jueves, 17 de abril de 2008

:manuscrito hallado en una botella (de licor café) [17]

7 de noviembre - Salgo a dar un paseo y me encuentro con Ángeles. Hace por lo menos tres meses que no la veía. Es uno de mis amores platónicos desde que coincidimos en un curso de formación de representantes de aspiradoras, que al final dejamos los dos a medias. De pronto me siento despeinado, desconjuntado y como si mi nariz fuera una galaxia de puntos negros. A ella le ha crecido mucho el pelo desde la última vez y le han salido dos canas, una justo a cada lado de la raya. Tendré que concentrarme mucho en esas canas y en sus dientes amarillos de fumadora para no pasarme la próxima semana pensando en ella. Platónicamente hablando. Por lo demás trato de mantenerme a una distancia prudencial, pues llevo una semana sin ducharme. La acompaño a hacer compras al supermercado (papel higiénico y leche de soja) y después dejo que me invite a un café. Charlamos de todo un poco sin profundizar en nada y le digo que tras mi ruptura (recalco esta palabra), mis planes inmediatos son acabar de instalarme, por lo que tendré que ir a casa de mis padres a por unas cuantas cosas. Me sorprende decir esto en voz alta, porque no tenía muy claro si de veras lo pensaba o si sólo era un ronroneo cerebral que, como tantos otros, no va a ninguna parte. Nos despedimos con dos besos fugaces y quedamos en llamarnos (mentira).
Telefoneo a casa y le digo a mi madre que me pasaré mañana a recoger unas cosas. Prefiero decidirlo así, en caliente, porque sino sé que no iré. No me apetece nada ver a mis padres ni el piso nuevo. Vendieron el viejo y se compraron éste, mucho más pequeño, pero con ascensor. Sólo queda una pequeña habitación extra para acumular los trastos de mi hermana y los míos. Cuando coincidimos los dos, por algún arcano motivo que ni me molesto en discutir, siempre me toca a mí dormir en el sofá. Me aseguro de que mi hermana no irá mañana y cuelgo. Mis padres, a pesar de llevar como cincuenta años viviendo en la ciudad, en su fuero interno siguen siendo unos aldeanos: siguen acostándose de día, levantándose de noche y lavándose por partes.
Pongo el despertador temprano para ducharme y afeitarme. Sigo sin poder conciliar el sueño. Empieza a cabrearme.

9 de noviembre - Por fin de vuelta en casa. Estoy cansado para escribir. Me tomo una pastilla y me voy a acostar. Ya escribiré mañana.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

si es que... cualquiera le coje el punto a las gambas!mmm.... si crudas, malo; si pasadas, malo; si por lados, malo...
Por cierto, ¿cómo se llama nuestro (si se me permite) protagonista?

toni bascoy dijo...

Querida y atractiva anónima:
Lo de las gambas es cuestión de dedicarle atención exclusiva: si uno no está a lo que está, pasa lo que pasa. Esto es impepinable para casi todo, pero en lo de las gambas es que no falla. En cuanto a lo del nombre del protagonista, yo sé tanto como ustedes o menos. No por cansarme de repetirlo parecen entenderlo: yo sólo soy un mero transmisor de este diario; privilegiado primer lector de esta obra que, sin duda, pasará a los anales de la historia (como nota al pie de página junto a la definición de patochada, pero pasará). Me tomo todas las alabanzas como algo personal, mientras las críticas las esquivo mirando a poniente, que uno tiene mucho tiempo libre pero no es gilipollas. Así que, resumiendo, podemos considerar este diario, al igual que su mensaje, como anónimo. Sin más, a sus pies.