Esta historia es real.
Los dos abuelos de Catalina murieron en el lapso de cinco semanas. Uno murió en accidente de coche, el otro en cama, tras una larga enfermedad degenerativa. Tenían ochenta y seis y ochenta y ocho años, respectivamente.
Del accidente de coche hablaron en la televisión, en el parte de sucesos, debido a la avanzada edad del conductor: un supuesto despiste en un cruce, un coche quizás a más velocidad de la recomendable por el carril de incorporación, tal vez falta de reflejos. El otro conductor ni resultó herido.
Lo velaron con la caja cerrada porque el cuerpo quedó destrozado. Si no lo hubiesen dicho en la televisión, a Catalina siempre le habría quedado la duda de si era o no su abuelo el que se murió y al que enterraron.
Su otro abuelo sufrió un proceso de demencia en el que pasó, en menos de dos años, de la absoluta normalidad (seguía dando sus clases de crítica literaria) a ser prácticamente un vegetal. En la que resultó ser su última semana de vida, no dejaba de murmurar, de lamentar, de conversar con personas que no estaban en la habitación.
La mañana en que murió, Catalina llevó una grabadora y la dejó en la mesilla de su abuelo mientras estaba solo. Por algún tipo de pudor, no fue capaz de hacerlo estando presente. Transcritas sus palabras me las entregó y yo las reproduzco aquí. Los lapsus de tiempo están obviados, y algunas palabras han sido interpretadas debido a la mala calidad de la grabación.
“La dosis justa de veneno alarga la vida. Las sonrisas, como los sombreros, hacen más fuertes a quien las lleva. Busca el calor, hija: el sol se oculta una vez al día, como tú y como yo y como San Pedro, pero nadie ha escrito tantas alabanzas por un ser humano. Te sentirás una reina, pero ningún espejo te devolverá la imagen de tu amor, porque nadie puede ver al rey. Guarda tus pecados para ti misma porque a nadie le interesan. No conserves ni tus carnets de conducir viejos ni tus fotografías. Son como picaduras de avispa. Olvida las venganzas. El tiempo te hace romo y hasta deshace los dientes de oro. Matarratas. Al final, al final, quien más te quiere en el mundo te quiere muerto.”
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