Desde que el cine es cine siempre ha existido la figura de la película maldita (una aproximación interesante es la aportación de John Carpenter a la serie televisiva Masters of Horror, titulada Cigarrete Burns). Películas snuff, películas enfermas, películas prohibidas, películas descarnadamente explícitas sólo para conocedores, para iniciados, para connoisseurs, para sibaritas y degustadores del dolor y del mal. Películas proscritas que se pasan de mano en mano, en copias clandestinas que nunca salen de círculos íntimos.
Dentro del cine comercial, ese que se estrena en salas de cine, también existe la figura de la película maldita. La publicidad es la que crea ese malditismo, y para ello suele valerse de unos cuantos recursos.
Hace tiempo se informaba, abierta o veladamente, de que la película en cuestión incluía imágenes de violencia real (el ejemplo más paradigmático quizás siga siendo Holocausto Caníbal). Como el público se ha vuelto muy descreído con el paso del tiempo (sabemos que la violencia y muerte real se reservan para los noticiarios), pronto estas estrategias se volvieron
un poco naïf y se optó por aportar "datos" más difíciles de refutar.
Así nos encontramos con las "películas con rodaje maldito", con múltiples y variados ejemplos, desde Poltergeist a El Mago de Oz, pasando por Tres Hombres y un bebé (la escena del niño fantasma ya forma parte del folklore del siglo XX).
Pero quizás estas promociones, aunque rentables, no sean buscadas expresamente; de hecho, muchas leyendas son a posteriori.
Nos interesa más un tercer tipo de estrategia publicitaria: la que incide en las reacciones del público.
Ahora que no nos creemos nada de lo que aparece en la pantalla (sabemos que es ficción), ahora que no nos creemos nada de lo que dicen los críticos (sabemos que están contratados), sólo nos queda creer en las personas. El boca a boca (o boca a oreja, nunca he sabido cuál es la fórmula correcta) es el último reducto de credibilidad porque, aparentemente, es la única
información no interesada que queda.
La publicidad imita esa estrategia para simular que no es publicidad. Estas campañas parecen limitarse a notas de prensa en las que se hacen eco de los desmayos y vómitos en la platea, de las desbandadas en masa, de las protestas a la entrada de los cines. Recordemos la publicidad de una película como el primer REC, que no incluía ni una sola imagen de la película, sino las reacciones del público grabadas, supuestamente, con cámara oculta.
Este malditismo se fragua en los festivales del ramo, lugar donde se inician las carreras comerciales de este tipo de films.
La cosa comienza con advertencias del stuff del festival, que se prestan al juego (comentarios tipo "incluye un par de escenas difíciles de soportar" o "hasta yo he tenido que apartar la vista en más de una ocasión"), y la pelota es recogida por la prensa, encantada de que le den el trabajo hecho: se limitan a escribir los titulares según le son dictados, y a vender revistas.
Pases de medianoche, el equivalente legal y sindicado de los pases clandestinos, un par de reacciones exageradas del personal, nuevamente captadas por la atenta prensa... y ya está servida la leyenda, una bola de nieve imposible de parar.
Estas películas malditas con carrera comercial son como las canciones del verano: cada año hay una. Y te la encuentras por todas partes, sino en cada terraza de chiringuito, si al menos en cada comentario de cada foro.
Servidor, que es de estómago sensible, ha decidido realizar el experimento de ver las películas "malditas" de las dos últimas temporadas, Human Centipede y A Serbian Film. Las películas de las que todo el mundo ha hablado y habla, las películas que más ríos de tinta y vómito han hecho correr estos dos últimos cursos. Un par de chorraditas, me imagino, para almas curtidas a base de gore extremo austríaco o sado-porno filipino, pero un buen reto para una florecilla como yo que se hace caquita con Cazafantasmas II.
Pero, ¿serán para tanto? Esa es la incógnita que voy a tratar de resolver, para ahorrarles a ustedes tiempo. La responderé objetivamente, dejando a un lado leyendas, misticismos y chorradas extracinematográficas. Me las veré, eso sí, en dos días distintos y por la mañana (soy un cagueta, insisto), y en breve les contaré. Permanezcan atentos a esta sintonía. Glups.
domingo, 26 de septiembre de 2010
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