sábado, 10 de mayo de 2008

:un sueño

Si hay algo que me repatea es que alguien me cuente un sueño. No sé por qué la gente supone que sus recuerdos y fantasías mezclados en la ponzoña química cerebral y ordenados aleatoriamente en forma de sin sentido pueden interesarle a alguien además de a ellos mismos, pero por alguna razón así es. ¿Usted cree que los psiquiatras perderían el tiempo escuchando los sueños de los demás gratis? Pues eso.
Pero, como este blog es mío, aquí les cuento mi último sueño. Si algún freudiano le encuentra el menor sentido, agradeceré cualquier pista. Sin más, allá voy:
Estoy de viaje en coche con alguien indefinido, pero de confianza. Alguna mezcla de amigo presente y pasado. Nos detenemos en un pequeño pueblo a mirar el mapa, pues tenemos dudas con respecto a la ruta a seguir. Mientras mi compañero echa un vistazo al mapa yo veo desde la ventanilla como a nuestro lado pasa otro coche. Pero no un coche normal, como podrán imaginar: es un coche absurdamente largo y sin carrocería, con toda la maquinaria al aire. En la primera fila de asientos, un hombre y una mujer; en la última, unos metros más atrás, un niño de dos años fumándose un cigarrillo con gran estilo. Alarmado y escandalizado salgo del coche gritando. La pareja detiene su extraño artefacto y me contestan con improperios. Por allí al lado pasan un par de agentes del orden, que intervienen cuando les señalo la inconcebible situación. En cuestión de un segundo todo el pueblo se ha reunido alrededor nuestra a ver que sucede. Nadie parece considerar extraño que un niño de dos años fume, ni siquiera la policía, y comienzan a increparme y a formar un corro amenazador en torno a mi. Como en un acto reflejo cojo una pequeña rama del suelo y les apunto con ella, tratando de convencerles de que es una varita mágica. Sus rostros cambian de expresión, recelosos pero con cierto temor, sopesando la verosimilitud de mi afirmación. Apunto con la varita a un energúmeno al azar y grito “Turrón”, e inmediatamente se queda hierático, congelado en una posición como si en vez de carne y hueso estuviese hecho del mencionado dulce navideño. Viendo el éxito de mi estrategia, comienzo a disparar ráfagas a discreción con mi varita: “Turrón turrón turrón turrón turrón turrón turrón...”, hasta que todo el pueblo parece un museo de cera. Reculo con cuidado hasta el coche, y conducimos despacio entre la turba congelada, intentando no atropellar a nadie. Al pasar al lado de un individuo, su máscara de hieratismo se rompe casi imperceptiblemente y comprendo que está aguantando la risa. Todo ha sido un juego.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Tio, tengo que confesar que hacía tiempo que no me divertía tanto...tu sueño me recordó al surrealismo de Fesser...jajajaja, genial, no paro de imaginarte gritando "TURRON" mientras apuntas enloquecidamente a la multitud...sencillamente...grandioso!!
Saludos!!

Anónimo dijo...

Vida, hay que ir controlando lo que cenas cada noche... ¿te has pasado con la nata de las fresas? ¿falta de azucar?... aaaaaaaays
¡quien fuera turrón!