sábado, 14 de junio de 2008

: P.I. Paranoia

Vuelvo una y otra vez al Hotel Europa en busca de mi reloj de oro; lugar húmedo y lleno de olores y vapores mecidos por vientos caprichosos que hacen que los estrechos pasillos parezcan senderos de una isla bajo niebla perpetua. Acodados en el bar del hotel, en confidencia etílica me susurra que prefiere pecar por omisión que por exceso, que lo segundo es más difícil de justificar que lo primero y que la vida, si vives lo suficiente, acaba por convertirse en una continua justificación. Con el tiempo su vejiga ha terminado por hacer las funciones de una agenda, y nunca pasa a un nuevo tema sin antes echar un pis. He tenido suerte de encontrarlo. Al volver del aseo me confiesa que ha tomado el hábito de sacarse los mocos y arrojarlos contra el ventilador; cualquier cosa antes que salir de la habitación. Cuando la desidia comienza a hacerse fuerte y amenaza con tomar el poder, como un veneno lento, cuando la recapitulación y la reflexión parecen plausibles, desliza los dedos por el papel de la pared, imaginando que es el interior de un cuerpo, lo que hay debajo de la piel, imaginando las terminaciones nerviosas; y que las letras y las palabras y las caras de las personas son indistinguibles a simple vista, como puntadas de una costura. Paranoia de Investigador Privado, me susurra, a media noche, en el bar del hotel. Todos estamos jodidos. Yo he perdido mi reloj y no puedo volver a casa sin él; él está pasando la última noche pagada en el hotel: por la mañana tendrá que irse. Le propongo un trato: dos semanas de alquiler a cambio de que encuentre mi reloj. Está lo suficientemente borracho para aceptar: mi reloj de oro vendido a un prestamista pagaría dos meses en la mejor habitación de este cuchitril, tasado por lo bajo. Le pago tres rondas atrasadas en concepto de adelanto y él saca su cuaderno. Me hace ocho preguntas:
  1. Cuántas personas me han visto meando siendo adulto.
  2. Con qué identifico el olor de mi primer esperma.
  3. Qué día de la semana estrenaría una peluca.
  4. Cuánto tiempo estimo que necesita un cadáver para dejar de oler a muerto.
  5. Esbozo del accidente en el que moriré.
  6. Qué creo que piensa realmente el Subdirector regional de recursos humanos sobre el problema de soriasis de la esposa de su hermano mayor.
  7. A dónde creo que se van las putas de vacaciones.
  8. Quién es Colin Brewer.

La única pregunta a la que puedo responder con precisión y exactitud y sin temor a equivocarme es la última, que a su vez me mueve a hacerle una pregunta: ¿Cómo sabe mi nombre? La respuesta es evidente: está grabado en el reverso de mi reloj.


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