Star Wars, (la primera) Galáctica, Ulises 31, Buck Rogers... eran nuestros referentes. Los anclajes narrativos de nuestra épica eran sencillos: formábamos parte de una facción humana bondadosa que se enfrentaba en cruenta y eterna batalla contra una facción humana malvada. Todo era sencillo entonces, antes de que nos atacaran pensamientos impuros e incómodos, como que los indios quizás fuesen los buenos, o que los vietnamitas quizás tuviesen razón.
Las bandadas de palomas de un vecino, que volaban cíclicamente siguiendo una ruta fija, encarnaban a los escuadrones de naves enemigas. El vecino golpeaba el tejado del palomar con un palo al que había atado una bolsa en un extremo, y las palomas despegaban. Ese golpeteo rítmico del palo contra la uralita era la señal de alarma en nuestra nave, la que nos hacía abandonar nuestros quehaceres rutinarios y lanzarnos a nuestros puestos de combate con profesional diligencia: el piloto, el copiloto, el cañonero y el de la radio (el equivalente en guerra interestelar al portero en una pachanga de fútbol).
Hoy: nos hemos instalado, la Profesora Espantajera y un servidor, en un piso sobre un centro comercial. La mitad de las ventanas dan a una plaza cerrada, la otra mitad, al susodicho centro comercial, recubierto con una estructura de cristal y acero. Mirando por estas ventanas al no-exterior uno tiene la sensación (uno que haya visto y leído mucha ciencia ficción, supongo) de que vive en el interior de una inmensa nave espacial que viaja hacia un lugar remoto del universo en el que los humanos podrán repoblar un planeta acorde a sus necesidades, una vez que la Tierra se ha ido al garete debido a nuestro abuso o a un colapso solar, lo que ocurra primero. Esta historia ya nos la conocemos; pero lejos de ser una nave con una marcada estructura político-militar que mantenga los estamentos sociales férreamente jerarquizados, esta nave es, ya lo he dicho, un centro comercial, con sus restaurantes de comida rápida, sus multicines, sus tiendas de Inditex y su hipermercado Alcampo.
No me cabe duda de que si la humanidad realiza en el futuro un éxodo interestelar de varias años luz, las generaciones que nazcan, vivan y mueran dentro de esa nave lo harán en un centro comercial volante porque, más importante que perpetuar la especie, más importante que transmitir unos principios regidores cuyos orígenes se remontan al albor de la civilización humana, más importante que todo eso es que los que pusieron la pasta para construir la nave recuperen su inversión y saquen beneficio.
En esto estoy pensando cuando veo que una paloma se ha colado en uno de los pasillos principales y se pasea por entre las mesas de un bar y, de nuevo, oigo los tambores de guerra que nos llama a la batalla. Banzaiiiiiiiiiiiiii!!!
4 comentarios:
que cosa mas bella y miserable es el dinero, en su ambivalencia nos hace vivir, dicen que el dinero no hace la felicidad, pero sin embargo vivimos para conseguirlo y comprarla, si no tienes cash, no eres nadie, todos miran que tan rentable eres, si tus ingresos anuales sobrepasan los estandares minimos, etc, es un circulo imposible de romper y claro vivimos en la nave madre donde los inversionistas y dueños del capital son los dueños y señores....
bueno desde el sur del mundo te envio gratuitamente muchos besos y abrazos de tibio SoL primaveral....
Nada que ver con aquellas "Naves misteriosas".
Un excelente texto, si señor.
profesora espantajera???? que responsabilidad....ays!
iliu
Enhorabuena espantajeros
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