Un libro de Pierre Bayard titulado El caso del perro de los Baskerville tenía que leerlo, porque Sherlock Holmes es mi personaje de ficción favorito, y Bayard me parece un pensador original y divertido (además de riguroso). ¿Y de que va el libro? Principalmente, es una relectura crítica y activa de la novela de Conan Doyle. Bayard, en su célebre Cómo hablar de los libros que no se han leído, ya defendía una lectura iconoclasta y particular de los clásicos, tan particular que no era necesario “leerlos” en el sentido estricto de la palabra. Con la novela de Conan Doyle sí ha hecho un estudio exhaustivo, pero, como ya decíamos, no es una lectura pasiva, en el sentido de que no se cree a pies juntillas lo que aparece impreso en sus páginas.
Bayard defiende que los mundos creados en los textos literarios son incompletos, poseen múltiples huecos que el lector rellena formulariamente, o bien decide ignora dejándose llevar por el flujo de la narración. Pero “el atenerse exclusivamente a lo que el texto dice puede conducir a lecturas indiscutibles pero carentes de interés.” Le interesa más al pensador francés una lectura intervencionista, que en el caso paradigmático de las novelas policíacas le lleva a destapar varios crímenes en los que se acusó de forma falsa a un inocente. Esto le lleva a crear el concepto de la crítica policial.
El perro de los Baskerville de Conan Doyle es idónea para poner en práctica esta estrategia. El libro se escribe en una encrucijada personal del escocés, que años antes había “matado” a su personaje Sherlock Holmes en un relato, cansado de la sombra alargada que el detective de Baker Street hacía planear sobre el resto de su obra literaria (que Conan Doyle tenía en mayor aprecio), y lo que es peor, sobre su propia persona. Por petición popular y de su editor, decide “resucitar” a Holmes en esta novela pero, de una forma consciente o inconsciente, Doyle sabotea a su protagonista. No sólo Holmes está ausente en la mayor parte de la novela, sino que desde el principio los errores de apreciación del detective son contínuos.
¿Y por qué esos errores de apreciación no pueden extenderse a la resolución del misterio? Esa es la premisa de Bayard, que realiza una lectura paralela de lo relatado por Conan Doyle, con unos interesantísimos hallazgos (ecos y resonancias casi poéticos), y sobre todo, un crimen que nos pasa desapercibido debido a los crímenes más evidentes del primer plano. Para Bayard, ese crimen oculto es el verdadero objetivo del criminal que se esconde en la novela, y que no es el que Holmes señala como culpable. Todos los demás acontecimientos son parte del plan de ese criminal para enmascarar su crimen. Y lo ha hecho tan bien, que un siglo después no sólo nadie lo había descubierto, sino que nadie entendió que hubiese un crimen.
Hay que reconocer que la explicación de Bayard, a los ojos actuales, resulta más plausible que la que esgrimió Conan Doyle. Hombre de ciencias que en un momento dado se entregó con pasión al ocultismo y al espiritismo, Doyle siempre se mostró positivista y científicamente riguroso en sus relatos de Sherlock Holmes. Sin embargo, esta novela posee un tono muy diferente: desde el principio está poseída de un hálito gótico, adjetivada como una narración fantasmal; un tono que parece pegársele a los protagonistas, tan racionales en el resto de sus pesquisas. Recordemos, como recuerda Bayard, que esta novela no es la recreación objetiva de unos acontecimientos, sino la percepción que de los mismos tiene Watson, que narra los hechos en primera persona. Y como Watson no sólo no es un narrador omnisciente, sino que como mero testigo es bastante negligente (por no decir que no se entera de nada), quizás los huecos de la narración sean más significativos que lo narrado.
“La experiencia demuestra que es posible releer el mismo texto durante años sin ser capaz de percibirlo bajo el ángulo idóneo.” Y Pierre Bayard encuentra ese ángulo inédito, no sabemos si el idóneo o no, pero sí uno que ilumina zonas oscuras del relato, elementos que estaban ahí, bien a la vista (Bayard no se “inventa” nada, sólo analiza lo que hay), pero que nadie se había molestado en prestarles atención. Con ellos saca a la superficie una narración apasionante que Conan Doyle parecía estar escribiendo inconscientemente, ya que todos los elementos apuntan hacia esa verdad, hacia esa resolución, mientras la narración principal está llena de contradicciones y absurdos.
Un libro realmente fascinante, que te da un toque de atención como lector.
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