Llevo unos días intentando, aunque sé que infructuosamente, ponerme al día con mis lecturas viñeteras. Y digo que infructuosamente porque los tomos (ahora los tebeos vienen en tomos, supongo que se habrán dado cuenta) se acumulan en las estanterías de casa como las denuncias a Telefónica en la Oficina del Consumidor: por cientos. Y en segundo lugar, porque al dedicar tiempo al pasado, uno descuida el presente; ergo, seguimos en las mismas.
Bendita maldición, por otro lado. En el estrato geológico perteneciente al año pasado, me encontré con dos tomos de dos series que sigo religiosamente: Powers y Criminal. El azar ha hecho que compartieran estantería tapa con tapa, y ahora me los he ventilado como dos platos de un mismo banquete.
Bendis y Brubaker, guionistas respectivos de estas dos series, comparten una serie de características, a parte de una amistad: ambos empezaron su carrera en el cómic alternativo (comprensible: pocos artistas dan sus primeros pasos en una de las majors), y en el género negro. Esto último ya no es tan habitual en el mundo del cómic, con lo que Bendis y Brubaker eran dos excepciones, dos pájaros difíciles de catalogar.
Ambos dieron el salto a las ligas mayores, con lo que tuvieron que adaptarse al género predominante y hegemónico: los superhéroes. Primero les dieron series híbridas, a medio camino entre las capas y coscorrones y el género policíaco, que ya habían demostrado que dominaban. Se ocupan de los iconos de Marvel y DC más noir: Daredevil y Batman, o al menos de sus entornos. Después de dar probadas muestras de solvencia, y resumiendo, ya les dan carta blanca y les dejan ocuparse de las series que deseen. Son guionistas hot, de esos que reverdecen laureles de series ya agotadas, que resucitan franquicias de las cenizas y salen en los telediarios por haberse atrevido a matar al superhéroe de turno. Al menos durante unos meses.
Lo de Bendis ya es de libro Guiness: da la sensación de ocuparse de prácticamente la totalidad de las colecciones Marvel del momento. El tío es una franquicia en sí mismo. Tanta producción hace, inevitablemente, que el resultado sea irregular. Pero parece que se guarda sus mejores bazas, sus mejores ideas, para las creaciones más personales. Verbigracia: Powers. A falta de leer los 3 ó 4 últimos arcos argumentales publicados en España (este tipo parece escribir más rápido de lo que yo leo), la media es notable.
Para el que no lo sepa, Powers narra las aventuras de un par de policías sin superpoderes en un mundo donde existen los tipos con superpoderes. La premisa no es demasiado original, pero su desarrollo sí, valiéndose del extraordinario dibujo de Mike Oeming, una especie de versión oscura de los cartoons de Bruce Timm, que le da un aire muy particular a la serie. La sempiterna verborrea de Bendis aquí no sobra, y el resultado parece la traslación al papel de una película de animación muy extraña, muy enferma, y rematadamente buena.
Brubaker, por el contrario, es famoso por su regularidad: no suele decepcionar, aunque algunos le acusen de tampoco deslumbrar. A mi modo de ver, algunas de sus obras (Gotham Central, fases de su Capitán América, Criminal…) sí alcanzan el sobresaliente… al menos dentro de lo que son: cómics comerciales de superhéroes.
Criminal es, como Powers en el caso de Bendis, una creación personal. En ella Brubaker no trabaja con franquicias ni con personajes ajenos, y quizás eso se note en un mayor cariño hacia la serie (aunque repito, Brubaker no suele entregar guiones “flojos”). El título se compone de historias autoconclusivas (aunque algún personaje pueda resurgir esporádicamente), arcos argumentales a modo de novelas policíacas. Como en Powers, aquí el guionista tiene la suerte de contar con la exquisita labor de un dibujante que se encarga de toda la serie y le da unidad de tono y de estilo. Le da una voz al guionista. Criminal está dibujada por Sean Phillips, un dibujante de estilo preciso, entre realista y expresivo, ideal para el mundo sucio, corrupto y condenado que retrata Brubaker.
Si nos centramos en el cuarto tomo, Mala noche, que me acabo de leer, nos encontramos con una trama asfixiante en la que un pobre perdedor (ese tipo de personajes que tan bien interpreta William H. Macy) se ve inmerso en un embolado aparentemente sin comérselo ni bebérselo. Por supuesto, nada es lo que parece, y las venganzas surgen de otras venganzas, y hay una mujer fatal, y un policía corrupto, y pasados oscuros, y hasta ahí puedo leer. Mala noche, como su nombre indica, está a medio camino entre la vigilia y el sueño, entre la realidad y la fantasía (algo que parece estar convirtiéndose en el zeitgeist de este cambio de milenio), en esa tierra de nadie que habitan los insomnes.
Ah, y el protagonista es un dibujante de cómics, lo cual, además de molar mucho porque sí, les da juego a los autores a ponerse referenciales.
Es un delito perderse estas series (tenía que decirlo o explotaba). Un saludo.
1 comentario:
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