Desde el pasillo acristalado que une los dos pabellones vemos que el cielo se ha cubierto de nubes negras y el viento agita los árboles espasmódicamente, con tanta fuerza que las ramas golpean el suelo en cada bamboleo. Ismael dice que ha aparcado debajo de un árbol y sale corriendo a cambiarlo de sitio. Bárbara, la cuarta comercial, una chica con ojos de vaca y labios como del revés, el de arriba abajo y el de abajo arriba, se me acerca de improviso y me pregunta si he traído coche. Yo le contesto que no, que vengo en el de Damián, y lo señalo aún sabiendo que ella ya sabe quién es. Me pregunta si tenemos inconveniente en acercarla luego hasta el centro, y yo le digo que por mi parte no, pero que debería preguntarle a Damián, y ella me da las gracias. Sin más.
Comemos en un rincón supuestamente cubano, aunque todos los camareros son españoles y sólo sirven perritos calientes y pizzas congeladas. Eso sí, se congratulan en una enorme pancarta de tener los mejores mojitos del mundo, aunque en realidad es un sucedáneo preparado al que sólo hay que añadirle hielo y que no sabe ni por asomo a mojito. Leo en la etiqueta de la botella “Remojito” y me entra un ataque de risa que se contagia a toda la mesa. Nos pasamos cinco minutos llorando entre carcajadas y espasmos, ante la mirada curiosa y cómplice de los transeúntes. Me giro hacia Rafaela, que se ríe sin ambages, olvidando taparse la mella de los dientes. Ese instante de vulnerabilidad, de desnudez, me resulta insoportablemente excitante, y no sólo porque la mella sea un evidente símbolo vaginal. Llevo tanto sin follar que me cuesta distinguir el simple deseo sexual de algo más que el simple deseo sexual, llámese como se quiera. Pero no, sólo es deseo.
Ismael nos encuentra cuando ya estamos a punto de irnos. Jota le comenta algo en voz baja. Parece que han hecho buenas migas. Los dos tienen las cejas depiladas exactamente igual, como dos paréntesis enmarcando el entrecejo, que les confiere una expresión entre la sorpresa y el estreñimiento. Jota se ha presentado hoy sin corbata, un detalle que a mí me restaría profesionalidad, pero que a él le da un aire entre camaradería y picardía que, supongo, se adapta bien a la situación. ¿Siento envidia? Esto debe de ser un brote de esa mutación del Síndrome de Estocolmo conocida como “Fidelidad a la empresa”. Afortunadamente, es mi último día.
La tarde se pasa rápida, puntuada por acontecimientos inesperados. Primero, arrecia el temporal. El viento y la lluvia golpeando en ráfagas los laterales del edificio son audibles por encima del hilo musical y el ruido ambiente. La gente ríe nerviosa, con una espectación infantil. Algunos vuelven del parking empapados, silbando respetuosos. Veo a Rafaela a lo lejos, en mi pabellón. No sé a que ha venido hasta aquí, pero me la quedo mirando un buen rato esperando a que nuestras miradas se crucen. Aborda a un par de transeúntes y se vuelve a ir.
Benito me pregunta a media tarde cómo va la jornada. Le cuento más o menos la verdad, pero ya no parece ni enfadado, ni estresado, ni decepcionado. De hecho recibe las pobres cifras con resignada entereza. No dice nada, me da una palmada en el hombro y desaparece entre la multitud. Poco después, volviendo de los baños, me encuentro una tarjeta tirada en el suelo. La recojo y veo que es de un tal D. Emilio G. R.: está impresa en burdeos, el color de los profesionales (las nuestras, como las de los visitantes, son azul celeste). La cambio por la mía y pruebo la diferencia, evidente desde el primer momento: la gente sigue mirándome a la solapa, pero percibo un cambio en sus gestos; ahora me escuchan con atención casi reverencial, como una tasa a pagar por la pitanza gratuita. El color burdeos, tan apropiado a la situación, más el “Don” que acompaña al “Emilio”, hacen milagros: cinco subscripciones en media hora. ¡Tres seguidas! Me lleno de entusiasmo, casi me da la risa. Luego, un pequeño bajón: ninguna subscripción en la siguiente media hora. Pero justo cuando podía rebrotar el pesimismo, ¡otra! Para celebrarlo, me tomo una copa de vino blanco, que observo detenidamente, sopeso, olfateo, degusto, paladeo. Miro de nuevo la etiqueta de la botella sobre el mostrador, y escucho lo que el comercial me dice: uva temprana, ladera sur, fermentación larga y no sé que más. Me habla mirándome fijamente al D.Emilio, como si se me hubiese salido una teta. Me acabo la copa (un gesto poco profesional, creo) y tengo los santos cojones de dejarle uno de mis folletos al tipo.
Me acerco al pabellón de Rafaela y paso a su lado. Me mira por encima del hombro del anciano con el que está hablando, y le guiño un ojo, disfrutando de la ligereza del momento. ¡Qué despreocupación ser D. Emilio G.R., mayorista, periodista, empresario del ramo o vete a saber qué! Sólo un pequeño temor me impide ser del todo feliz: cruzarme con el auténtico D. Emilio G. R.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
4 comentarios:
Te puedo asegurar por mi propia experiencia profesional, que esas cosas ocurren, y con frecuencia. Los pases VIP, los de Backstage, los de "todas las áreas", la mayoría se distinguen solamente por un color, un logo y poco más...pero chico! cómo cambian los tratos recibidos según el que lleves! jajajaja. Aunque también he visto a gente (superiores míos) que por hacer un chiste o como sutil protesta, vaya usted a saber, se ponían en sus acreditaciones nombres como "Suso Baco" "Aitor Tilla" y similares, palabrita del niño Jesús.
Dígame que ya ha visto usted el último capítulo de Galáctica, que tenemos muuucho que debatir...cómo está el fandom de revolucionado ante el final de la serie, señores!!! dios mío!!
Ya que estoy provecho y le inserto la siguiente publi:
Si quieres oír rock del bueno, de los 70-80 TUNGSTENO en concierto el JUEVES dia 2 de ABRIL en el pub NORFOLK de Santiago (rua Pelamios 18) sobre las 20:30h, entrada libre. Es solo Rock&Roll pero les gusta!
Espero que no le moleste la publi, en caso afirmativo elimine este comentario y Santas Pascuas...
Saludos, ya tengo ganas de café con su merced, maese escribano.
Buenas. La publicidad no sólo no me molesta, sino que la voy a repetir, por si alguien se saltó su comentario: Si quieres oír rock del bueno, de los 70-80 TUNGSTENO en concierto el JUEVES dia 2 de ABRIL en el pub NORFOLK de Santiago (rua Pelamios 18) sobre las 20:30h, entrada libre. Es solo Rock&Roll pero les gusta!
SÍ, he visto el final de Galactica, y no me extraña que el fandom esté mosca. Ya hablaremos, ya...
En cuestión de congresos no pienso discutir con usted; por lo que a mí respecta, su palabra va a misa.
Un saludo!!!
Lo hizo Dios...así decimos todos! so say we all!! jajajajajajaja...anda que...
cuando se acaba la feria????? estoy a tiempo de pasarme? ejej
bicos!
Publicar un comentario