
29 de octubre - Justo me tiro un pedo cuando suena el timbre. Por la hora (doce y veinte del mediodía) y la forma de llamar (dos timbrazos cortos y rápidos) sé que es el cartero. Su modus operandi es el siguiente: deja las cartas tiradas en el portal, sobre la alfombra, timbra y entorna un poco la puerta de afuera, para dificultar un poco su labor a los ladrones de correo, digo yo. Salgo corriendo a la puerta, enarbolando la carta de ayer, que dejé encima del taquillón. Cuando el cartero sale del portal del vecino llamo su atención. Le digo que me ha dejado una carta que no es para mi. Se encoge de hombros y se acerca a comprobarla. Mira la dirección en el sobre, mira el número de mi casa sobre la puerta. Me pregunta si estoy seguro de que no vive aquí, a lo que yo le replico que sí, que estoy seguro. Se guarda la carta en el carrito y se va sin más, sin despedirse ni darme las gracias ni nada.
Sobre la alfombra me ha dejado publicidad de mi banco, que tiro a la basura sin abrir. No tengo claro si tengo que quitarle la ventanilla de plástico al sobre o si se puede reciclar todo junto, así que lo tiro en el cubo de la basura normal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario