domingo, 28 de febrero de 2010

:mis 90's [2 de 3]

Mientras en la mayoría de medios y blogs que por el mundo se reparten hacen balance de la primera década de este siglo XXI, aquí, un poco por llevar la contraria, un poco por deformación profesional (de historiador no practicante), seguimos con un breve repaso musical a la última década del milenio pasado.
Una década donde las descargas a través de internet estaban empezando; una década dónde para conseguir un disco de, por ejemplo, los Oblivians, si uno no vivía en una gran capital, tenía que tirar de catálogos por correo (correo físico: ese de papel que trae un señor a la puerta de casa). Una década que, en muchos aspectos, uno desearía olvidar, pero que nos empeñamos en recordar una y otra vez, como a esa chica que nos dio calabazas.
Vamos con unas cuantas postales más desde los 90’s.

Screaming Trees
En la era grunge (prepárense para el revival en breve: no me canso de avisarles) estos tipos lo tenían todo para triunfar: eran de cerca de Seattle, lo que daba un cierto marchamo de autenticidad (?), habían sacado varios discos antes de que Nirvana existieran (más autenticidad), tenían buenos contactos (Kurt Cobain, Chris Cornell...), editaron un tiempo en Sub-Pop... ah, y se me olvidaba: además sacaron un puñado de discos cojonudos.
¿Por qué, entonces, no vendieron esos mismos discos como churros? La respuesta no puede ser que su música fuera demasiado densa, ni demasiado oscura, porque coetáneos suyos se hicieron millonarios a base de riffs pesados y gritos de angst post-adolescente y la chavalada tragábamos tan contentos.
¿Eran Alice in Chains más comerciales que Screaming Trees? Naaaaah, ni de coña.
La única respuesta que se me ocurre, por triste que suene, es que les faltaba sex appeal. Así de simple. Mark Lanegan poseía (y posee) una voz prodigiosa que te desgarra las entrañas con cada nota, pero no nos engañemos: tiene cara de enterrador y en el escenario se mueve menos que un cadáver reciente. Y Gary Lee Conner era un guitarrista incisivo, preciso y elegante, pero parecía que se acabara de comer a Stone Gossard y a Mike McCready de una sentada.
Fueron, y eso no admite discusión, de lo mejor que salió del estado de Washington por aquellos tiempos, unos superclase, unos fuera de serie que evolucionaron con naturalidad del garage psicodélico de sus inicios al ROCK elegante y esencial de sus últimos discos. Como ejemplo, esta actuación en directo de una de las perlas de su último disco, Dust, que parece un puto grandes éxitos. Les acompaña en la segunda guitarra el colega Josh Homme, que tantas alegrías nos había dado en Kyuss, y nos seguiría dando en Queens of the Stone Age (aunque a veces se pase de autoconsciente). Qué facilidad para tocar tiene el cabrón, por cierto.



Otros fuera de serie eran los Jayhawks. Nacidos en los ochenta dentro de esa corriente llamada Nuevo Rock Americano, que después mutaría (mediaticamente hablando) en el dichoso Americana. Empezaron titubeantes, cercanos al rockabilly, pero ya en su segundo disco, Blue Earth, apuntaban maneras, facturando ese country rock con preciosas armonías vocales que sublimarían en entregas posteriores. Verbigracia, el extraordinario, esplendoroso, majestuoso Hollywood Townhall, un disco de una belleza y una perfección que los equipara a cualquiera de los grandes de la misma cuerda que a ustedes se les puedan ocurrir.
Poseían un sonido único, anclado entre la tradición y el pop, cuyos polos ejemplificaban sus dos líderes: un Mark Olson más interesado en el folk y el country, con un timbre y un registro muy Gram Parsons; y Gary Louris, más Beatle, para entendernos. Juntos, lograron una de las alquimias más milagrosas de la década de los noventa, con discos como el ya citado Hollywood, o su sucesor, el no menos estratosférico Tomorrow the Green Grass.
Luego, Olson dejó la nave para irse al Mojave con su esposa Victoria Williams (la Yoko de esta historia)... y bueno, supongo que nada volvió a ser lo mismo. Con Louris componiendo la mayoría de las canciones seguían teniendo un nivelón al alcance de muy pocos, pero la magia de su voz entrecruzándose con la de su compadre Olson se perdió. Ays.

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