Acerca de la publicación del quinto tomo recopilatorio de Ángel Sefija (Astiberri):
Las obras del señor Entrialgo me resultan mucho más disfrutables en recopilaciones que seriadas, en pantagruélicos atracones que picoteando entre comidas. Gana una dimensión aglutinadora que no se aprecia en entregas sueltas donde uno sólo espera saciar el prurito del gag, y no siempre se consigue (porque no siempre se busca).
La personalidad del autor, que se nos antoja compleja, se va repartiendo desde hace años entre sus múltiples series y personajes emblema, unos en primera persona y otros en tercera. Con ese look que ha ido evolucionando con el tiempo de bajista de grupo power-pop a profesor enrollado de Conocimiento del Medio, dudo que su grado de pichabravismo llegue a los niveles roccosifrédicos de El Demonio Rojo, o que sea tan cerril como Higueras, o tan dionisíaco como Herminio. Más parecen estos personajes compendios de anecdotarios propios y ajenos llevados al paroxismo, recreaciones y puestas en escena de fantasías confesables y chistes privados. Por acumulación adquieren cada uno su tono y ocupan un lugar propio e inintercambiable en esa gran ópera pop que es la obra de Mauro tomada en su conjunto.
Más próximos a la idiosincrasia del autor parecen los personajes de Drugos y Ángel Sefija. El primero parece una extrapolación distorsionada, un pelín exagerada, de la personalidad acumuladora/coleccionista del autor, plasmada con el físico del calvo de La Pareja Basura. Pero es Ángel, según nuestra tesis, quien personifica en mayor grado al autor: no cabe duda de que para que Ángel se fije, primero Mauro tiene que fijarse. Al contrario que los demás personajes, de Ángel, aparte del nombre, nada sabemos. Ni siquiera es el protagonista de su propia tira: su presencia en la primera viñeta sólo nos sirve de intermediario entre el autor y nosotros, como esos personajes de las pinturas barrocas que aparecen en primer plano, apelando al espectador y haciéndose a un lado para dejarnos ver la escena. La existencia de Ángel no es más que la plasmación de la mirada del autor: es más un pronombre que un sustantivo. Pero por si a alguien le queda alguna duda de que Ángel y Mauro son la misma persona, sólo vasta con fijarse en que el primero no es más que el segundo con barba postiza.
De un dibujo limitado (está claro que no es un virtuoso), pero tremendamente expresivo (esos levantamientos de cejas) y personal. Si el estilo es el resultado de una limitación técnica, no cabe duda de que Mauro hace lustros que ha canalizado esas limitaciones en una manera de hacer única, personal e inconfundible.
Dos detalles lo alejan de la transcripción literal de la realidad, situándolo muy por encima de esa caterva de imitadores/seguidores que se limitan a transcribir chascarrillos, chistes populares y salidas de tono etílicas: una precisión quirúrgica del lenguaje y una meticulosa construcción del discurso; hay un despojamiento total de todo elemento superfluo, tanto en el dibujo como en el texto: hay una búsqueda de lo esencial, de lo caligráfico, logrando que dibujo y texto sean uno e inseparables: cómic total. No sobra ni un solo adjetivo, ni un solo trazo. Una sencillez que no hay que confundir con simplicidad, sino todo lo contrario.
viernes, 7 de noviembre de 2008
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2 comentarios:
Hey, muy buena entrada! pero se echan en falta algunos enlaces para poder profundizar ;) Saludos!!
Tiene usted toda la razón del mundo, mister Under. Lo intentaré subsanar, aunque sea en este rincón poco transitado: visite usted la página personal del señor Entrialgo cuyo enlace está aquí al lado, en la columna de la derecha de Compañeros de celda. Entre otras muchas cosas (pero muchas muchas) pone a su disposición la tira diaria que Mauro dibuja desde el primer número del diario Público (es decir, más de 300), además de todos los chistes que conforman el grueso recopilatorio de Interneteo y aparatuquis, centrado en la tecnología y tal. O sea, otros ciento y pico chistes. Y todo por la cara. Que usted lo pase bien y se ría mucho. ULn abrazo.
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