jueves, 21 de octubre de 2010

:el director de fotografía de Ozu

Yasujirō Ozu es uno de los cineastas con una estética más personal y reconocible de la historia. Wenders, uno de sus discípulos, describe así su estilo: «Narra en función de la pura y simple representación de la realidad, rechazando las explicaciones psicológicas. Ozu explica las cosas muy sencillamente, mostrándolas.»
Esto, en la práctica, se explicita en una paulatina renuncia a los movimientos de cámara, hasta llegar al estatismo objetivo de sus obras de madurez. El punto de vista invisible era importante para su narración, como lo era en occidente para Howard Hawks o Roberto Rossellini. Si éstos colocaban la cámara a la altura de los ojos, para no causar un extrañamiento en la percepción del espectador que le hiciera consciente del artificio, Ozu opta por un encuadre bajo, el llamado “punto de vista desde el tatami”, al estar el tiro de cámara a la altura de un hipotético espectador arrodillado en un tatami. Es el famoso "plano Ozu".
Hay más elementos que Ozu repitió hasta la saciedad convirtiéndolos en firma personal: elementos de composición, utilización del fuera de campo, objetivos (practicamente sólo usaba el 50, por su visión "naturalista") o montaje; pero quedémonos con esta idea: planos fijos, cámara estática.
Tan fijo como sus planos era el grupo de colaboradores con el que le gustaba trabajar, como si necesitase un marco estable a su alrededor para que las cosas funcionasen y cobrasen vida. En su dilatada obra encontramos una y otra vez a los mismos actores (Tatsuo Saito, Setsuko Hara, Chisu Ryu, Machiko Kyo...) y al mismo equipo técnico: el guionista Kogo Noda, el montador Yoshiyasu Hamamada o el director de fotografía Yuharu Atsuta.

Después de que Ozu muera de cáncer en diciembre de 1963, los miembros de su grupo de colaboradores, obviamente, continuan sus carreras por su cuenta. Todos menos Yuharu Atsuta, su director de fotografía, que no vuelve a trabajar en ninguna película. Sólo una salvedad, en 1983, en una película homenaje a su maestro: Ikite wa mita keredo - Ozu Yasujirô den (The Life and Works of Yasujiro Ozu).
¿Pretendía con ello devolverle la fidelidad que el cineasta había demostrado con él, o después de trabajar con Ozu durante 25 años con la cámara fija, anclada a media altura, Atsuta se había quedado sin recursos?
Sabiendo esto, cada vez que veo un "plano Ozu" me envuelve una sensación mórbida, como si la cámara estuviese filmando un mausoleo, un monumento funerario erigido por su fiel director de fotografía, que se dejó la vida construyendo la obra de Ozu plano a plano, fotograma a fotograma.

martes, 19 de octubre de 2010

:two extremes: coda, redoble de tambor y traca final.

Decía hace un par de posts qué no entendía a qué tipo de persona podía escandalizar una película como A Serbian Film. Bueno, pues ya lo sé: a los contertulios de la tele. Los contertulios forman un gremio, o algo así, que de buenas a primeras me genera más antipatía que una convención de moteros tunos dragqueens. Ese servilismo al partido, ese opinar sobre todo a cualquier costa, esa demagogia... me superan.
Seguro que a todos nos ha pasado: estamos viendo la tele y unos contertúlios, por distender el ambiente, tratan algún tema ligero, cultural o así; y entonces, cuando se meten en terreno conocido por un servidor, se les ven las carencias y las metidas de pata son contínuas y de vergüenza ajena. Cómo hablen con el mismo rigor sobre política y economía (dos campos en los que yo, ni flores), es como para hacerles caso, oye.
Pues el otro día no tenían nada más interesante de qué hablar (no debía de haber liga y la crisis, por lo visto, se tomó una jornada de respiro) que de A Serbian Film. Les dejo aquí los 12 minutos y pico que dedicaron al tema. 12 minutos de despropósitos in crescendo, de barrabasadas por parte de ambos bandos, izquierda y derecha, y por parte de Concha García Campoy, que tan cauta se muestra en otras ocasiones pero en esta va directa a la yugular, desatada y con el machete entre los dientes.
Aquí se retratan todos como lo que son: una pandilla de retrógrados y de ignorantes. Se mean, de paso, en el código deontológico periodístico, profesión que desarrollan, al hablar, opinar, dictaminar y sentenciar sobre un tema que sólo conocen de oídas, porque, atención, NINGUNO ha visto la película de la que están hablando.
Ninguno es pacato (lo dicen ellos, no yo), y ninguno es partidario de la censura (también lo dicen ellos)... todos están en contra de censurar lo que ellos no consideran censurable. Lo que ellos no admiten, sí, debe ser censurado. Eso en mi pueblo se llama fascismo, y me da igual que el paisano sea de CNN Plus o de El País, son una pandilla de fascistas.
Les recomiendo encarecidamente estos 12 minutos y pico. A mí me han resultado más desasosegantes, más duros y me han metido más miedo en el cuerpo que A Serbian Film; por que ésta es una obra de ficción (que, además, ni se regodea ni glorifica precisamente las actitudes que tanto han escandalizado al respetable), y este debate es real.
Dijo Cronenberg en una ocasión que sólo los censores y los psicópatas confunden la realidad con la ficción. Las personas inteligentes, las personas con criterio, las personas con dos dedos de frente verán en A Serbian Film un cuento moral, una crónica sobre la actual desintegración del individuo y de la familia (con connotaciones políticas inevitables al ser de la nacionalidad que es, y que no por nada se subraya en el título); los demás, sólo verán (si se molestan en verla) una loa a la violación de fetos.
Jesús, menuda pandilla...

:Richard Kelly a través del agujero de gusano

Podemos elucubrar sobre cuál es la obra que hace que un artista se convierta en artista, y en el artista que es y no en otro; cuál es el fogonazo que ilumina la mente del joven artista en ciernes y le muestra, en un instante de lucidez, cual es el camino a seguir.
Los artistas no suelen airear estos datos, quizás porque puedan revelar más sobre ellos de lo que quisieran, quizás porque negarían la idea de genialidad innata que todavía heredamos del romanticismo. Las obras no nacen de la nada, y en nuestro mundo sobresaturado de ficciones y sistemas narrativos, lo más habitual es estar influído por otra obra que por "la vida". La vida, al final, y para la mayoría de la gente, es lo que rodea la pantalla de plasma: un marco.
Richard Kelly sí ha confesado cuál es la obra que puso en marcha su vocación, su deseo de convertirse en narrador audiovisual. La cosa resulta tan prosaica que tiene que ser verdad: el videoclip de Janie's Got A Gun de Aerosmith. El adolescente Kelly descubre con la emisión de este video en la MTV que uno puede contar una historia convinando imágenes y sonidos. Vale, algo que todos no sólo intuímos, sino que hasta damos por hecho (ahí está la historia del cine como prueba de la defensa); pero uno sólo tiende a ver lo que conoce, y el conocimiento se mueve por sendas misteriosas a las que la mayoría de los mortales no llega ni a acercarse (la mayoría viaja por autopista, un método mucho más rápido pero con peores vistas). El joven Kelly, decíamos, se queda boquiabierto con este videoclip de Aerosmith, tanto que necesita saber quién es el artífice detrás del invento. Como estamos hablando de una época pre-internet, donde el conocimiento todavía se almacenaba en departamentos estancos, al joven Kelly sólo se le ocurre llamar directamente a la MTV, en plan Gila, y preguntar por el dato. Tras pasar por diez contestadores automáticos, un tipo se digna en levantar el auricular y le dice que el video lo ha dirigido un tal David Fincher. Kelly toma doble nota: primero, del nombre del director, al que seguirá con interés en su paso al largo (Alien 3); y en segundo lugar, de que los directores, para ser valiosos, deben de tener una visión propia, y ser capaces de plasmarla en su obra. Bravo, Richard.

La estética del engendro, muy moderna en su momento (1989) y muy obsoleta vista hoy, sin duda ha influído en la obra de Kelly. Donni Darko, su maravillosa e imperecedera ópera prima, al estar ambientada precisamente en esa década, se convierte en un extraño artefacto estético, a medio camino entre la nostalgia y la recreación detallada, como un diorama sumergido en ámbar, con su belleza preservada para la eternidad, aunque inalcanzable. Es una obra que nació vieja, y por lo tanto nunca podrá envejecer.
La obra de Kelly debe de clasificarse en esa carpeta con la etiqueta de "Inclasificable". Su primera película hizo que se le emparentara, por vía paterna, con ese otro outsider llamado David Lynch. Y bueno, vale, algo hay. Encontramos en Donnie Darko parte de ese American Gothic que tanto ayudó a popularizar Lynch con obras como Blue Velvet o Twin Peaks. Algo huele a podrido en suburbia. Vale. También les une ese aire de chico sanote del medio-oeste, ese buen hijo de familia funcional (lo de "familia funcional" suena tan raro como "teléfono alámbrico", pero ambos existen, me consta). Ninguno de los dos da el perfil de artista atormentado y algo ido que uno se esperaría encontrar al ver su obra, y supongo que eso les hace aún más especiales: desconciertan doblemente.
Qué más... ah, también encontramos una estrategia común: oscurecer el relato, obviar las explicaciones. Esto hace que sus obras sean más ambiguas (algunos dirían herméticas, aunque yo creo que las pistas están ahí para quien quiera, y sepa, verlas), pero también más atractivas: la atracción del enigma, el placer del misterio.
Les diferencia, básicamente, su bagaje. Pertenecen a dos épocas culturales distintas. Lynch se crió con la primera televisión y con el cine clásico. Kelly se crió con la televisión de los 80, con la MTV y con el Hollywood post-clásico. Si la obra de Lynch parece el resultado de haber dejado pudrirse un par de películas de Hitchcock en un callejón durante unos meses, la obra de Kelly es el equivalente de hacer la misma jugada con una película de Spielberg y otra de Zemeckys. El hecho de criarse en una pequeña ciudad en la era pre-internet te deja pocas posibilidades culturales. Lo que echen por la tele y lo que encuentres en el videoclub, y es más sencillo encontrar obras de George Pan Cosmatos que de Roberto Rossellini. Así que son precisamente esos Spielberg, Zemeckys, Cameron, Scott y compañía los que fascinarán al joven Kelly, que era joven pero no tonto, y dentro de lo que había en el Blockbuster, pues sí, lo de estos tipos era de lo mejor.
Todas esas influencias las tamiza y las transforma en algo único: su reverso tenebroso y esquizofrénico, una extraña imagen especular. Volvemos a su revelación adolescente: un director ha de tener una visión propia y ser capaz de plasmarla. Un tipo con ese peinado y esas gafas sin montura parece poco proclibe a las imposturas. Lo suyo huele, suena y se ve real. Pero ahí donde lo ven, también tiene su lado místico: con el arte uno ha de tratar de alcanzar lo inalcanzable. Con esto ya me pierdo; a lo único que me remite esa frase es a que, quizás, y ojalá me equivoque, Richard Kelly nunca logrará alcanzar lo inalcanzable: la grandeza de su primera película. Donnie Darko es lo que Kelly entrevió a través del agujero de gusano que se abrió frente a él esa tarde de 1989 en que emitieron por primera vez Janie's Got A Gun.

jueves, 14 de octubre de 2010

lunes, 4 de octubre de 2010

:two extremes (conclusión)

Vale, reto superado. Ya me las he visto y aquí sigo, vivito, más o menos cuerdo y sin pérdidas de apetito (de hecho me acabo de comer tres croquetas así, a media mañana, sin venir a cuento, ala). Pero no adelantemos acontecimientos y vayamos por partes, nunca mejor dicho.

A ver, recapitulo para despistados: hace una semana, más o menos, me autoimpuse el reto de verme dos películas recientes que la crítica considera lo más de lo más en violencia y repulsividad (el Word me subraya esta última palabra, pero tiene que existir por narices). Las películas son, por orden cronológico y de visionado, The Human Centipede y A Serbian Film. Les enlazo sus fichas en IMDB por si les pica la curiosidad, la mía ya está más que saciada.

Que se hable tanto de estas películas no quiere decir nada: creo y confío, por no decir que sé, que en un nivel inferior, en un verdadero underground, se fabrican y se distribuyen films mucho más extremos y difíciles de digerir por el público general, y que por tanto nunca llegaran a ese público general. Estas dos sí, en pocas salas y para interesados en el género, pero son películas para (casi) todos los públicos. Decir que The Human Centipede es la película más enferma de la historia es como decir que U2 son el mejor grupo de rock en activo: una gilipollez fruto de la ignorancia.

Primera parte de la sesión doble: The Human Centipede. Por si alguien no lo sabe, les haré una breve sinopsis: un cirujano con la cordura de baja indefinida está obsesionado con crear un ciempiés humano, para lo que secuestra a dos turistas americanas y a un japonés que pasaba por allí y los somete a una complicada operación quirúrgica para poner en línea sus cuerpos y empalmar sus sistemas digestivos (ver gráfico adjunto).

La película es básicamente eso. A ver, hay elementos del subgénero mad doctor (el doctor pirado, claro está), hay elementos del subgénero “turistas en país con locos peligrosos” (que tanto ayudó a poner de moda recientemente las dos partes de Hostel), y en cuanto a estructura, pues es un thriller bastante convencional, una peli de secuestro: que te pillo que te pillo, que te pillé, que te intentas escapar, que te vuelvo a pillar, etc. La única novedad está en lo del ciempiés humano de las narices. Y ahí radica lo inexplicable del asunto: no sólo en cómo se le ha podido ocurrir a alguien una idea tan bizarra y peregrina sino, sobre todo, en cómo ha conseguido convencer a tanta gente para llevarla a cabo. Y no estoy hablando del cirujano chiflado, que se lo curra él solo todo, sino al director de este artefacto. Porque no estamos hablando de una producción hecha entre amiguetes grabada con la cámara del móvil, no; esto es una producción bien acabada, con su fotografía bien medida, con actores de verdad y con su catering.

Se puede ver, aun teniendo el estómago delicado, porque el tono es, hasta cierto punto, ligeramente humorístico. Efectivamente, tomarse en serio esa premisa es complicado. Las interpretaciones son un poco de opereta; no se busca el realismo, y por tanto tampoco se obtienen reacciones reales por parte del espectador.

Gore, lo que se dice gore, tampoco es. Resulta más inquietante la escena en la que el mad doctor explica cómo va a ser la operación ayudándose de unos gráficos, que las escasas escenas con planos quirúrgicos.

Resumiendo: película más ligera de lo que el trailler o la sinopsis podrían hacer suponer, con detalles incluso divertidos (hay un par de planos que recuerdan a Canino, esa sí una gran película y verdaderamente inquietante) y que no llega a aburrir. El éxito ha debido de ser casi clamoroso, porque se avecina saga (bueno, ya por el subtítulo de First Sequence uno podía suponer que habría más partes).

Nivel en la escala Haneke de incomodidad: 3,5

Nivel en la escala Jörg Buttgereit de repugnancia: 3

Segunda parte: A Serbian Film. A esta le tenía, a priori, un poco más de miedo. Por el trailler y las fotos parecía una cosita más seria. Y lo es; me explico: se toma más en serio a sí misma.

Breve sinópsis para despistados: a un antiguo porn star serbio retirado (complicado ponerle tres adjetivos a un sustantivo) le hacen una propuesta para protagonizar una nueva película de corte artístico. Como los ahorros se le están acabando y tiene que mantener una familia, y además la pasta que le ofrecen es algo descomunal, decide aceptar, aunque con ciertas reticencias. La película se rueda en un orfanato abandonado, y el guión se le va dando sobre la marcha, con lo que el pobre se ve metido en situaciones imprevistas en tiempo real, como en la vida misma. Y las situaciones son, claro está, cada vez más desconcertantes y violentas.

El film serbio éste juega con la idea de esas películas clandestinas, esas snuff movies con violencia y muerte reales que las leyendas urbanas dan por ciertas y que sólo se mueven por círculos cerrados de millonarios perversos. Una idea muy atractiva, sí, por eso creemos que es real, como todas las leyendas urbanas.

Decíamos hace un par de párrafos que la película se toma en serio a sí misma, y por no llevarme la contraria voy a darme la razón: la película habla sobre la prisión que supone el deseo, habla sobre la inocencia y sobre la familia y demás cosas. Es decir: es una película con, horror, mensaje; y con, doble horror, carga moral. Y los implicados se encargan de que esto sea evidente, preñando el metraje de simbolismos más o menos evidentes, que restan realismo y pegada a la obra.

Es un film premeditadamente tremendista, exagerado, hiperbólico. Todo resulta opresivo, desde una fotografía cargada de fisicidad, hasta la música, una empanada de drones y crescendos bastante cargante.

¿Hay algo interesante? Bueno, el punto de partida es potente, pero después pierde fuelle y la historia tarda en ponerse en marcha. También resulta atractiva la idea de película dentro de película, pero tampoco le saben sacar todo el provecho. La estructura, con todo el tercer acto a modo de flashback, también tiene su punto. Todo el mundo marginal de organización secreta es, eso sí, retratado con bastante ligereza. Me quedo con 13 tzameti, una película imperfecta pero más pura y menos pretenciosa.

Y las famosas escenas repulsivas de las que se habla en los foros: pues bueno, hay un par de ellas, sí, es cierto. A nivel de explicitud son bastante elípticas, no se recrean demasiado; y a un nivel moral, pues podrían escandalizar a esa tía tuya que viste y habla como una monja pero que no es una monja. Yo soy bastante mojigato y tampoco me llevé las manos a la cabeza, así que no es para tanto. Y encima es un poco aburridilla.

Nivel en la escala Haneke de incomodidad: 3’5

Nivel en la escala Jörg Buttgereit de repugnancia: 3’5

O sea, y una vez más: don’t believe the hype!

sábado, 2 de octubre de 2010

:estructuras mestizas

Este título tan rimbombante sólo para decirles que me acabo de leer el primer tomo de Dungeon Quest y me ha gustado entre bastante y mucho.
¿Por qué entonces titular así el post, en lugar de "Me he leído el primer tomo de Dungeon Quest"? Pues porque su lectura me ha hecho reflexionar (o algo así) sobre su estructura narrativa.
La curiosidad de este cómic, así, de primeras, radica precisamente en su estructura, o mejor dicho, en el modo en que se estructura, que parece lo mismo pero no lo es: su estructura es la tradicional de viaje del héroe, una serie de aventuras y desventuras, encuentros y desencuentros, que van sumándose a la experiencia vital del protagonista y lo hacen madurar y evolucionar. Pero el modo en que se estructura este relato es novedoso, porque se apoya en el "progreso narrativo de un juego de rol" (cito la contraportada del cómic). Esto implica que incluso aparezcan la fichas de los personajes con sus habilidades cuantificadas y puestas al día tras cada contienda, imbricadas en el propio relato, sin hacer distinción: todo tiene el mismo grado de realidad. Esto podría ser un despropósito sino fuera porque Joe Daly, su autor, logra crear un tono único, un equilibrio milagroso entre lo paródico y lo desconcertante (algo así como el Charles Burns más ligero). Los enfrentamientos se suceden uno detrás de otro, entre los que se intercalan diálogos de una aparente profundidad y autoconsciencia que descolocan al lector. Una experiencia extraña, esta lectura.
Les remito de nuevo al título de este post para hablarles ahora de Scott Pilgrim, saga épico-romántico-cómica de Bryan Lee O’Malley (con adaptación en cine de próximo estreno). A simple vista, por formato y dibujo, uno aprecia una fuerte influencia del manga, pero cuando uno se enfrenta a su lectura (chispeante, vivificante, divertida), encuentra otra influencia inesperada: la de los videojuegos; concretamente los de enfrentamientos en un decorado estático, tipo Street Fighter (ay, que antiguo soy). La estructura en este caso no bebe tanto del referente extra-viñetil como Dungeon Quest, no es tan puro en ese sentido. Es una influencia subterránea: existen unos enemigos que, tarde o temprano, sabemos que irán apareciendo, y que cada uno es más peligroso que el anterior. El "pasar de pantalla" de toda la vida. Pero algo que no hay en el Street Fighter, y aquí sí, son las desventuras amorosas y el día a día del protagonista y sus adláteres, cuitas más próximas en tono a un shojo manga de tintes pop que al slice of life occidental (a pesar de que el autor es canadiense, un país muy dado a este subjénero).
Los dos cómics están hechos por tipos jóvenes (los dos de 1979, curiosamente), apenas treintañeros que se han criado con videojuegos y juegos de rol, y eso se plasma en su obra de forma completamente natural, sin imposturas. Es interesante constatar como el cómic, con todas sus convenciones, recursos y maniqueismos, acepta y absorve estas estructuras ajenas, y las adapta a su discurso. Esto no es nuevo, ha ocurrido siempre: el cómic (como todo arte moderno, o postmoderno) se ha visto influído por la literatura, por las artes plásticas, por la música pop, por el cine, por el arte de vanguardia, por la animación, por la televisión o, si me apuran, hasta por la aquitectura (pienso en la obra de Chris Ware, por ejemplo). Si en generaciones anteriores podíamos encontrar influencias del mundo del rock o de las sit-coms, no resulta extraño, sino más bien natural, encontrarnos ahora con estos referentes.
Y el cómic tan tranquilo, a lo suyo, absorviendo todos estos recursos y estrategias, mostrando una flexibilidad y vitalidad que para sí quisieran otros campos artísticos más "elevados".
¿Qué será lo próximo? Ni idea, si lo supuese estaría en ello, no escribiendo esta tontería; pero si tuviese que apostar, quizás me decantaría por las redes sociales, con su interactividad y su estructura no lineal. Temáticamente ya lo último de Peter Bagge, Other lives, se acerca a ese mundo, haciendo hincapié en la dualidad vida real/vida virtual. Y en cuanto a estructuras no lineales, Chris Ware ya lleva años experimentando con estructuras en árbol o superpuestas, aunque me temo que en su caso no es una influencia del tuiter precisamente.
El reto, supongo, está en mezclar todos estos referentes y conseguir que el resultado siga siendo cómic y no otra cosa. Seguiremos atentos.