una unión lógica entre ambos comentarios.Por la noche, cuando apagan la luz, la rubia baja y se mete en mi camastro. Sin mediar palabra me baja los calzoncillos y se mete mi polla en la boca. Me la chupa con tanto entusiasmo y hace tanto que no me corro que en cuestión de segundos siento que me sobreviene un chorro ingobernable. Ella debe de sentir un espasmo que a mi me resulta imperceptible y se aparta en el último instante sin que tenga que prevenirla. Mira la primera gota que surca el cielo con una hermosa parábola ascendente como si mirara una estrella fugaz cruzando el firmamento. Casi puedo sentir como pide un deseo mientras la sigue con la mirada: ella también quiere ser una estrella, aunque sea fugaz, aunque sólo ilumine la pantalla y el mundo unos segundos para luego desaparecer, dejando tras de sí la admiración de lo perfecto y lo efímero, porque sólo hay perfección en lo efímero. O algo así. El resto de la corrida se me desparrama en la barriga justo cuando recuerdo que a estas horas ya han cerrado las duchas. [Continuará]
En la litera de encima se acuesta una rubia menuda de pechos desproporcionados que, antes de que apaguen las luces, asoma la cabeza y me mira detenidamente con sus ojos azules, sin pestañear, en silencio, durante unos segundos eternos. Después desaparece y al rato la oigo roncar como un pequeño felino.
A la mañana siguiente, después del desayuno nos dividen por seminarios, según nuestras necesidades más perentorias. Existen seminarios como “Contrabando de marfil: Julia Roberts”, “Decadencia rentable: Robert de Niro” o “Ambigüedad sexual: Keanu Reeves. A mi me mandan a (la primera en la frente): “Depilación selectiva: Chuck Norris”. Nuestro tutor, un profesional capilar de contrastada maestría (logra que Nicolas Cage parezca casi humano) llamado Ren García, nos hace partícipes de los diez principios capitales del universo capilar, una especie de diez mandamientos de la depilación. Cuando nombra el cuarto me mira directamente: “No ha existido, ni probablemente existirá en toda la historia del cine, ninguna estrella con la espalda peluda”. Efectivamente, como desarrolla más tarde, con pelo en la espalda sólo se puede ser un villano carismático o el contrapunto cómico/tierno. Pone como ejemplos a la mona Cheeta (creo que es un chiste pero nadie se atreve a reírse), y a Chuck Norris. ¿Cuál es la diferencia entre el Chuck de Operación Dragón y el Chuck de Desaparecido en combate? Simplemente, la espalda depilada. Nos ha dejado sin argumentos. Al final aplaudimos y salimos comentando la jugada con admiración. En un aparte me recomienda una cera depilatoria y se ofrece voluntario para dejarme la espalda suave como el culito de un filipino (sic). Me dice que puede ser muy doloroso si no se sabe hacer, y que Ren es el diminutivo de Renato, aunque no logro establecer una unión lógica entre ambos comentarios.Por la noche, cuando apagan la luz, la rubia baja y se mete en mi camastro. Sin mediar palabra me baja los calzoncillos y se mete mi polla en la boca. Me la chupa con tanto entusiasmo y hace tanto que no me corro que en cuestión de segundos siento que me sobreviene un chorro ingobernable. Ella debe de sentir un espasmo que a mi me resulta imperceptible y se aparta en el último instante sin que tenga que prevenirla. Mira la primera gota que surca el cielo con una hermosa parábola ascendente como si mirara una estrella fugaz cruzando el firmamento. Casi puedo sentir como pide un deseo mientras la sigue con la mirada: ella también quiere ser una estrella, aunque sea fugaz, aunque sólo ilumine la pantalla y el mundo unos segundos para luego desaparecer, dejando tras de sí la admiración de lo perfecto y lo efímero, porque sólo hay perfección en lo efímero. O algo así. El resto de la corrida se me desparrama en la barriga justo cuando recuerdo que a estas horas ya han cerrado las duchas. [Continuará]
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