La cena, de Herman Koch. La novela de Herman Koch transita unos temas y territorios similares a los del grueso de la producción del cineasta Michael Haneke: la podredumbre de una clase media acomodada europea, moralmente anestesiada. Sin entrar en demasiados detalles, que mucha de la gracia del libro está en ir viendo como la historia se va desplegando ante nosotros, la historia comienza cuando dos matrimonios (emparentados sanguíneamente) quedan para cenar en un restaurante pijo. Los temas vanales van dejando paso a una conversación que tienen pendiente, sobre algo (algo realmente jodido) que los hijos de ambos matrimonios han hecho.
La novela trata sobre la educación que estamos dando a la nuevas generaciones, sobre esa entente enfermiza llamada familia, y sobre lo que uno puede olvidar (o simular que ha olvidado) para mantener un estatus de aparente felicidad. La felicidad, como la normalidad, es una convención que sólo se mantiene en pie si nadie se hace demasiadas preguntas.
Koch , además de un estilo directo, conciso y límpido, posee un gran talento para estructurar la trama, dosificando la información para que se nos muestre en el momento preciso, cuando más daño hace. Está también especialmente dotado para los cliffhanger, esos remates de los capítulos con frases gancho que te hacen querer seguir con la lectura. Buen libro, pero incómodo.
Prison Pit Book One. Johnny Ryan parece dibujar desde el subconsciente. Mediante el humor, Ryan viola y defeca encima de todos los convencionalismos morales que se le ponen por delante. No sé si a su edad se le podrá considerar un enfant terrible, así que diré que es simplemente terrible: su obra posee una fuerza catártica que te arremolina la mente dejándote una única opción: reírte.
En Prison Pit su estilo se polariza hacia la violencia desatada: encontramos en estas 120 páginas una bacanal de amputaciones, desmembramientos y exudaciones sin sentido; o con un sentido que no solemos concederle a la violencia escenificada: el lúdico. Aquí todo es gozoso debido a lo estilizado de la propuesta: nadie puede encontrar un doble sentido ni una lectura entre líneas a esta sucesión de viñetas sanguinolentas. Aquí no hay metáfora, es la violencia por la violencia, dinámica narrativa en estado puro, como esas películas mudas de persecuciones.
La historia es muy sencilla, como de preadolescente con un par de lecturas de ciencia ficción: un ser antropomórfico es arrojado a un extraño planeta prisión, donde todos los demás seres que se encuentra parecen poseer su misma sed de violencia, con lo que los enfrentamientos y luchas no sólo son el leit motiv, sino que lo son todo.
La gracia del invento reside en el grado de depravación al que llegan los personajes, en una violencia hipervólica y extrema casi inédita, con una sucesión de ocurrencias en una escalada hacia el delirio que parece no tener fin. Y por otra parte, en las sentencias y frases lapidarias que sueltan los personajes, puros haikus descerebrados. Muy divertido.
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