1. Con Nacho Vigalondo me pasa un poco lo que a Ned Flanders:
“Me encantan las películas de Woody Allen, menos por ese odioso personajillo que sale en todas ellas.”
Como actor, lo reconozco, Nacho me resulta ligeramente irritante; pero como creador, como cronista, como “pensador” (con perdón), me parece un tipo valiente, talentoso y agudo. Parece buscar una parcela propia sin que parezca desesperado por ser original. No parece querer ser el Charlie Kaufman español, para entendernos.
Su carrera mediática es de lo más marciana: de los tres en un burro a la ceremonia de los Oscar, y tiro por que me toca. Por el medio, y antes y después, mucha obra interesante, muchas buenas compañías, mucho movimiento: como cerebro parece obsesionado por salir movido en la foto; como rostro, no para de chupar plano.
Una perla aquí.
2. Películas imperfectas: hace unos años, en una clase de Diálogo de David Muñoz, no sé muy bien a cuento de qué, se empezó a hablar de Donnie Darko, film que yo desconocía. A David se le iluminó la mirada cuando oyó esos dos vocablos: le parecía una película grandiosa, enorme, apasionante... aunque imperfecta. Y su grandeza, matizaba, quizás residiese precisamente en su imperfección. Comprendí a qué se refería cuando la vi unos días después.
El primer largometraje de Vigalondo, los Cronocrímenes, en su escala es también una película imperfecta, un artefacto hecho de jirones y de impulsos, una superficie porosa que respira y deja pasar la luz; lejos de los inanes mármoles “perfectos” de Amenábar y sucedáneos (sucedáneo de sucedáneo, que triste signo). Mejor nos iría en este país (como espectadores; los productores opinarán distinto) con más películas imperfectas.
3. Curioseando por el blog de Nacho me encontré con unos videos de un tal Miguel Noguera.
Su cara ya me sonaba de un video de los Venga Monjas que precisamente ya había colgado por aquí. Si en aquella píldora ya me había dejado desconcertado, en estas dos horas de Ultrashow el viaje mental al que le somete a uno como espectador va del delirio al miedito sin solución de continuidad. Por los comentarios que deja la peña al final del post, uno deduce que la mayoría no lo pilla (esto es como en los viejos comix de Mr. Natural: o lo pillas o no lo pillas).
Mi conclusión es que el humor, el verdadero humor, el humor realmente valioso y perdurable, está muy próximo al terror en cuanto a pretensiones y resultados: ambos cuestionan los límites de lo asumible, ambos tensan los márgenes de lo que, como sociedad, podemos admitir.
“Me encantan las películas de Woody Allen, menos por ese odioso personajillo que sale en todas ellas.”
Como actor, lo reconozco, Nacho me resulta ligeramente irritante; pero como creador, como cronista, como “pensador” (con perdón), me parece un tipo valiente, talentoso y agudo. Parece buscar una parcela propia sin que parezca desesperado por ser original. No parece querer ser el Charlie Kaufman español, para entendernos.
Su carrera mediática es de lo más marciana: de los tres en un burro a la ceremonia de los Oscar, y tiro por que me toca. Por el medio, y antes y después, mucha obra interesante, muchas buenas compañías, mucho movimiento: como cerebro parece obsesionado por salir movido en la foto; como rostro, no para de chupar plano.
Una perla aquí.
2. Películas imperfectas: hace unos años, en una clase de Diálogo de David Muñoz, no sé muy bien a cuento de qué, se empezó a hablar de Donnie Darko, film que yo desconocía. A David se le iluminó la mirada cuando oyó esos dos vocablos: le parecía una película grandiosa, enorme, apasionante... aunque imperfecta. Y su grandeza, matizaba, quizás residiese precisamente en su imperfección. Comprendí a qué se refería cuando la vi unos días después.
El primer largometraje de Vigalondo, los Cronocrímenes, en su escala es también una película imperfecta, un artefacto hecho de jirones y de impulsos, una superficie porosa que respira y deja pasar la luz; lejos de los inanes mármoles “perfectos” de Amenábar y sucedáneos (sucedáneo de sucedáneo, que triste signo). Mejor nos iría en este país (como espectadores; los productores opinarán distinto) con más películas imperfectas.
3. Curioseando por el blog de Nacho me encontré con unos videos de un tal Miguel Noguera.
Su cara ya me sonaba de un video de los Venga Monjas que precisamente ya había colgado por aquí. Si en aquella píldora ya me había dejado desconcertado, en estas dos horas de Ultrashow el viaje mental al que le somete a uno como espectador va del delirio al miedito sin solución de continuidad. Por los comentarios que deja la peña al final del post, uno deduce que la mayoría no lo pilla (esto es como en los viejos comix de Mr. Natural: o lo pillas o no lo pillas).
Mi conclusión es que el humor, el verdadero humor, el humor realmente valioso y perdurable, está muy próximo al terror en cuanto a pretensiones y resultados: ambos cuestionan los límites de lo asumible, ambos tensan los márgenes de lo que, como sociedad, podemos admitir.
Lejos de imposturas intelectuales y de maniqueísmos técnicos, lo de Miguel Noguera asusta porque nos pone en evidencia.
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