martes, 2 de septiembre de 2008

:manuscrito hallado en una botella (de licor café) [43]


25 de noviembre - Otra noche en vela. Cansado de estar acostado en cama, de mirar los faros de los coches deslizándose por el techo, me he levantado y me he paseado por la casa en lo que parecía la reposición de la reposición de un déjà vu. He recorrido un par de veces la parrilla televisiva, primero hacia arriba y después hacia abajo; me he leído un periódico de hace un par de semanas y he descubierto que pasaron por televisión Hanna y sus hermanas sin que me enterara; y ahora lo sé y no sirve de nada, pero aumenta la sensación de desincronización, de descompensación, de jetlag en la que parezco habitar desde no sé cuando.
Después me acuesto en la cama de la habitación de invitados, un bulto ruidoso de ochenta centímetros, simulando ser otra persona cualquiera, no me importa, quizás una que logre dormir. Y por unos minutos casi lo consigo y sueño, no sé si despierto o dormido, que Z y yo damos una fiesta y preparamos una cena para nuestros amigos y estamos en la cocina, como tantas veces, discutiendo por cada centímetro en una mezcla de baile y armisticio.
Me paso el resto de la noche con ganas de llorar, no sé si por falta de sueño o por qué. El amanecer se alarga durante horas interminables con una luz gris y lechosa que se cuela por las rendijas de la persiana. Me arden los ojos.
Me afeito y me alegro de tener hoy la reunión con Damián para poder salir de casa. El aire es aquí tan denso que casi no logro abrir la puerta.
Me dejo mecer por el traqueteo del autobús. El quejido ensordecedor del motor en cada cuesta me empuja y me alienta como un compañero optimista y ruidoso al que se le perdona todo. Llego a la cita con veinte minutos de antelación, así que espero hasta que veo llegar a Damián y lo abordo. Se lleva un buen susto; me dice que parezco el zombi de un yonkie, y yo le digo que él parece el pedo de un yupie. Le digo que me estoy recuperando de un virus, de una gripe o algo parecido. Me pregunta si estoy bien, y si no será contagioso. Le respondo que sí y que no, por ese orden, lo que le tranquiliza.
A la reunión asistimos cuatro tipos (Damián y yo y dos comerciales con aspecto de comerciales) y cuatro tipas que compaginan sus estudios de derecho con trabajos esporádicos de azafatas. Este trabajo les parece una buena oportunidad de hacer algo diferente, pero a mi me parece como un diorama del hundimiento del Titanic. La cosa empieza mal cuando me entero de que el coordinador del proyecto será Benito, alias el Tunante. Miro de reojo a Damián, que evita mi mirada.
Trabajamos juntos, Damián, el Tunante y yo, hace unos años en un gran centro comercial cuyo nombre prefiero olvidar; y él es el único que sigue tragando y ascendiendo como buen hombre de empresa. Hasta lleva un pin con el logotipo del centro comercial en la solapa de la chaqueta los día libres. Era el hazmerreír de todo el departamento, y sospecho que todavía lo sigue siendo, con sus cejas depiladas y su voz de general Patton castrado. En su momento pasamos de llamarle Benito a Bonito; de Bonito a Atún; de Atún a Tuna, y de Tuna a Tunante. Y esa es la historia de cómo el ser menos tunante de la historia de la civilización humana acabó llamándose el Tunante.
En un aparte nos dice que confía en nosotros (sé que en mí no, que alguien los ha dejado tirados y Damián me ha propuesto como sustituto), que necesita que esto salga bien para ganar puntos de cara a ciertas personas y bla bla bla. Me río por dentro, mientras asiento comprensivamente, mientras me prometo que haré todo lo que esté en mi mano para que salga todo mal.
El jefe del proyecto nos explica lo que tenemos que hacer: básicamente conseguir subscripciones para un club de gourmets en una convención de gourmets. Sobre el papel parece tan sencillo que no puede evitar reírse; nosotros, contagiados, reímos con optimismo. El sueldo base serán cincuenta euros, no los sesenta que me había dicho Damián (que vuelve a apartar la mirada), y una retribución por cada subscripción a partir de la veinte (diaria). Nos reparten unos folletos informativos para que les echemos un ojo en casa, y quedamos en tal puerta, el sábado por la mañana, a tal hora. [Continuará]

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Como tengamos que esperar otro casi mes para continuar esta historia... puff... me mudo de blog!!!


pd: es para poner un poco más de emoción crítica... besi

toni bascoy dijo...

Tranquila, mi querida anónima (o eso quiero pensar por el beso del final): una vez se han acabado las vacaciones caniculares, y una vez le he pillado el ritmo a mis compromisos en el reino de Gayoso (ejem), prometo darle más vidilla al asunto...un besi

Cachi dijo...

Bueno! Menos da una piedra... Lo siento por los lectores de las otras secciones del blog,"o que non chora non mama". Pobres los lectores de stars, las patochadas, etc. ¿Hasta cuándo tendrán que esperar? Ha sido necesario poner el grito en el cielo para poder seguir leyendo. Tendremos que seguir así, sino Gayoso es capaz de matarlos a todos para evitar escribir más...

Sin smint no hay besi

Anónimo dijo...

Intuyo que al cenizo del prota ya le queda muy poco para tener un buen día..;-)
Bien toni!

Anónimo dijo...

Y vamos por el 43... eso me trae etílicos recuerdos de juventud. Después me pasé al whiskey.

Un fuerte abrazo desde el Otro Lado.

toni bascoy dijo...

Ay, licor 43... sé de uno que vio a Dios (textual) con unos cuantos licores 43 y un par de canutos. Eh? Guiño.
Y sí, supongo que se acerca un día feliz, Broz. Aunque sea por pura estadística, ya le iba tocando...
Un saludo a todos!

Anónimo dijo...

Bueno, no lo llegué a ver. Tan sólo lo oí. Y por cierto, su voz se parecía a la de el personaje de Dios de los Simpson, pero sin eco. Curioso.
Pero para llegar a tal éxtasis no basta con unos cuantos 43 y un par de cigarrillos de la risa. Es necesario empalagarse con el licor dorado, estar fumando petardos todo un dia, y escuchar música tipo Alexander Spence con temas como "War in Peace". Ah, y resulta más efectivo si todo esto se realiza en una fecha entrañable, como por ejemplo en Navidad. Así cualquiera puede llegar a escuchar a Dios, a Michael Landon, o a quien se proponga.
Saludos y abrazos de San Lois de Compostela.

toni bascoy dijo...

Es cierto, no recordaba el factor Skip Spence en la ecuación. Fallo mío. Tengo una duda con lo de Michael Landon: ¿Se lo oye a él o a su doblador? Porque no tengo ni idea de qué voz tenía el melenas, así que a lo mejor ya lo he oído y yo sin saberlo. Saludos desde la tierra de Don Quijote (temporalmente).

Anónimo dijo...

Lois dijo... Con el Licor 43 se oye al doblador, claro. En español de España. Supongo que si te agarras la kurda con algún güisqui de importación, oiras al original. Y si te la agarras con mojitos, la oiras en español con acento caribeño, al estilo Oso Yogui. Supongo. Saludos desde la tierra de Don Camilo.