¿Bernie Krigstein un artista flamenco? Tampoco es eso, pero sin duda utiliza elementos compositivos que pueden retrotraerse a los pintores flamencos clásicos.
Escogemos, casi casi al azar, esta tira de cuatro viñetas que forma parte de una página de tres tiras de Krigstein ; aislamos, pues, el elemento estructural básico horizontal, que a su vez forma parte de un elemento vertical más complejo: la plancha.
Es cierto que un cómic incluye un elemento plástico que no suele aparecer en la pintura: los bocadillos. Esta información verbal aparece aquí en la parte superior, bien aislada, bien diferenciada, sin estorbar a la lectura de la imagen. Uno puede limitarse a leer los textos y sobrevalorar las imágenes inferiores sólo para hacerse una idea espacial, para completar la información. Pero si uno se detiene en las imágenes y las analiza, la riqueza y sabiduría compositiva de Krigstein recompensará con creces el tiempo dedicado.
La composición se estructura mediante líneas diagonales que dirigen nuestra mirada, que la conducen a través de las distintas viñetas y en el paso de una a la siguiente, conformando un todo unitario, una continuidad fluída. Estas líneas maestras (resaltadas en amarillo en la imagen inferior) crean una dinámica interna, hacen que la imagen no sea monótona, estática, aburrida. La composición vibra y fluctúa, y al mismo tiempo se nos aparece clara, sencilla en sus formas.
La lectura de la primera viñeta comienza con el bocadillo, sigue en el rostro compungido del personaje de la izquierda, y la diagonal en la solapa de su compañero nos conduce hasta el personaje de la segunda viñeta. Nuestra mirada asciende para leer lo que éste dice, y después leemos lo que contesta el otro personaje; la diagonal de la cama, de nuevo, nos lleva a descender y pasar a la tercera viñeta: allí nos encontramos con las piernas del mismo personajes, ayudando a formar la imagen que se nos ha escamoteado en el paso entre viñetas: el movimiento de incorporarse. Ascendemos por la diagonal de la manga hasta la cara, dónde vemos como su expresión ha cambiado y ahora hay enfado en su gesto. Pasamos a la siguiente viñeta, dónde este mismo personajes responde a su propia pregunta, y el gesto curvo de su brazo cierra la composición como un paréntesis, la imagen simétrica y complementaria del brazo de la primera viñeta (resaltados con líneas azules en la imagen inferior). Estos paréntesis delimitan la imagen general, sirven de márgenes compositivos, como ocurría en muchas pinturas flamencas, como en el celebérrimo Descendimiento de Van der Weyden (1436). Las similitudes no se quedan ahí, también en la estructuración mediante diagonales reales (pliegues de la ropa, miembros...) e imaginarias (miradas).
La lectura de ambas obras, también es similar: de izquierda a derecha, algo habitual al ser de una cultura occidental, y con dos elementos que puntuan el principio y el final de la lectura: en el cuadro de Van der Weyden las dos mujeres con turbantes blancos; en el caso del cómic, la cabeza con sombrero y la mano que abofetea (remarcados con equis rojas en la imagen inferior). En ambos casos, estos elementos son el principio del primer paréntesis y el final del segundo; son, pues, los elementos que abren y cierran esta unidad narrativa. La expresión de preocupación del personaje con sombrero termina con la bofetada que recibe en la última viñeta. Una unidad significativa comienza y termina.
Fijémonos también en como este personaje, que aparece en inferioridad con respecto al otro, en la composición también se sitúa en una posición inferior, para resaltar el poder que su compañero posee sobre él: su rostro es el único que aparece por debajo de la línea de flotación, por así decirlo: de la línea que comprende a la mayoría de los rostros (resaltado con una línea blanca en la imagen inferior).
Valga todo esto como modesto homenaje a la riqueza del trabajo de un genio como Bernie Krigstein, con una obra breve e inserta en el cómic de género para público juvenil, pero no por ello menos fascinante y llena de sabiduría.
viernes, 7 de enero de 2011
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