16 de noviembre - En general me gusta echar cagadas largas, de las que duermen los pies, pero así es imposible. Efectivamente, hoy el cuarto de baño vuelve a estar plagado de moscas. Me voy al supermercado a toda prisa y compro un spray del tamaño de un extintor. Suelto una nube de gas mortal en el baño y cierro la puerta con una sonrisa maligna en los labios. No recuerdo si he apagado o no la luz, lo que me borra la sonrisa de un plumazo. [Fragmento ininteligible] retortijones salgo al jardín a respirar aire puro. Por desgracia, de la casa del vecino sale un vapor que apesta a perro cocido, lo que me hace huir de nuevo al refugio de mi hogar.
Escribiendo esto para hacer tiempo mientras se disipa la nube, se me ha dado por rememorar tiempos pasados. He encontrado una foto de fotomatón de X, mi primera novia. Estuvimos juntos casi dos años, desde los 16 a los 17. Era guapa, esbelta, un poco loca y extremadamente graciosa, algo de lo que pocas chicas podían presumir (al menos para los estándares de un adolescente macho). Sólo teníamos una cosa en común: nos poníamos colorados en cuanto alguien nombraba en voz alta cualquier tipo de proceso fisiológico. La mención de cualquier glándula nos hacía sonrojarnos con una risa nerviosa. Era adorable. Lo único que le podía reprochar era que yo le gustase, que me quisiese a mi de entre todos los chicos. Yo era vulgar, feo, enclenque, poco inteligente y lento en todos los sentidos. Algo tenía que fallar en su cabeza o en su instinto de conservación para sentir atracción por algo como yo. Nos pasábamos tardes enteras en silencio, con las manos entrecruzadas. Eran silencios cómplices, jocosos, para nada incómodos. La comunicación verbal está sobrevalorada; lo creía entonces y lo sigo creyendo. Los animales, y los seres humanos durante miles de años, se han comunicado con todo tipo de signos, sutiles y complejos, sin necesidad de utilizar palabras, que a fin de cuentas son reduccionistas y traicionan la realidad. Pongo por ejemplo a mis padres, anclados en una era arcaica en armonía con la naturaleza (es decir, con horario de gallina). Si mi padre está enfadado deja de afeitarse. Si mi madre está enfadada se duerme de espaldas a mi padre. Si mi padre tiene hambre, abre un par de veces la alacena del pan. Con eso ya están todas las necesidades básicas cubiertas. Lo demás son variaciones. Y ahí están, treinta y ocho años de convivencia tibia y silenciosa.
Todo se estropea cuando abres la boca.
Y X comenzó a hablar un día, como una presa desbordada. Todo lo que se había callado en dos años parecía ahora agolparse en su boca, empujando por salir en un galimatías de reproches, nimiedades, esperanzas y deseos. Era insoportable. Yo seguí terco en mi silencio, ahora autoimpuesto, rebelde. Le obligué a dejarme, que es el método que he seguido desde entonces en todas mis relaciones, y que hasta ahora me ha ido de perlas si quiero orientar mi carrera al alcoholismo a jornada completa.
Nunca llegamos a follar, pero me hizo muchas pajas y me la chupó un par de veces. Me hago una paja pensando en ella cuando un temor me corta el riego: no sé si esto es pederastia, así que decido dejarlo. El suelo del baño está otra vez lleno de cadáveres.
Escribiendo esto para hacer tiempo mientras se disipa la nube, se me ha dado por rememorar tiempos pasados. He encontrado una foto de fotomatón de X, mi primera novia. Estuvimos juntos casi dos años, desde los 16 a los 17. Era guapa, esbelta, un poco loca y extremadamente graciosa, algo de lo que pocas chicas podían presumir (al menos para los estándares de un adolescente macho). Sólo teníamos una cosa en común: nos poníamos colorados en cuanto alguien nombraba en voz alta cualquier tipo de proceso fisiológico. La mención de cualquier glándula nos hacía sonrojarnos con una risa nerviosa. Era adorable. Lo único que le podía reprochar era que yo le gustase, que me quisiese a mi de entre todos los chicos. Yo era vulgar, feo, enclenque, poco inteligente y lento en todos los sentidos. Algo tenía que fallar en su cabeza o en su instinto de conservación para sentir atracción por algo como yo. Nos pasábamos tardes enteras en silencio, con las manos entrecruzadas. Eran silencios cómplices, jocosos, para nada incómodos. La comunicación verbal está sobrevalorada; lo creía entonces y lo sigo creyendo. Los animales, y los seres humanos durante miles de años, se han comunicado con todo tipo de signos, sutiles y complejos, sin necesidad de utilizar palabras, que a fin de cuentas son reduccionistas y traicionan la realidad. Pongo por ejemplo a mis padres, anclados en una era arcaica en armonía con la naturaleza (es decir, con horario de gallina). Si mi padre está enfadado deja de afeitarse. Si mi madre está enfadada se duerme de espaldas a mi padre. Si mi padre tiene hambre, abre un par de veces la alacena del pan. Con eso ya están todas las necesidades básicas cubiertas. Lo demás son variaciones. Y ahí están, treinta y ocho años de convivencia tibia y silenciosa.
Todo se estropea cuando abres la boca.
Y X comenzó a hablar un día, como una presa desbordada. Todo lo que se había callado en dos años parecía ahora agolparse en su boca, empujando por salir en un galimatías de reproches, nimiedades, esperanzas y deseos. Era insoportable. Yo seguí terco en mi silencio, ahora autoimpuesto, rebelde. Le obligué a dejarme, que es el método que he seguido desde entonces en todas mis relaciones, y que hasta ahora me ha ido de perlas si quiero orientar mi carrera al alcoholismo a jornada completa.
Nunca llegamos a follar, pero me hizo muchas pajas y me la chupó un par de veces. Me hago una paja pensando en ella cuando un temor me corta el riego: no sé si esto es pederastia, así que decido dejarlo. El suelo del baño está otra vez lleno de cadáveres.
3 comentarios:
Nos pasábamos tardes enteras en silencio, con las manos entrecruzadas. Eran silencios cómplices, jocosos, para nada incómodos. La comunicación verbal está sobrevalorada; ...
Pienso lo mismo que "él" ¡¡esos silencios son increíbles!!
Mi intención era no contestarte, para que entendieses mi silencio como una confirmación; pero al final me ha parecido demasiado críptico incluso para mí. Yo también estoy de acuerdo con el autor del manuscrito...
Un saludo!!!
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