1. Perder parte de su especificidad narrativa. Explicábamos que el cine también perdió parte de su idiosincrasia cuando se pasó al sonoro. Cineastas tan dispares, en principio, como Chaplin o Eisenstein, abominaron del cine sonoro, tachándolo de ser teatro filmado, de convertirse en un espectáculo burgués y complaciente. Algo atávico hay en el drama clásico, en la estructura de introducción, nudo y desenlace, para que todas las artes narrativas acaben sucumbiendo a su influjo.
2. Legitimarse a base de nomenclaturas extraídas de otras disciplinas más respetadas; verbigracia: Novela Gráfica. De hecho, la expresión novela gráfica está sustituyendo, como si de un sinónimo se tratase, a términos que de pronto parecen inadecuados para un arte serio, maduro y con número propio (el 9), tales como cómic (anglicismo), o historieta o tebeo (reduccionistas, despectivos y/o pueriles). Por ejemplo, así describen a Neil Gaiman en la breve biografía que aparece en la recopilación de relatos (no novela) Objetos Frágiles: “Es conocido en especial por la exitosa serie de novela gráfica The Sandman”. Fíjense en el uso del singular “novela gráfica”: no está aludiendo a un formato físico, sino a un modelo narrativo; Neil Gaiman hace novela gráfica, lo mismo que John Ford hacía cine o Miles Davis música.
Desde aquí rechazamos el concepto de Novela Gráfica como sinónimo de cómic; el término novela alude a un formato, no a un sistema narrativo. Un relato breve está escrito en prosa y su fin también puede ser “causar placer estético a los lectores con la descripción o pintura de sucesos o lances interesantes, de caracteres, de pasiones y de costumbres” (definición de novela de la R.A.E.), pero no es una novela. Puestos a buscar el amparo de hermanos mayores, elegiríamos antes Narrativa Gráfica.
En la literatura, primero se saca una edición lujosa en tapa dura con sobrecubiertas y después, cuando el producto se ha mostrado rentable y su carrera comercial ya ha superado una primera etapa, toma el relevo la edición económica de bolsillo; primero se satisface al lector sibarita, al especializado, y después, cuando ya se ha explotado a este público, se pasa al general, al circunstancial. En los comics, por el contrario, primero se saca el producto en grapa, después en tapa blanda y sólo al final, si el producto se ha mostrado rentable, se saca la edición en tapa dura y, si las ventas ya son el delirio, hasta se puede continuar con la versión lujosa XXL con extras (Watchmen, Dark Knight...). Con esta práctica se demuestra que los comics están accediendo a un mercado generalista, y que algunos elegidos están desbordando el raquítico mercado interno del fan del tebeo y entrando en el del consumidor cultural estándar. Y este consumidor no tiene cajas de cartón bajo en ácido para atesorar sus comic-books; tiene estanterías con libros, y pretende que los comics luzcan bien entre las novelas y los libros de fotografía. No quiere que su salón parezca un almacén, que es a lo que se asemeja la casa de cualquier acumulador de tebeos (como la de servidor).También demuestra que, como ya indicamos, el público está envejeciendo y reclama un producto con un acabado decente sin tener que renunciar a sus aficiones. Esto hace unos años suponía un mercado tangencial: padres de familia pudientes que se compraban facsímiles de tebeos de la era franquista con acabados como de enciclopedia. Pues ahora todos somos esos padres. Pero en todo caso, estamos hablando de formatos, no de la calidad intrínseca del producto. Hablamos del continente, no del contenido; hablamos de la forma, no del fondo; pero para poder legitimar al segundo es necesario dar un empaque aparente a la primera. O sea, que los tebeos no sólo tienen que ser un producto cultural aceptable y maduro, también tienen que parecerlo.
Para que se tome en serio a un producto, éste ha de tomarse primero en serio a sí mismo; es decir, debe presentarse en un formato duradero, trascendente. Si se aspira a que el mensaje sea perdurable, también lo ha de ser la materia en la que se asienta. Una página de periódico no es perdurable, un comic-book no es perdurable; un tomo de papel de alto gramage encuadernado en cartoné sí lo es (hasta dónde el papel pueda serlo).
Por estas y otras razones se ha hecho habitual encontrar en las estanterías de nuestras librerías favoritas unos tomos de considerable grosor donde antes sólo había tebeos de grapa y, si me apura, Tintines. Este engrosamiento presenta varias vertientes, siendo una de las que está más en boga el llamado “Integral”, esto es: la agrupación de lo que antes eran varios comics sueltos, pero que conformaban una única serie (pero no siempre una misma historia), en un formato más o menos lujoso y con un precio más bien alto. Esta fiebre ataca a todos los estilos y corrientes, desde los clásicos europeos a los modernos europeos, desde los superhéroes americanos a los indies americanos. No se queda fuera ni el tebeo patrio, desde clásicos como Paracuellos (con un juego formal con los tebeos apaisados de posguerra) o Roco Vargas, a modernos como el Mondo Lirondo. Cualquier obra con un mínimo de enjundia se cubre con una tapa de cartoné y se distribuye por las estanterías del mundo en busca de lectores pudientes. Estamos dejando conscientemente de lado al manga, pionero en el formato tipo libro, pero en este caso debido a su particular narrativa, “estirada” y “lenta” para nuestros estándares; necesitan cientos de páginas para desarrollar minimamente una acción. El formato, por lo tanto, nace de una necesidad narrativa, no de una necesidad de legitimación; allí ésta se consigue, de forma más coherente según nuestra opinión, mediante el tratamiento de todas las temáticas imaginables, como en cualquier otro medio.
El epítome de este engrosamiento es el que llamamos Tebeo de atril, denominado así por necesitar la ayuda de este artilugio antediluviano para el disfrute de su lectura sin secuelas físicas irreversibles. Hasta hace unos pocos años, esta modalidad destroza-tríceps no existía en nuestro país, pero ahora se están multiplicando los ejemplos: recopilatorios e integrales varios como Bone, Malas Ventas o el de la muerte de Superman, y verdaderos ejemplos de Novela Gráfica como Blankets o el reciente Ombligo sin fondo. Pero de estos dos ejemplos trataremos en nuestro último episodio.
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