lunes, 24 de enero de 2011

:el pequeño Christian, de Blutch

¿Recuerdan ustedes la serie Sigue soñando (Dream On en el original)? En los créditos iniciales vemos al protagonista, Martin Tupper, creciendo desde que es un bebé frente al televisor, engullendo horas y horas de ficción que, irremediablemente, se le quedarán incrustada en el córtex cerebral y contrapuntarán situaciones de su vida adulta. Ahí radicaba uno de los grandes hallazgos de esta serie llena de aciertos: mostrar como la ficción se inmiscuye en nuestras vidas con un peso específico comparable al de eso que llamamos realidad.

Esto es más evidente cuando eres niño, cuando las coordenadas rectoras todavía son flexibles, los límites están difusos y todo es posible y posee el mismo grado de existencia. Realidad y fantasía se entremezclan en una amalgama compacta difícil de separar. Blueberry puede ser más “real” que ese hermano de tu padre que sólo se pasa por casa en Noche Buena.

Pocas veces he visto representado ese estado de demencia infantil con tanta claridad y talento como en este El pequeño Christian, de Blutch (pseudónimo de Christian Hincker, con lo que aquí conquetea con la autobiografía y multiplica los juegos entre realidad y ficción) . La edición de Norma compacta en un volumen los dos álbumes originales franceses, editados con diez años de separación.

Christian es un niño normal de su época, los años setenta, criado entre tebeos y televisión. Los personajes que desfilan por sus revistas y series favoritas se le presentan en su vida cotidiana en esa suerte de esquizofrenia infantil en la que uno se cree cowboy hasta el punto de jurarlo frente a un tribunal. El primer álbum, con un dibujo en blanco y negro tremendamente plástico y expresivo, se compone de historias cortas, cuatro o cinco páginas, donde vamos entrando en la vida de Christian, su familia y amigos. Lo que al principio se centra demasiado en la dicotomía realidad/fantasía, va dando paso a una certera y deliciosa recreación de la vida de un infante: leer tebeos a escondidas, enamorarse de una estrella de la televisión, la rivalidad con las niñas, el primo ligeramente mayor que te abre los ojos sobre ciertos aspectos, la violencia de los maestros, las diferencias étnicas, los primeros picores... todo engarzado con una naturalidad y una fluidez, un sentido del humor y una hondura que sitúan la obra de Blutch a la altura de otras grandes recreaciones de la infancia, como el Pequeño Nicolás, o la Henriette de Dupuy y Berberian.

Pero es con el segundo álbum aquí incluído donde Blutch da un paso más hacia la genialidad y mejora algo que parecía inmejorable. Físicamente la diferencia es palpable: pasamos del blanco y negro a un precioso bitono, pasamos de las viñetas cerradas a unas sin marco, y el dibujo se hace más límpio, con un trazo más fino y suelto, en un prodigio de dinamismo y búsqueda del detalle preciso que está a la altura de muy pocos dibujantes actuales (en Francia se me ocurre Blain y poco más). Enfrentados a su lectura encontramos otra diferencia crucial: lo que en el primer álbum eran historias cortas que formaban un crisol más temático que narrativo, aquí nos encontramos con que los distintos relatos, salvo el primero, conforman una historia unitaria, concretamente la del primer amor.

Efectivamente, por el personaje de Christian pasa el tiempo con sus consecuencias, y esa indiferencia por las féminas de su edad se ve destruída cuando se enamora de una amiga de veraneo, Catie Borie. Blutch plasma a la perfección, como si le acabase de pasar a él la semana anterior, esos sentimientos del primer amor, esas dudas, esos infiernos, esas recompensas... todo ello narrado con un contagioso sentido del humor, no se asusten.

Como guinda, un final absolutamente desgarrador, plasmado con una sencillez y una naturalidad que acrecientan su valor, y que convierten al conjunto en algo muy hermoso, muy real y muy grande. Porque este es uno de los cómics más grandes que se publicarán este año, no se dejen engañar por el tono y la aparente modestia de lo que narra. Blutch sólo sabe hacer grandes obras, y esta es de las mejores.

3 comentarios:

Octavio B. (señor punch) dijo...

auqnue el tebeo me apetece, no es por ello que me paso, disculpa, pero al no tener correo (y no sé si tienes seguimiento de mi post), te cuento aquí que te acabo de contestar respecto a Mogwai... te había "traspapelado", lo siento.

Y Blutch es un crack, ya que estamos...

David dijo...

Que ganas me están entrando de leerlo! En mi próxima visita a la librería pillaré éste y el nuevo de Bagge, "Todo el mundo es idiota menos yo", que creo que salió parcialmente serializado en el Víbora y estaba muy bien. Buen comienzo de año tebeístico.

toni bascoy dijo...

Gracias, Octavio, y ni lo dudes David. Un grandísimo cómic, no sé si ha quedado claro ;)