lunes, 6 de septiembre de 2010

:el funcionario desnudo

Lectura gozosa y desde ya recomendable El funcionario desnudo, de Quentin Crisp. Primer volumen de su autobiografía, y por ahora, en nuestro país, último y único. Ya se queja Jesús Palacios en el prólogo de la falta de ediciones patrias de la obra de Crisp, y desde 2001 la cosa sigue igual. No nos quejemos, y lancémonos con fruición y delectación sobre este tomo.

Quentin Crisp fue todo un personaje, un homosexual declarado desde que le dio la gana (de declararlo, no de serlo), y le dio la gana en el período de entre guerras, cuando no debía de ser muy sencillo. El ir a su aire, el vivir una vida excéntrica y libre le reportó insultos, hostias y hasta una breve entrada en prisión.

Pero él nunca dio un paso atrás. Se teñía el pelo de rojo, se pintaba las uñas, se maquillaba y se vestía y se movía con ademanes femeninos. ¿Por qué?, le interpela alguien en un pasaje del libro. “Porque así es como soy. Y no me gustaría que ni usted ni nadie pensara que estoy avergonzado por ello.”, le responde Crisp.

Teniendo claro desde muy joven lo que era, lo que más le costó fue decidir a qué dedicarse, de qué vivir. Y esta autobiografía bien parece una búsqueda de un sueldo, de una remuneración, teniendo siempre presente que “Lo que se hace por dinero, sea lo que sea, es sagrado.”

Así, el bueno de Quentin se busca la vida en lo que buenamente encuentra, desde el diseño comercial (“Dibujar es una ciencia; pintar es, sencillamente, algo que se hace para pasar las largas noches de invierno.”), el mundo del cine (“El negocio del cine tenía cierto genio para extraer una especie de caos a partir del orden.”) y mil y un negocios y absurdos quehaceres. Pero el oficio que más años desempeñó, y el que más le satisfizo, fue el de modelo en escuelas de arte, quizás porque no tenía que hacer nada, salvo permanecer. Como él mismo dice: “Si algún talento tengo en absoluto, no es para hacer sino para estar.” Ciertamente, la gran obra de arte de un artista tan dotado como Quentin Crisp, fue él mismo.

Heredero de la tradición británica de escritores ingeniosos (“No sabía que la reputación de ingenioso suele deberse no tanto a las bromas y los chistes que puedas contar como a reír los cumplidos de los demás.”), léase Wilde, Shaw y compañía, con un estilo claro y engañosamente sencillo, siempre fluido y vivaz, Crisp relata sus vivencias y ocurrencias con ligereza y mucha ironía, nunca con cinismo o acritud (a pesar de los palos que la vida le dio).

“La vida es una cosa curiosa que me sucedía en el camino a la tumba.” Su vida, o al menos su autobiografía, parece en ocasiones una búsqueda de un gran resolución, de un buen redoble final. Deseaba morir en la guerra, pero por su orientación sexual tan evidente, fue rechazado como soldado. Ya sexagenario, mientras redacta este volumen, se siente viejo, un superviviente de otra era, una anomalía. Poco sabía él que aún le quedaban un par de décadas de vida, en las que sería reivindicado por nuevas generaciones.

“Una autobiografía es un obituario en forma seriada al que le falta el último capítulo.” Intuyo que Crisp siempre quiso escribir ese último capítulo, ese final a una vida que es una obra de arte por sí misma, pero sobre todo por como nos la cuenta.

Les dejo aquí algunas reflexiones y ocurrencias extraídas del libro. Que las disfruten.

-El vicio es una recompensa en sí mismo. Es la virtud, por el contrario, la que debería estar marcada con etiquetas de advertencia si se quiere promocionar para el consumo.

-Si uno no puede tomar las precauciones necesarias para evitar tener padres, al menos ha de encargarse de educarles.

-Tal y como sabemos por haber observado los devoradores celos de los maridos que nunca son fieles a sus esposas, la gente no se limita a las emociones a las que tiene derecho.

-No podía permitirme el lujo de la virtud, de modo que me conformé con indignarme ante el vicio. A grandes rasgos servía al mismo propósito y me resultaba más barato.

-Todas las reacciones que otra gente me ha descrito que experimentaron al encontrar alguien con el que vivir (la percepción aumentada del mundo que les rodea, la incapacidad de refrenarse de dar saltitos de alegría mientras andan), todas eran mías al darme cuenta de que, con un poco de suerte, nunca más tendría que volver a vivir con nadie.

-La esencia de la felicidad es al absolutez. Se convierte automáticamente en el estado esencial de aquellos que viven plenamente en el presente continuo. No se requiere ningún esfuerzo para definir o incluso obtener la felicidad, sino una enorme concentración para abandonar todo lo demás.

-Ya es suficientemente difícil compartir la riqueza sin verse envuelto en escenas indignas; compartir la pobreza no consiste en otra cosa.

-La decencia, en todo caso, deber de ser un estado mucho más agotador de mantener que su opuesto. Aquellos que lo consiguen parecen necesitar una cantidad de sueño entumecedora.

-Tenía la opinión de que por muy bajo que caiga un hombre, nunca alcanza el nivel de la policía.

-Un pesimista es una persona que, si está en el baño, nunca sale para coger el teléfono.

-“Inmadurez” es otra palabra que necesita una buena definición. En el caso de los hombres, significa la incapacidad para mantenerse erguido sin buscar apoyos. En el de las mujeres, implica arrojarse ante los pies de alguien que no quiere casarse con ellas.

-Empecé a sentir que el arte no era solamente superfluo sino además insultante para la vida. Su implicación es que el mundo visible resulta intolerable a menos que un grupo de aficionados al negocio de la creación le dé unos empujones.

-Los jóvenes siempre tienen el mismo problema: cómo rebelarse y conformarse al mismo tiempo. en la actualidad han resuelto este dilema desafiando a sus mayores y copiándose entre sí. De este modo aparecen ante los adultos como unos brutos y unos estirados al mismo tiempo.

-Resulta bonito viajar en el mismo barco que aquellos a los que consideras mejores que tú, sobre todo si se está hundiendo.

-La tolerancia no es el resultado de una iluminación repentina, sino del aburrimiento.

-Aunque la inteligencia es incapaz de modificar el carácter, resulta útil a la hora de encontrar eufemismos para sus debilidades.

3 comentarios:

jefeiver dijo...

es simpatiquillo, pero diré que muchas veces se pasa hablando de cosas que no sabe y con cierta soberbia. Otros comentaristas cuando no saben se callan, él no.
saludos aún no empecé el libro, es mi próximo. ahora toi con "contra viento y marea",nov. histórica de Patrick O´Brian ( el de "master and commander").

toni bascoy dijo...

Sí, está claro que la verborrea le perdía, pero creo que era parte de su encanto.
Del O'Brian tengo ganas de leer algo, pero me echa para atrás que el primer libro de la saga sea precisamente el de Master and Commander. Al conocer ya la historia me da un poco de pereza. ¿Tú que me recomiendas?
Un saludo

jefeiver dijo...

Realmente la película no sigue el primer libro, es un compendio de varios.
Sólo he leído 2, cuando tenga 4 o 5 vistos te digo algo..